Centenares de diplomáticos turcos han pasado de ser intocables, tal y como garantiza la inmunidad en el derecho internacional, a ser perseguidos, detenidos e incluso torturados, según denuncian. Otros tantos viven en el exilio convertidos en refugiados políticos. España incluido.
Los funcionarios de más alto nivel no se escapan de la purga indiscriminada que lanzó Erdogan el día después del intento de golpe de Estado ocurrido la noche del 15 de julio de 2016 y en el que murieron más de 250 personas. Profesores, militares, policías, periodistas, jueces y abogados, entre otros, completan la lista. Erdogan les acusa de pertenecer al Movimiento Gulen (FETÖ, según el Gobierno), a quien culpa de orquestar el intento de golpe de Estado.
El pasado 20 de mayo, las autoridades ordenaron la detención de 249 miembros del Ministerio de Exteriores, incluidos diplomáticos. 105 de ellos han sido arrestados. La atención, sin embargo, se disparó días después, cuando el diputado de la formación izquierdista kurda HDP y defensor de los derechos humanos, Omer Faruk Gergerlioglu, denunció que algunos de los últimos detenidos estaban siendo torturados.
El colegio de abogados de Ankara abrió una investigación basada en entrevistas con seis de los diplomáticos detenidos y confirmó las acusaciones de tortura. “Cinco de los seis fueron esposados con las manos a la espalda y trasladados a una sala oscura. Resumen así el trato recibido: no podían ver las caras de los interrogadores en la oscuridad, fueron empujados contra la pared, tenían los ojos tapados, les obligaron a arrodillarse, fueron arrastrados por el suelo y les amenazaron con meterles la porra por el ano mientras la paseaban por todo su cuerpo”, señala el informe. “Tres de ellos fueron desnudados por completo, otro de cintura para abajo y otro hasta las rodillas y les forzaron a adoptar una posición fetal. Les echaron un líquido por el ano mientras movían la porra alrededor”.
Turquía niega las acusaciones. “Estas afirmaciones de miembros de la organización terrorista FETÖ se producen por el malestar generado por las operaciones llevadas a cabo en su contra y tienen como finalidad prevenir la disolución de la organización e impedir que otros manifiesten su arrepentimiento”, afirma la embajada turca en España.
“Si hubiese vuelto, estaría entre los torturados”
Un diplomático turco que prefiere no revelar su nombre cuenta a eldiario.es que él está en esa lista del 20 de mayo con 249 nombres de miembros del Ministerio de Exteriores a detener. “Hace dos semanas, la policía hizo una redada en mi casa en Turquía y preguntó por mí. Emitieron una orden detención solo porque no volví al país cuando me lo ordenaron. Si hubiese vuelto, sería uno de esos diplomáticos que están siendo torturados”, cuenta.
La noche del intento de golpe, él era el encargado de negocios en la embajada de un país sudamericano. “Trabajé toda la noche y esperaba que el Gobierno apreciase mi trabajo”, recuerda. 11 días después recibió una carta anunciando su despido y la orden de regresar a Turquía. “Cerraron todas mis cuentas y mis pasaportes fueron cancelados”. Finalmente decidió trasladarse a EEUU donde vive actualmente con su mujer y su hijo esperando el resultado de su solicitud de asilo.
Yasir Gökce y su mujer también viven en el exilio. Conocieron a sus dos guías en Estambul. Uno era sirio y el otro, afgano. Les llevaron a la orilla del río Evros, en la frontera con Grecia, caminaron por barrizales hasta llegar al agua y allí se subieron al barco en el que cruzaron ilegalmente la frontera. “El organizador era un sirio que no hablaba mal turco. No le conocí personalmente, pero aparentemente él era el jefe”, recuerda el diplomático. Una vez en territorio europeo se entregaron a las autoridades griegas y tres meses después se trasladaron a Alemania, donde viven actualmente con estatus de refugiado.
Tan solo unos meses antes de su huida, Gökce formaba parte de la élite diplomática de Turquía. Entró en el Ministerio de Exteriores en 2010 como diplomático y asesor legal tras trabajar unos años como abogado y estuvo destinado en Boston, Egipto y Vietnam. Un mes antes del intento de golpe de Estado del 15 de julio de 2016 volvió a su país tras terminar un máster en la Universidad de Harvard. “No era consciente de lo que me esperaba”, cuenta.
Como tantos otros colegas, Gökce fue despedido y acusado de pertenencia a grupo terrorista. “Cuando lanzaron la investigación penal me escondí en una casa refugio en la que no estaba registrado. Tras un tiempo perdí toda esperanza en mi país y decidimos huir”, cuenta. En enero de 2017, el ministro de Exteriores anunció que habían despedido a 408 empleados del Ministerio, 350 de ellos, diplomáticos.
Muhammed Bahadir también es exdiplomático y antiguo alumno de la Universidad de Harvard que vive en el exilio. Tanto Bahadir como Gökce aseguran que los cinco graduados de esta universidad en el cuerpo diplomático turco están en el exilio o encarcelados. “La policía hizo una redada en mi casa familiar en mi pueblo natal el lunes pasado. Si hubiese estado en Turquía, ahora mismo estaría siendo torturado”, ha escrito Bahadir en una columna en Washington Examiner.
Causas de las detenciones
La mayoría de la última ola de acusaciones se basa en una supuesta trama en los exámenes de acceso al cuerpo diplomático organizada, supuestamente, por el Movimiento Gulen. “La idea de una inmensa trama en los exámenes es ridícula. El acceso al servicio exterior consiste en cuatro exámenes. Los fiscales tendrían que mostrar gran creatividad para explicar cómo es posible que esas trampas no se detecten cuando en la última fase del examen los candidatos son entrevistados en inglés por un panel de una decena de embajadores durante una hora”, denuncia Bahadir.
“Los experimentados diplomáticos y embajadores que supervisaron nuestros exámenes de acceso siguen en sus cargos y somos nosotros los acusados de supuestas irregularidades. Nos examinaron y entrevistaron en varias ocasiones y ellos son los que aprobaron y verificaron nuestra competencia”, explica Gokce.
Según los exdiplomáticos turcos consultados, esta última campaña de detenciones responde a una estrategia de Erdogan con el objetivo de intimidar y debilitar a su antiguo primer ministro, Ahmet Davutoglu, que ha criticado a Erdogan y su partido después de los resultados en las elecciones locales de marzo de este año. Davutoglu podría estar organizando la creación de un nuevo partido para enfrentarse a Erdogan. Davutoglu, era ministro de Exteriores en el momento en que se hicieron los exámenes que ahora están teóricamente bajo sospecha.
La purga afecta a todas las esferas de la sociedad turca. Desde su puesta en marcha, decenas de miles de personas han sido detenidas y más de 150.000 han sido despedidas de sus trabajos. Todos son sospechosos terroristas.