Alemania va bien. O al menos va mejor que España. Esa es la razón principal que llevó a un grupo de jóvenes españoles a participar en un programa europeo de formación profesional. Según la información que recibieron en España, al llegar realizarían un curso de alemán y unas prácticas en una empresa, y después una formación profesional dual en una escuela de oficios. Al mes cobrarían 818 euros.
“No es mucho, pero es que en España no tenía nada. Mis padres están los dos desempleados y ya estaba desesperado”, explica un joven que prefiere no dar su nombre porque le ha contado a su familia que está trabajando en una empresa donde le tratan de maravilla. En realidad, vive en un hospicio improvisado en un viejo edificio de la ciudad de Erfurt, capital del estado alemán de Turingia, y cada día va al comedor de Cáritas porque los pocos ahorros que traía para los primeros días se le están acabando.
Con una suerte parecida, otros 128 españoles llegaron el pasado mes, unos a realizar la formación profesional y otros a trabajar. La oferta que recibieron en España fue a través de dos empresas de colocación privada. “Creo sinceramente que entre estas empresas había un grave problema de comunicación”, explica Thomas Lengfelder, el director de la escuela de oficios DEHOGA, donde varios de los jóvenes han comenzado a recibir las clases teóricas del programa de formación de tres años que van a realizar.
Una de ambas empresas, una autónoma alemana llamada Kerstin Schmidt, afirma haber trabajado por encargo de la escuela de formación profesional y realizado los trámites que eran necesarios para que el programa se pusiese en marcha. “Tengo una deuda de 5.000 euros que no me han pagado las empresas donde deberían estar colocados los jóvenes y la mala prensa ha hecho que perdiese clientes.” Se siente víctima de una responsabilidad ajena porque tanto los jóvenes como las autoridades señalan a su empresa y a la empresa española que actuaban de intermediarios.
La residencia improvisada en la ciudad de Erfurt en la antigua escuela del partido socialista. (Foto: B. Kietzmann)
Desorganización y conflicto diplomático
El embrollo comenzó cuando llegaron los primeros jóvenes a Erfurt. El grupo fue alojado en un edificio a las afueras de la ciudad donde aseguran que estaba todo muy sucio y que solo tenían un baño para muchas personas. El precio que les habían comunicado en España por el alojamiento eran 250 euros al mes por un cuarto compartido en una residencia, con calefacción, cocina e internet. Al llegar, aún no estaba instalado internet y no podían conectar la calefacción.
El vecino que tenían enfrente, un contable alemán llamado Reinhold Goelmann, explica que en Alemania hay una norma que dice que la calefacción central se enciende cuando la temperatura baja de los 20 grados y tal vez por eso a los españoles les resultaba frío. Pero también recuerda que no tenían papel higiénico y que él mismo se lo regaló al primer grupo que llegó. Goelmann cree que hubo una falta de organización importante. Los jóvenes que llegaron allí se negaron a pagar el alquiler porque pensaban que era un abuso y el arrendador, al ver que no cobraba, les desalojó.
Las semanas siguientes llegaron más españoles que tampoco estaban contentos con los lugares que se les había buscado para dormir. “Si por lo menos lo otro hubiese funcionado, se habría aguantado. Pero cuando vimos que pasaban los días y muchos de nosotros no firmaban el contrato ni hacían el curso de alemán empezamos a sentirnos estafados”, explica Luciano, uno de los afectados.
En el programa con el cual vinieron la mayoría a Alemania se contempla en realidad un periodo de prácticas de hasta tres meses con un curso de alemán en el que tan solo cobrarían 200 euros al mes. “Yo con esas condiciones ni me habría planteado venir”, explica otra afectada que también ha mentido a su familia. Los afectados recibieron en España la información a través de la empresa de trabajo temporal en unas jornadas organizadas por los servicios públicos de empleo regionales y la red EURES. Como estas personas recibieron una información errónea, la Embajada española y el Ministerio de Economía de Turingia están tratando de arreglar su situación.
