“¿Dónde tienes el billete de un dólar? ¡Dónde!”, preguntaban una y otra vez los agentes a Cafer Topkaya. Las autoridades turcas creen que los seguidores del líder religioso Fetullah Gulen, a quien culpan de orquestar el intento de golpe de estado de 2016, llevan siempre en la cartera un dólar para identificarse entre ellos. Topkaya no lo llevaba, y ellos lo sabían. El despido y detención de este antiguo militar destinado como oficial de Estado Mayor en la sede la OTAN en Bruselas forma parte de un plan mucho más oscuro que una simple limpieza de gulenistas de las instituciones, denuncian algunas de las víctimas.
El Ejército de Turquía ha sido tradicionalmente la institución más fuerte del país, garante del laicismo impuesto por el fundador de la república, Mustafá Kemal Ataturk, y “gran árbitro de la política turca”, tal y como lo define a eldiario.es Soner Cagaptay, director del programa de Turquía en el Washington Institute for Near East Policy. Como Topkaya, muchos de los militares despedidos, torturados, encarcelados o fugados tienen algo en común: son kemalistas convencidos, laicos y cercanos a Occidente. Absolutamente nada que ver e incluso enemigos de los gulenistas.
Todos ellos coinciden en su lectura de lo que está ocurriendo en Turquía. Además de islamizar la institución laica por referencia, Erdogan está llevando a cabo una purga de los militares laicos de alto rango cercanos a la OTAN y a Occidente para realizar un giro hacia Rusia, Irán y China.
En octubre de 2016, meses después del golpe, Topkaya fue convocado a una reunión extraordinaria en Ankara sobre asuntos de estandarización de la OTAN. “Claramente era una trampa, los asuntos de estandarización se planean a años vista, pero yo era oficial y tenía que cumplir órdenes. Además, estaba completamente seguro de mi inocencia. Cuando entré a aquella reunión, me di cuenta que todo era un teatro para mantenerme entretenido mientras completaban su conspiración. Al acabar la reunión, me detuvieron”, cuenta a eldiario.es.
Topkaya fue trasladado a un pabellón deportivo convertido en centro de detención. “Había más de 100 personas, la mayoría altos cargos, académicos y militares. Estaban muy débiles y flacos. Yo perdí casi siete kilos en 12 días. La comida era mínima, lo justo para mantenernos vivos”, recuerda. “Todos los colchones estaban manchados de sangre, símbolo de las horribles torturas allí cometidas”, añade.
Igual que Topkaya, Engin Büker también fue enviado allí. Büker era oficial de inteligencia naval con rango de teniente coronel y trabajaba en la Oficina de Cooperación Defensiva con Estados Unidos, “donde Turquía y EEUU han estado compartiendo inteligencia hasta ahora”, señala. “Unos dos meses después del golpe, durante la reunión informativa diaria de las 5:30 de la mañana a los comandantes del Ejército sobre la situación en Siria me notificaron mi expulsión. Cuando pregunté al coronel que me dio mi carta de despido con manos temblorosas vi que él no sabía nada. Simplemente cumplía órdenes”.
Como tantos otros, Büker fue acusado de pertenecer a la “Organización Terrorista Fetullah Gulen”. “La razón real de mi arresto fue mi oposición a Erdogan y al gobierno del AKP y mi pensamiento de que Turquía no debería alejarse de la OTAN y del mundo occidental. Pero la razón más importante es mi trabajo junto al personal militar estadounidense, así como mis opiniones y evaluaciones positivas de las operaciones conjuntas en Siria e Irak contra ISIS”.
En un cable diplomático secreto revelado por Wikileaks, el embajador estadounidense ya identificó en 2003 una división en el Ejército de Turquía que generaría futuros problemas a EEUU. El cable identifica tres grupos diferentes y enfrentados: “atlantistas”, “nacionalistas” y “eurasianistas”.
“Primero, los 'atlantistas' aceptan que el interés estratégico de Turquía está en mantener vínculos fuertes con EEUU y la OTAN. Segundo, los 'nacionalistas' se sienten molestos por la necesidad de mantener vínculos con EEUU, se oponen a la adhesión a la UE, prefieren no confiar en nadie e insisten en el mantenimiento inflexible del Estado kemalista. Tercero, los 'eurasianistas' buscan una alternativa a EEUU y consideran relaciones más cercanas con Rusia”. “Parte de la fuerza motivadora es el 'Síndrome de Rapallo', la sensación de que Turquía y Rusia están solas, igualmente víctimas de maltrato y de la falta de respeto por parte de un Occidente arrogante”, explica el cable.
