La enfermedad griega

Svetla espera su turno para tomar declaración en un juzgado griego. La policía la encontró ejerciendo la prostitución en la calle, aunque la razón por la que se encuentra ante un tribunal es por un delito contra la higiene pública. Svetla presenta un cuadro médico con diversas enfermedades venéreas y dermatológicas. Aún no ha cumplido los 40 años y es ingeniera nuclear. Trabajaba en una central de energía atómica en Bulgaria pero cuando cerró, pensó que quizás tendría más posibilidades, acordes con su preparación, en el país vecino.

Al cruzar la frontera, pronto tuvo que comenzar a trabajar realizando servicios domésticos para salir adelante, pero en el camino se encontró con el que sería su proxeneta, un hombre que bajo presiones y amenazas supo tocar el botón personal que la empujó hacia la prostitución.

“No vayas sola a partir de las 10 de la noche, puede ser peligroso”. No pocos en Atenas se olvidan de repetir esta advertencia si en una conversación el interlocutor se refiere a la plaza de Omonia. Se trata del punto cardinal de una amplia zona céntrica, salpicada de emblemáticos edificios neoclásicos abandonados o en decadencia. Atracos, robos, agresiones, explotación de mujeres, cafeterías convertidas en tapaderas o en puntos de control de redes mafiosas, drogas y asesinatos intermitentes decoran este histórico lugar que, junto con algunos turistas despistados, se ha convertido en zona prohibida para muchos autóctonos.

La vida de Svetla transcurre entre esas calles y no es la única. Ahora, la suerte de miles de personas que tratan de solucionar su subsistencia, y que en ocasiones se ven obligadas a cometer delitos, ha provocado el aumento de la xenofobia y una sensación de inseguridad en la sociedad griega. Ha conseguido que la inmigración irregular se relacione con el crimen, favoreciendo el auge del fascismo y los delitos racistas.

Así lo siente Yannis, ateniense de 56 años, que atiende una sandwichería cercana a la plaza Vathis. A pesar de que la mayoría de sus clientes son inmigrantes, él lo tiene claro: “ ¿A qué vienen a Grecia? A robar y a estropear nuestras ciudades. Que se vayan por dónde han venido.”

Yannis es un votante orgulloso de Amanecer Dorado, el partido de extrema derecha que se ha convertido en la tercera fuerza política en Grecia con un 8,2% de los escaños en el Parlamento de la plaza Syntagma. Ahora la mayoría de los sondeos le dan en torno al 10%. “Les voté y les seguiré apoyando. El Gobierno no hace nada por nosotros y necesitamos nueva sangre. Amanecer Dorado lucha por los griegos: ayudan, ofrecen comida o ropa a quienes la necesitan y mantienen al inmigrante controlado. Les llamas y vienen a socorrerte, están haciendo un gran trabajo”, asegura.

Asustar a los extranjeros con palizas

Konstantinos, estudiante de 29 años, también apoya la política xenófoba de Amanecer Dorado, pero con matices. “Estoy de acuerdo solo en parte. He oído que quieren traer los hornos que Hitler usaba para quemar judíos. ¡Es ridículo pensar así en 2013! Pero me gusta que asusten a los inmigrantes porque quizás, al asustarles con palizas, dejen de robar”, argumenta este joven griego, a la vez que reconoce que “también hay griegos que roban”.

La afluencia de inmigrantes en Grecia comenzó en los años 90, ante las posibilidades de trabajar como mano de obra en ganadería, agricultura, trabajos domésticos, construcción o turismo. En muchas ocasiones de manera ilegal y por salarios bajos. “La oligarquía griega trajo aquí a estos esclavos contemporáneos”, explica Sófocles, diplomático jubilado de 72 años. “En el norte de Grecia, durante la recogida de la fruta, los grandes propietarios no querían pagar a griegos: buscaban albaneses, moldavos, rumanos y les encontraron. Les explotaron inhumanamente durante las vacas gordas y luego les soltaron a la calle sin protección. Ahora, el centro se ha convertido en un lugar de miseria absoluta”.

