Hicham Bouchti, un exespía marroquí que huyó a España tras denunciar la corrupción de sus superiores, se ha cansado de esperar. Tras cuatro años recluido en Melilla, este opositor al régimen de Rabat ha conseguido cruzar el mar hacia la Península Ibérica camino de Italia. Confiaba en que las autoridades de Roma le otorgaran el estatus de asilado político que España nunca le dio. Sus planes, sin embargo, se han frustrado al haber sido detenido en Francia y devuelto a España.
“Después de varias huelgas de hambre y muchas protestas estaba harto de todo”, contó antes de esta última decepción. “El pasado 5 de mayo fui a la comisaría de Melilla con mis maletas y le dije al jefe de la policía que si no me dejaba ir inmediatamente a la Península haría una locura que saldría en la prensa de todo el mundo”, narra Hicham Bouchti en un apartamento del madrileño barrio de Lavapiés. “Me dijo que fuera al puerto a la mañana a siguiente. No me lo terminaba de creer. Llegué al puerto a las seis de la mañana del lunes 6 de mayo, los guardias me dejaron embarcar e incluso me ayudaron a subir las maletas. Al cabo de unas horas llegué a Motril. Allí me esperaba un policía que me dijo: 'ahora, búscate la vida'”.
La salida de Bouchti de Melilla pilló por sorpresa a la Delegación del Gobierno de la Ciudad Autónoma. El delegado, Abdelmalik El Barkani, que ya había mostrado su oposición a dar facilidades a la tramitación del permiso de residencia del antiguo agente marroquí, no se ha querido pronunciar sobre la nueva situación. ¿Cómo ha conseguido Boutchi salir de Melilla sin el beneplácito de las autoridades? “Te puedes imaginar lo que le dije a la policía. Cuatro años es mucho tiempo, he perdido a mi familia y estaba desesperado”, declara sin llegar a revelar los detalles de lo que ocurrió.
“Hicham está en este momento en una situación delicada y peligrosa”, afirma José Palazón, presidente de la ONG Prodein y amigo del opositor marroquí. Tras desembarcar en Motril, Bouchti viajó la semana pasada a San Sebastián para dar una conferencia sobre violaciones de derechos humanos y cárceles secretas en el reino alauí. Más tarde se trasladó a Madrid, donde el lunes 13 de mayo cogió un autobús hacia Italia. Después de comprobar que en España no podría conseguir el asilo político ni el permiso de residencia, el exespía ha decidido probar suerte en un país que, según su visión, “tiene menos intereses en Marruecos”.
No obstante, de momento Boutchi tendrá que esperar. “La policía de Francia me ha detenido y me ha devuelto a España”, ha declarado este mismo viernes. Su intención de alcanzar el país transalpino se ha visto frustrado antes de llegar a esa frontera.
Este es el último episodio de la turbulenta vida de Hicham Bouchti, un activista marroquí que formó parte de los servicios secretos del rey Mohamed VI. Corría el año 2002 cuando, tras haber estudiado en la academia militar y haber alcanzado el puesto de secretario del Estado Mayor de las Fuerzas Auxiliares, Bouchti decidió junto a otros tres oficiales denunciar a sus superiores. “La inteligencia marroquí funciona como una mafia. El jefe ordena y los subordinados entran en las casas y detienen a gente que no ha cometido ningún delito”, asegura. La denuncia, presentada directamente ante el monarca, supuso un punto de inflexión en su vida. “El problema es que denunciar la corrupción en Marruecos supone apuntar directamente al rey, porque todos nuestros superiores recibían órdenes directas de él. Al salir de la reunión fuimos detenidos y torturados.”
A partir de entonces Bouchti vivió un ajetreado periplo que le llevaría desde la cárcel secreta de Temara, a las afueras de Rabat, hasta el Centro de Acogida de Refugiados de Alcobendas, en Madrid. “Tras dos años de torturas en la cárcel me enviaron a Oujda, mi ciudad natal, bajo arresto domiciliario. Envié muchas cartas al rey, a Amnistía Internacional e incluso a Jacques Chirac, el entonces presidente de Francia”. Finalmente, decidió cruzar la frontera hacia Melilla con un pasaporte falso. Allí solicitó asilo político y poco después fue trasladado a Alcobendas. Era el año 2005.
