El encuentro de este miércoles en A Coruña entre el presidente de Gobierno español, Pedro Sánchez, y el canciller alemán, Olaf Scholz, está centrado en dos grandes temas: la política de seguridad y defensa y la cooperación económica y energética. Sin embargo, la posible participación de España en un sistema integrado de defensa antiaérea en Europa liderado por Berlín ha centrado toda la atención. España niega haber recibido propuesta alguna de Alemania para formar parte de lo que muchos han denominado un “escudo antimisiles europeo”. Sin embargo, la embajadora alemana ha asegurado en la Cadena Ser que hay “conversaciones” de “bajo nivel” para la participación de España en el proyecto y que el asunto está en la agenda de la cumbre bilateral.
La iniciativa –no detallada y sin nombre oficial, aunque ya se habla de un Escudo Alemán o del European Skyshield–, la adelantó el canciller alemán en Praga el pasado 29 de agosto y responde a una preocupación sentida tanto por Berlín como por el resto de las capitales europeas, conscientes de que no cuentan con una defensa realmente operativa para hacer frente a ataques de misiles y cohetes procedentes de tierra, mar o aire. Una preocupación que ha aumentado exponencialmente desde la invasión rusa de Ucrania, pensando tanto en los misiles Iskander como en los Kalibr y tantos otros ingenios ante los que el conjunto de los países comunitarios apenas cuenta con medios suficientes.
En el escenario de seguridad actual es imperativo contar con un sistema que logre integrar medios de defensa antiaérea en tres niveles para hacer frente a ataques de misiles de baja, media y alta cota. Y solo en la primera cabe suponer que las diferentes fuerzas armadas de la UE disponen de medios eficaces y suficientes. Es en las otras dos en las que faltan tanto medios de respuesta como sistemas de coordinación (o, idealmente, de integración) de lo que ya hay (como los sistemas Patriot) y de lo que sea necesario adquirir o construir.
Scholz debe calibrar cómo va a “vender” esta propuesta a Washington, dado que la OTAN ya tiene su propio sistema de defensa antiaéreo en marcha y cuyo objetivo es cubrir todo el territorio europeo. El escudo antimisiles de la OTAN incluye el despliegue de misiles interceptores SM-3 en Polonia y Rumania contra misiles balísticos de alcance intermedio y los muy avanzados sistemas navales Aegis (algunos de ellos a bordo de fragatas españolas F-100 y de destructores estadounidenses con base en Rota). Además, el centro de mando del escudo de la OTAN están en la base aérea de Ramstein, en Alemania. En el escudo antimisiles, los radares identifican y calculan la trayectoria de un misil enemigo y lanzan otro misil para destruir la amenaza.
“En Europa nos queda mucho por hacer en materia de defensa contra las amenazas aéreas y espaciales”, dijo Scholz en su discurso el pasado 29 de agosto. “Por eso en Alemania vamos a invertir de forma muy significativa en nuestra defensa aérea durante los próximos años y todas estas capacidades podrán desplegarse en el marco de la OTAN”.
“Al mismo tiempo, Alemania diseñará desde el principio esa futura defensa aérea de forma que nuestros vecinos europeos puedan participar si lo desean, como los polacos, los bálticos, los holandeses, los checos, los eslovacos o nuestros socios escandinavos”, señaló el canciller. “Un sistema de defensa aérea desarrollado conjuntamente en Europa no sólo sería más eficaz y rentable que si cada uno de nosotros construyera sus propios sistemas, costosos y muy complejos, sino que también supondría una ganancia de seguridad para toda Europa y un ejemplo destacado de lo que queremos decir cuando hablamos de reforzar el pilar europeo dentro de la OTAN”, añadió.
Al tomar la iniciativa en este terreno, Alemania procura atender a varios frentes. Por un lado, como resulta elemental, procura mejorar su propia defensa y de ahí su decisión de crear un fondo especial dotado con 100.000 millones de euros y de alcanzar rápidamente el 2% del PIB dedicado a este capítulo. Por otro, trata de salir al paso de las numerosas críticas que está recibiendo por su falta de compromiso con Ucrania y su falta de liderazgo entre los 27 para conformar una verdadera Europa de la Defensa.
Desde una perspectiva europeísta, la idea debería ser calificada como positiva en la medida en que se vislumbra como un avance en la creación de una Europa de la Defensa que aspira a tener una autonomía estratégica que elimine o, al menos, reduzca sustancialmente la subordinación a Washington en el marco de la OTAN. Una autonomía de la que todavía estamos política y militarmente lejos, que permita contar con medios propios para defender los intereses propios.
También es acertado que Berlín quiera contar con Madrid –junto con otras capitales europeas como las de los países bálticos, escandinavos, Polonia, Países Bajos y República Checa–, puesto que en el mundo de hoy la lejanía física del potencial enemigo (sea Rusia o cualquier otro) no es ninguna garantía de seguridad. Solo sumando fuerzas es posible mejorar la seguridad frente a potenciales amenazas.
El problema viene cuando se constata que ya desde sus primeros pasos, y quizá motivado por la urgencia, parece que se renuncia a poner en marcha un proyecto común de definición y construcción propia de los medios necesarios para contar con sistemas de radares y misiles interceptores basados en plataformas terrestres, navales y aéreas (sin olvidar muy pronto el espacio). De hecho, Berlín parece mostrar sus claras preferencias por sistemas ya operativos, como los israelíes Arrow-3 y Cúpula de Hierro, mientras que los THAAD estadounidenses (Terminal de Defensa de Área a Gran Altitud para destruir misiles de corto, medio e intermedio alcance en su última fase de vuelo) parecen estar perdiendo atractivo. Queda por ver si ese hipotético escudo acaba tomando como base el SAMOC móvil de Airbus (Centro de Operaciones de Misiles Tierra-Aire), ya operativo en algunos países como Alemania y Hungría, o si también se optará por adquirir sistemas no europeos.
No es así como se construye la deseada autonomía estratégica europea. Ni tampoco comprando a EEUU los aviones polivalentes de combate F-35 como acaba de hacer Alemania y probablemente hará España mientras el proyecto FCAS (Futuro Sistema Aéreo de Combate) europeo languidece por falta de voluntad política y empresarial de Alemania, España y Francia
El escudo propuesto por Alemania está apenas en sus prolegómenos y son muchos los obstáculos por superar para que pueda convertirse algún día en una realidad. Mientras tanto, la noticia coincide con el levantamiento del embargo de armas a Arabia Saudí que Alemania mantenía desde hace cuatro años.