Büker estuvo encarcelado 444 días, tras lo cual fue puesto en libertad condicional. Entonces escapó. “Estoy junto a mi familia en un país europeo, democrático, seguro y con garantías legales”. Topkaya también huyó del país cuando fue puesto en libertad condicional tras 16 meses encarcelado. “Un almirante convenció a otro fiscal para preparar un nuevo caso contra mí, lo que significaba que iban a volver a detenerme. Me confiscaron mi pasaporte diplomático, pero en casa encontré otro. Crucé el río entre Turquía y Grecia de forma ilegal y fui a la policía. Fueron muy amables, me dejaron en libertad y volví a Bruselas, donde han aceptado mi solicitud de asilo y la de mi familia”.
Hasta entonces, ni siquiera allí estaba seguro. “Un fiscal de Ankara, Mustafa Gökçe, envió una lista de oficiales en misiones (diplomáticas) turcas. Con esa orden, las embajadas organizaron equipos para registrar las casas y oficinas de esos oficiales. Yo lo viví aquí en Bruselas, cuando el director de nuestra delegación militar, el almirante Serdar Dulger, y el embajador Mehmet Hakan Olcay formaron un equipo. El mismo embajador fue a casa de un oficial solicitando un registro”, cuenta Topkaya.
Muchos otros siguen en prisión. Ece (nombre ficticio) es la hija de un alto cargo militar que está en la cárcel desde el 16 de julio, tan solo un día después del golpe, y que ha sido condenado a “cadena perpetua agravada”. Como todos los militares, el padre de Ece fue llamado al cuartel la noche del golpe, pero él no volvió a salir. “Tras horas en el cuartel, fue detenido y no supimos de él hasta el 17 de julio, cuando le vimos en una foto junto a otros generales y almirantes torturados”. Estas son las fotos. Uno de ellos es el padre de Ece.
“Mi padre ha sido expulsado del Ejército tras 32 años de servicio sin mediar palabra. Su único líder siempre ha sido Mustafa Kemal Ataturk y su único objetivo en esta vida ha sido servir a su país. El Gobierno no va contra mi padre, va contra todos los ciudadanos turcos que se oponen a sus normas arbitrarias y no democráticas. Él ha servido a su país toda su vida en línea con los valores civilizados occidentales”, asegura Ece. “Nos han quitado a nuestros padres. Nos dieron solo dos semanas para dejar nuestra vivienda. Nos han bloqueado nuestras cuentas bancarias, no tenemos seguro médico, no podemos alquilar un piso, no podemos vender nuestras propiedades para tener algo de dinero...”, añade.
Fiestas de piscina y botellas de alcohol
Halis Tunç, coronel de la Marina destinado en Grecia como oficial de inteligencia, tenía dudas razonables de que sería detenido, así que huyó a tiempo. Tunç, que se identifica a sí mismo y “con orgullo” como kemalista y cercano a Occidente, recuerda que al principio, tras el golpe, no hubo ningún problema: “Recibí información desde Turquía de que algunos golpistas intentarían huir a Grecia y querían que yo lo impidiese”, recuerda. “Pero las declaraciones del ministro de Exteriores eran muy diferentes, afirmando que la mayoría de los agregados, de los trabajadores de la OTAN y de los oficiales de inteligencia eran de Gulen. Con esa información, había muy pocas posibilidades de que yo no fuese detenido”.
Poco después del golpe, el Gobierno afirmó que hasta el 80% del personal militar eran gulenistas escondidos bajo la fachada de kemalistas. Estaban preparando su coartada para su operación posterior. Metin Gurcan, analista militar turco, calcula que solo entre marzo y septiembre de 2016 hubo una reducción del 38% en el número de generales y de un 8% en las filas de los 350.000 oficiales.
“No he visto un islamista en el Ejército en mis 25 años de servicio”, asegura Topkaya, lo que desmontaría las afirmaciones del Gobierno sobre la infiltración de seguidores de Gulen en las Fuerzas Armadas.
“Yo trabajaba en la inteligencia y no admitíamos a personas pertenecientes a organizaciones religiosas. Las fuerzas armadas tienen mucho cuidado a la hora de aceptar gulenistas. Primero se recibe información de la persona de los servicios de inteligencia, comprobamos su situación familiar, les entrevistamos y si su comportamiento implica que tienen alguna relación con Gulen, no son aceptados. Obviamente, algunos logran esconderse”, cuenta Tunç. Además, insiste este coronel de la Marina, tampoco se solía admitir a candidatos provenientes de escuelas religiosas.
