Raül, maestro de Infantil y Primaria, apuraba sus últimos días de vacaciones en Indonesia —“el paraíso”, según lo describe— cuando el seísmo le sorprendió en la isla de Gili Air, el 5 de agosto. “Nosotros estábamos en el hotel. Afortunadamente nuestro bungaló no se nos cayó encima. El resto del hotel se desplomó”. El terremoto sacudía el suelo mientras corrían en busca de un lugar donde ponerse a salvo. “Corrimos sin rumbo, asustados, hasta que oímos rezar a los locales y decidimos quedarnos allí”, cuenta a eldiario.es uno de los cerca de 200 turistas españoles afectados por el terremoto que ha dejado más de 90 muertos y más de 200 heridos en Indonesia.
“Aún no sé cómo fuimos capaces de mantener la calma”, asegura Raül. El seísmo trajo consigo también una alerta de tsunami. “Nos llevaron al punto más alto de la isla. Luego nos dijeron que se desactivaba la alarma, pero los locales no paraban de mirar al mar y en mi caso el punto más alto eran seis metros, así que te puedes imaginar... Si venía el tsunami desaparecía la isla”.
Decidieron entonces pasar en esa explanada la primera noche mientras llegaban las indicaciones y las soluciones por parte de las autoridades. “Los locales nos dijeron que ellos dormirían en esa explanada, que era lo más seguro, y que por la mañana nos evacuarían de la isla”, cuenta el turista, que añade que durante la noche el grupo de españoles fue creciendo, a medida que llegaban personas desde otros puntos de la isla.
Tras una noche de temblores llegó el día, pero seguían esperando una ayuda por parte de la Embajada Española en Indonesia “que no llegaba”, lo que generó entre los españoles una sensación de descontento “generalizada”. “Las autoridades aquí son inexistentes y la embajada decía que las siguiéramos pero no había nadie a quien seguir”, afirma el turista.
“Estamos todos los españoles indignados con la embajada. No he oído a nadie hablar bien, si lees en el perfil de Twitter de la Embajada lo puedes ver”, detalla Raül, “no han ayudado a nadie, ni un simple acompañamiento psicológico por teléfono. Igual era todo lo que podían hacer. Pero ni eso”.
Raül cuenta como algunas embajadas de otros países —“la italiana, la inglesa, la australiana, la canadiense...”— estaban allí presentes, pero “la nuestra nada”. “Escribir en Twitter es todo lo que han hecho”, se queja. Así que, tras “dos horas de cola” y “con suerte”, consiguieron coger un taxi que les llevara hasta el aeropuerto.
Consiguieron llegar al aeropuerto y comer por primera vez, 18 horas después del primer seísmo. “En el aeropuerto había un chico que se ofreció para hacer la recepción de gente, pero según dijo no era de la embajada, se había ofrecido”, cuenta. “Las compañías pusieron más vuelos y todo el mundo hablaba con sus familias para que compraran el vuelo desde España, porque allí era casi imposible. La embajada dijo que para los vuelos nos apañáramos con las compañías, que ellos no podían hacer nada”.
Allí consiguieron hacerse con un vuelo hasta Yakarta, considerada zona segura, que salía al día siguiente; por lo que pasaron su segunda noche durmiendo al raso, en una explanada al lado del aeropuerto, pues siguieron los temblores. Ahora están a salvo e intentando disfrutar de los dos días que tienen todavía hasta que salga su avión a Barcelona. Y a pesar del “caos” vivido, se consideran “afortunados”.
Desde el Ministerio de Exteriores aseguran a eldiario.es que la Embajada en Yakarta “continúa haciendo un seguimiento estrecho de la situación tras los efectos del terremoto”, “siguen atendiendo consultas” y “publicando información sin parar”. Han establecido un WhatsApp de contacto para los afectados, que se puede obtener a través de la cuenta de Twitter de la Embajada.
Además, detallan que hay personas de la embajada en el Aeropuerto Mataram, en Lombok, y que están en “estrecha coordinación” con el punto de atención de la UE, también establecido allí. Asimismo, afirman que “se mantiene el contacto con las autoridades locales, que son los encargados de evacuar a los ciudadanos de la zona”.