El diplomático recuerda que la pobreza y el riesgo de exclusión no sólo son un problema para los inmigrantes: “Si paseas por la periferia de la ciudad, encuentras bulevares donde antes había tiendecitas que daban de comer a muchas familias: pastelerías, zapaterías, tiendas de ropa.. que ahora están herméticamente cerradas. Sin embargo, hoy los explotadores andan con Mercedes y tienen varias mansiones, entre otras tragedias, por explotar inmigrantes”, sentencia mientras lamenta que parte de la sociedad griega no sea capaz de distinguir que su enemigo no es el inmigrante. “Si hoy hay un terremoto en Grecia, el culpable será el inmigrante”, bromea.

Entrada a Europa

Grecia es un territorio estratégico que se utiliza como punto de partida para llegar a Europa, aunque muchas veces el destino obliga a permanecer allí más tiempo del deseado. Muchos se han endeudado, otros se han instalado. Algunos extranjeros consiguieron reagrupar a sus familias en tiempos mejores y ahora se ven en el paro u obligados a aceptar trabajos ilegales. Llegan por las montañas de Albania y Bulgaria, o en barco desde Egipto, desde Macedonia, Moldavia, Rumanía, Georgia, Pakistán, Afganistán o Turquía.

Los naúfragos del mundo en Grecia forman alrededor del 10% de una población de 10 millones de habitantes, aunque no hay datos oficiales y podrían ser más. Diferentes organizaciones internacionales como ACNUR o el Observatorio Mediterráneo de Inmigración llevan años denunciando la pasividad política ante la falta de estadísticas y de informes gubernamentales que describan la situación real y la escasez de recursos para afrontar el dramático escenario que padece la población inmigrante en el país heleno.

Al principio, se pensó que quizás el asentamiento de inmigrantes en Omonia bajaría el precio de los edificios y estos pudieran comprarse a precio de saldo, pero no ha sido así. La situación está fuera de control. Hay propietarios que ofrecen sus residencias a precios bajos para estudiantes, al menos para asegurar su mantenimiento, pero no consiguen encontrar inquilinos. Otros les sacan partido ilegalmente, alquilando habitaciones o pasillos a irregulares, que duermen en turnos por 5 euros al día.

Aquí se pueden encontrar historias como la de Svetla, exponencialmente multiplicadas. El escenario es indeseable. Las intervenciones de la policía en la zona son habituales. En una ocasión, los cuerpos de seguridad mediaron en uno de estos edificios, no para denunciar la situación de estos seres humanos sino por el hedor insoportable que inundaba las calles aledañas a este lugar, convertido en un nido de enfermedades y sufrimiento.

Los nazis son un chiste

“Que surja un Amanecer Dorado no es nada nuevo, es el típico grupúsculo creado por hijos de fascistas griegos y alimentado por la desesperación de la gente”, reflexiona Sófocles. “El sistema está en coma y en estos procesos tiene su papel oculto el fascismo. Aparecen en el momento oportuno para sembrar xenofobia a través de fraseología obrera, pero defienden los derechos de los poderosos. Diría que es la mano dura del Gobierno porque no sólo Amanecer Dorado provoca odio, también otros partidos como Nueva Democracia que, con ayuda de los medios de comunicación, dibujan al inmigrante como un problema. Igualmente, los socialistas del PASOK son faros que dejan de iluminar a quienes creían que una sociedad más justa era posible, causando apatía, ausencia y desengaño. ¡Si PASOK es socialismo, pues viva la derecha!” ironiza.

Kostas, un joven camarero de 35 años tampoco se sorprende ante la aparición de Amanecer Dorado. “Los nazis son una herramienta del capitalismo, apoyan a la clase adinerada. Lo que pasa es que hay muchos griegos a los que no les gustan los inmigrantes ilegales, como ellos les llaman y, por miedo, o porque creen que Amanacer Dorado es un partido antisistema, lo apoyan a modo de protesta, pero no entienden bien lo que están votando”.

A pesar del auge de este grupo político, Kostas piensa que, al igual que en Francia, el fenómeno no crecerá. Por eso mismo a Dimitris, pintor ateniense de 35 años, no le preocupa. “Aunque comenzaron siendo algo pequeño y hoy son uno más en el sistema, son un chiste. Aquí no hay fascistas. Los nazis hicieron cosas horribles durante la Segunda Guerra Mundial en Grecia. El problema no es la inmigración, sino cómo se gestiona”, asegura.

Mientras Svetla espera una resolución judicial, los médicos le dicen que las enfermedades encontradas se pueden tratar pero ¿y su miedo? ¿su futuro?