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España y otros nueve países empujan para acabar con la unanimidad que usa la Hungría de Orbán para chantajear a la UE

Irene Castro

Bruselas —
22 de mayo de 2023 22:41 h

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Acabar con la unanimidad en la política exterior y de seguridad para ganar agilidad, eficacia y credibilidad. Es lo que buscan España y otros nueve países, entre ellos Alemania, que está liderando el 'grupo de amigos' que busca acabar con la exigencia de unanimidad en ese tipo de decisiones, que se han vuelto determinantes fundamentalmente desde la invasión rusa de Ucrania. La jugada, que pasaría por establecer un sistema de mayoría cualificada, permitiría acabar con el chantaje al que la Hungría de Viktor Orbán somete sistemáticamente a los 27.

El último ejemplo está sucediendo estos días: Budapest está vetando el desembolso de 500 millones de euros de la ayuda del Fondo Europeo para la Paz (EPF) ya comprometida a Ucrania para presionar a Kiev por la inclusión del principal banco húngaro en la 'lista negra' de empresas que considera sponsors del Kremlin. “Mientras los ucranianos no retiren al OTP de la lista de patrocinadores internacionales de la guerra, Hungría no podrá participar en las decisiones sobre el Fondo Europeo para la Paz y sobre las sanciones”, advirtió la semana pasada el ministro de Exteriores, Péter Szijjártó.

La amenaza se ha cumplido y Hungría ha mantenido el veto a ese desembolso, que requiere de unanimidad, durante la reunión de los ministros de Exteriores que los 27 han mantenido en Bruselas este lunes. La posición del Gobierno ultraderechista irrita a los demás estados miembros, según fuentes diplomáticas, que consideran que la posición de Orbán es “inaceptable”. El temor es que también lo haga extensivo al undécimo paquete de sanciones que la UE está preparando. No obstante, el alto representante, Josep Borrell, ha reconocido que en ese caso el problema no es sólo Hungría sino que hay “otras consideraciones específicas” que los 27 tienen que discutir. Las dudas radican en buena medida en la inclusión de empresas de terceros países, incluido China, en esa nueva ronda y contra la que Pekín se ha revuelto.

“Tenemos que hacer todo lo posible para que el paquete de ayuda sea aprobado. Si un país tiene dificultades, tenemos que hablar”, ha señalado Borrell al acabar el encuentro: “Hasta ahora hemos sido capaces de encontrar soluciones para todos. Estoy convencido de que seremos capaces de conseguirlo. Esto requerirá conversaciones entre nosotros”. 

No es la primera vez que Hungría, que es el país más cercano políticamente a Vladímir Putin, usa su capacidad de veto para poner en peligro la ayuda a Ucrania. En diciembre cortocircuitó 18.000 millones por la decisión comunitaria de bloquear 7.500 euros de los fondos por la deriva autoritaria de Orbán. Finalmente, los 27 tuvieron que encontrar un 'plan B' que les permitiera sortear el 'no' de Orbán. Al principio de la guerra también puso impedimentos a la prohibición de la compra de gas y petróleo rusos.

Aunque Hungría –y también Polonia– han usado su minoría de bloqueo para otros temas, como los fondos de recuperación, que en principio iban a estar mucho más vinculados al cumplimiento del estado de derecho en los países, la propuesta que están empujando diez países –y a la que se han sumado algunos como observadores– sólo afectaría a la política exterior y de seguridad común. “La agresión rusa a Ucrania nos ha mostrado la necesidad de mantener la unidad y de responder con agilidad. La voz de Europa tiene que escucharse con rapidez, eficacia y agilidad”, ha dicho el ministro español, José Manuel Albares, que ha participado en un desayuno auspiciado por su homóloga alemana, Annalena Baerbock.

“Los grandes cambios en la UE siempre empiezan con una vanguardia de países que tienen claro hacia dónde debe moverse la UE”, ha señalado Albares en una rueda de prensa: “Durante muchos años se criticaba a la UE por ser lenta, burocrática y estar alejada de las necesidades de los ciudadanos. Tanto la respuesta a la crisis de la COVID-19 como a la guerra han demostrado que la respuesta puede ser rápida, ágil y responder a aquello que necesitan los ciudadanos europeos”. “El paso a la mayoría cualificada en asuntos de política exterior y seguridad es un avance para que aquel que no se siente cómodo con una medida no obstaculice a todos los demás cuando queremos que la presencia de la UE se sienta con rapidez en el mundo”, ha rematado.

“Siempre he pedido mayoría cualificada en las votaciones. Si no, somos lentos en la toma de decisiones”, ha apuntalado el jefe de la diplomacia europea. No obstante, la decisión para el cambio de las mayorías requiere per se una unanimidad que no se va a lograr dado que Hungría se opone, tal y como ha anticipado su ministro de Exteriores.

A pesar de que el planteamiento es improbable, los países que impulsan la iniciativa no dan la batalla por perdida. Fuentes gubernamentales apuntan a que abordarán el asunto durante la presidencia española de la UE y, específicamente, en el Consejo de Exteriores informal que se celebrará a finales de agosto en Toledo. El asunto será aún recurrente cuando los 27 se plantean crecer y la toma consensuada de decisiones se hará aún más difícil.

El veto belga a sancionar los diamantes

A pesar de que los vetos de Hungría o Polonia han sido los más sonados porque han respondido a propuestas que ya estaban sobre la mesa, hasta cierto punto normalizadas, y se han basado en chantajes como la congelación de sus fondos, la maquinaria diplomática en Bruselas se ha topado con más dificultades a la hora de sacar adelante las sanciones. El ejemplo más paradigmático es la negativa de Bélgica a incluir los diamantes.

“No más compras en Milán, no más fiestas en Saint Tropez, ni diamantes en Amberes”, fue el ilustrativo tuit con el que Borrell hizo alusión a las primeras sanciones impuestas a Rusia. Poco después lo borró. Las reticencias de Italia a castigar los artículos de lujo se sortearon, pero el lucrativo negocio de los diamantes ha permanecido, a pesar de ser una suculenta vía de ingresos para Moscú gracias a las exportaciones de ese mineral. Sólo en Bélgica mueve unos 37.000 millones de euros y en la localidad de Amberes, donde viven medio millón de personas, hay 1.500 empresas dedicadas a esa industria.

Estados Unidos vetó al principio de la guerra los diamantes al sancionar a la empresa estatal Alrosa, que tiene el 90% de la capacidad del país. Reino Unido se ha sumado recientemente. Por el momento, la UE se da con un canto en los dientes con la decisión alcanzada en el seno del G-7 que pretende restringir el comercio de ese material con Rusia a través de la trazabilidad del producto. “Para reducir los ingresos que Rusia obtiene de la exportación de diamantes, continuaremos trabajando juntos para restringir el comercio y uso de diamantes extraídos, procesados o producidos en Rusia y nos comprometemos con los socios clave en el objetivo de asegurar la implementación efectiva de medidas restrictivas coordinadas, incluyendo las tecnologías de rastreo”, señala la declaración adoptada este sábado.