Stephan Krauß, el portavoz del Ministerio de Economía, Trabajo y Teconología, explica que “se trata de una excepción. El programa de formación profesional dual está empleando a varios cientos de jóvenes españoles y hasta ahora no habíamos tenido ningún problema parecido”. El Estado de Turingia asegura que existe un número de plazas de formación profesional que no se consigue cubrir con los jóvenes alemanes de la región y por eso no les interesa que haya desinformación sobre las condiciones que están ofertando. De hecho, unos 70 ya han firmado los contratos y el resto se reunirá con representantes de ambos organismos este viernes para regularizar los trámites que falten y conseguir colocarlos a todos.
Sin opciones de volver a casa
Un curso de alemán inicial de 170 horas era el requisito para llegar al país. Una persona encargada del personal en una importante empresa automovilística que prefiere guardar el anonimato explica que con ese nivel de alemán es imposible que los chavales que han llegado y que él mismo ha entrevistado consigan entrar en el programa de formación. “Aquí se trabaja con máquinas y si no comprenden exactamente lo que se les dice, puede ocurrir un accidente y al final quien carga con la responsabilidad es la empresa”.
La formación profesional debería comenzar en algunas semanas y los españoles que él ha entrevistado “es imposible que en ese tiempo alcancen el nivel necesario”. Por esta razón, alguna de las empresas ha comunicado que no realizaría el contrato de prácticas inicial, otro requisito del programa. Un número de españoles que las autoridades desconocen se han vuelto a casa, pero la mayoría de ellos se ha quedado.
A menudo van al Centro de Bienvenida Thuringia, que es un centro creado en realidad para atender a los trabajadores cualificados que llegan a la ciudad desde el extranjero y que en estos días realiza todo tipo de gestiones para los espanoles “atrapados” en Erfurt, incluso fuera del horario de atención al público. La ciudad, asimismo, ha abierto un edificio que no estaba acondicionado para que puedan quedarse a dormir mientras se soluciona la situación de unos 30 de los jóvenes que aún no tienen alojamiento. El sitio es medio siniestro, con los lavabos muy sucios y con muchas camas por cuarto. “Esperemos que la situación se solucione pronto”, aseguran una y otra vez las personas que allí están viviendo. “Al menos aquí tenemos la esperanza de poder trabajar un día”, repiten los españoles que no quieren volver a casa, donde les esperan sus familias, el paro y la crisis.
Los que se quedan
Mauricio Ureña. 28 años. Nacido en Toledo. Diseñador gráfico. Acaba de comenzar el programa de formación profesional para convertirse en recepcionista que imparte la escuela de oficios DEHOGA en Erfurt. En el futuro le gustaría poder trabajar en Alemania, aunque de verdad de verdad lo que querría es volver a Toledo. (Foto: B. Kietzmann)
Raquel Parrón. 28 años. Nacida en Madrid. Productora audiovisual con 7 años de experiencia y parada desde febrero. También ha comenzado una formación profesional en el sector de la hostelería porque asegura que “nos están obligando a irnos”. Quiere volver a España para jubilarse como hacen muchos alemanes. (Foto: B. Kietzmann)
Abel Donaire. 23 años. Nacido en Ciudad Real. Estaba estudiando geografía y lo interrumpió para venirse a Alemania. Ahora está haciendo una formación profesional de recepcionista y cree que si dentro de un tiempo encuentra un trabajo se quedará allí. Cree que podría continuar sus estudios de geofrafía aquí, pero que si le va bien de recepcionista, tal vez se quede haciendo eso simplemente. (Foto: B. Kietzmann)
Sofia Esteban. 28 años. Nacida en Madrid. Profesora de economía y español. Con un máster de educación. Después de pasarse los últimos 5 años malviviendo de dar clases particulares, se fue a Alemania con una oferta para trabajar de camarera seis meses y después trabajar de profesora de instituto. Ahora hace una formación profesional de hostelería en Erfurt. (Foto: B. Kietzmann)