Para corroborar su versión de la historia, Bouchti viaja con una maleta repleta de pruebas. Conforme avanza el relato va mostrando diferentes documentos: su carné del servicio secreto marroquí, planos de edificios oficiales que recopiló durante su etapa como espía o recortes y portadas de prensa donde su rostro ocupa un lugar preferencial.
Aquella estancia en Madrid duró apenas unos meses. Cuenta que agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) se pusieron en contacto con él para demandarle información confidencial del reino alauí. Poco después fue el servicio secreto exterior marroquí quien le abordó para amenazarle con hacer daño a su familia si no colaboraba con el régimen. Bouchti se vio así atrapado entre ambos cuerpos de espionaje. Finalmente, los agentes marroquíes le engañaron para que volviese a Melilla, donde, según Bouchti, fue secuestrado y conducido de vuelta a Marruecos.
“Me llevaron a Rabat y me torturaron”, asevera. Se repitió la historia. Volvió a pasar dos años en la cárcel hasta que fue trasladado a Oujda. Entonces, decidió huir de nuevo a Melilla, esta vez disfrazado de mujer. No obstante, en esta ocasión no le fue tan sencillo dar el salto a la Península. “Nada más llegar hablé con un mando policial, le conté que el servicio secreto alauí me había llevado por la fuerza a Marruecos, pero él dijo que era imposible que eso hubiera ocurrido en territorio español. Bloquearon mi petición de asilo porque decían que seguía trabajando para la inteligencia marroquí.”
El derecho de asilo, reconocido en España por la Ley 12/2009, protege a los extranjeros que corren peligro de ser perseguidos por motivos políticos en sus países de origen. Lejos de otorgar este reconocimiento a Bouchti, España ni siquiera puso facilidades para darle el permiso de residencia por arraigo. Durante su estancia en Melilla, el exespía tuvo un hijo con una mujer española, circunstancia que podría haber facilitado los trámites. No obstante, la Delegación del Gobierno le exigió un certificado de penales, documento que solo podía conseguir si volvía a Marruecos, “algo imposible”, en palabras de Bouchti.
Al no serle concedido el estatus de refugiado, el activista fue expulsado del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla, viéndose obligado a buscar alojamiento por su cuenta. “España no puede dar el asilo a un marroquí porque eso sería reconocer que Marruecos es una dictadura. Crearía muchas tensiones diplomáticas”, explica.
Durante estos últimos cuatro años en la Melilla, su actividad política se ha multiplicado. Ha creado junto a otros compatriotas la Unión de Opositores y Refugiados Políticos Marroquíes, ha escrito numerosos artículos periodísticos y un libro titulado La hospitalidad de la inteligencia que pronto será traducido al español. Se ha destacado también como firme defensor de la democracia y los derechos humanos tanto en Marruecos como en el Sáhara Occidental. “Al Jazeera me invitó a Qatar para hacerme una entrevista, también una universidad de Brasil quiso que fuera allí para presentar mi libro, pero las autoridades españolas no me dejaban salir de Melilla. De haber podido moverme habría hecho muchas cosas para favorecer la revolución en Marruecos”, sostiene.
Bouchti ha vivido con mucha atención los acontecimientos que han tenido lugar en su país desde el 20 de febrero de 2011, día del inicio de las manifestaciones que dieron origen a la frustrada Primavera Árabe marroquí. “No ha cambiado nada”, opina. “A pesar de que se aprobase una nueva Constitución, el rey sigue siendo el jefe de la religión, del Ejército, del Parlamento y del Gobierno. Lo ideal sería alcanzar una monarquía constitucional, pero estamos muy lejos de eso.”
Debido a esa ausencia de democratización de Marruecos, Boutchi prefiere buscar refugio en otro lugar de Europa antes que volver a su país. “Me marcho a Italia a solicitar asilo. Necesito obtener un permiso legal en Europa para tener acceso a una tarjeta sanitaria y poder viajar. Mañana cojo un autobús, viajo sin pasaporte pero no me preocupa. España quiere librarse de mí”, sentencia. De momento, Francia también le ha cortado ese camino.