Tunç señala que si una vez aceptados se descubría que eran gulenistas se les expulsaba, pero cuenta que desde que Erdogan llegó al poder, esas expulsiones se han paralizado. El militar incluso menciona la existencia de un documento secreto llamado 'Organizaciones de riesgo y amenazas domésticas' con los nombres de los militares sospechosos de ser islamistas.
Hasta tal punto llegaba la obsesión de impedir la infiltración de islamistas que, según se revela en un cable diplomático secreto de 2009 publicado por Wikileaks, los kemalistas invitaban a fiestas de piscina a militares sospechosos de ser gulenistas y a sus esposas, “exponiendo así a las mujeres devotas que se negaban a llevar bañador en detrimento de la carrera de sus maridos”. Según recoge el cable, los gulenistas se dieron cuenta y las mujeres empezaron a llevar bañadores más sugerentes que los de las mujeres de kemalistas. Incluso llegaban a tirar botellas vacías de alcohol a la basura para engañar a los “inspectores siempre alerta” que intentaban identificar oficiales no laicos.
2011: Erdogan derrota al Ejército
Entonces llegó la alianza del AKP de Erdogan y el Movimiento Gulen. Hubo un momento clave: el caso Ergenekon (2008), en el que supuestamente los gulenistas, con la complacencia de Erdogan, montaron un caso contra militares “rebeldes” y laicos acusándoles de preparar un golpe de Estado. Una cuarta parte de los almirantes y generales de Turquía fueron encarcelados. Al final del proceso, en 2011, la cúpula del Ejército acabo dimitiendo ante las presiones. “Ese es el momento en que el Ejército, políticamente, se doblega ante Erdogan”, indica Cagaptay.
El ahora presidente de Turquía cumplió su objetivo, pero según cuenta Cagaptay, quedó asustado por el inmenso poder del Movimeinto Gulen. “Si podían pinchar teléfonos y arrestar al antiguo jefe del Estado Mayor de Turquía, pensó que también se lo podrían hacer a él”, cuenta el experto. “En ese momento acaba el matrimonio entre el Movimiento Gulen y Erdogan porque ambos querían derrotar al Ejército y dar forma a Turquía a su propia imagen. Ahora que habían vencido a su enemigo común, ya no querían compartir el poder y pasaron de ser aliados cercanos a enemigos eternos”, añade.
Ahora, Erdogan se ha buscado un nuevo aliado con quien no comparte nada, más que enemigos comunes: gulenistas y “atlantistas” y a quien muchos en Turquía señalan como el artífice en la sombra de este giro “eurasianista”: Dogu Perinçek, ferviente kemalista, laico, enemigo de Occidente y líder de la formación izquierdista Partido Patriótico. Tras el golpe, Perinçek afirmó: “Hemos formado un frente patriótico con los conservadores religiosos”.
“Por la presente anunciamos a todos los países de Asia Occidental que los intentos de esta gente de ser liberados de prisión para recuperar sus puestos importantes en las Fuerzas Armadas de Turquía, la Policía, la Justicia y el Estado fracasarán”, declaró Perinçek en una visita a Irán en 2017. “Turquía está limpiando el tumor cancerígeno de la OTAN con su bisturí. Turquía es miembro de la OTAN, pero Turquía también está en guerra con la OTAN”, añadió.
Tunç asegura: “Las ideas kemalistas están desapareciendo del Ejército. Cuando veo el personal actual, todavía quedan kemalistas, pero en los altos cargos son prorrusos”.
“Erdogan ha llenado las academias de islamistas radicales de diferentes grupos y ni si quiera se pueden poner de acuerdo en quién será el imam. No me puedo imaginar Turquía si viven lo suficiente como para convertirse en generales”, sentencia Topkaya.
Lo que empezó con Ergenekon con una limpieza de militares “rebeldes” se está terminando con la purga tras el intento fallido del golpe. Además, Erdogan ha consolidado su poder sobre las fuerzas armadas con un decreto que subordina por primera vez en la historia el Ejército al poder civil. “La salida del Ejército era algo necesario, pero no se ha producido a manos de una fuerza liberal y democrática, sino que ha ocurrido a manos de una fuerza no liberal. La salida del Ejército no ha hecho a Turquía más democrática, irónicamente creo que la ha hecho menos democrática”, indica Cagaptay.