En el tercer mes de ofensiva en Gaza, el portavoz del Ejército israelí, Daniel Hagari, anunció que su país había “completado el desmantelamiento del marco militar de Hamás en el norte de Gaza” y que la operación pasaba a una nueva fase destinada a repetir los mismos objetivos en el centro y sur de la Franja. Por aquel entonces, los soldados habían conseguido también partir en dos el enclave palestino a través del Corredor Netzarim —para aislar las unidades de Hamás— e Israel acumulaba varias victorias militares estratégicas.
Sin embargo, desde el pasado fin de semana Israel ha vuelto a castigar con toda su fuerza el norte de Gaza y ha anunciado una nueva ofensiva con intensos bombardeos y férreos asedios para tratar de frenar los intentos de reconstitución de las fuerzas de Hamás. El Ejército ha ordenado un nuevo desplazamiento forzado de los civiles del norte que afecta a unas 400.000 personas, ha bombardeado refugios de civiles y ha lanzado folletos anunciando una “nueva fase de la guerra”. “No hay fin al infierno” que viven los civiles en el norte de Gaza, decía Philippe Lazzarini, director de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados Palestinos y principal proveedor de asistencia humanitaria en la Franja.
“El asalto de Israel en Gaza, a pesar de toda su ferocidad, ha puesto de manifiesto ciertas debilidades de la capacidad militar israelí. Se ha visto superada en gran medida en la guerra urbana asimétrica de desgaste sobre el terreno, en la que, tras un año entero de combate, los irregulares de Hamás, ligeramente armados y sin santuarios fuera de la zona de batalla, siguen desafiando a las fuerzas israelíes y haciendo que la perspectiva de una reocupación prolongada resulte desalentadora”, explica Daniel Levy, presidente de US/Middle East Project, exasesor del Gobierno israelí y antiguo negociador en dos procesos de paz bajo Isaac Rabin y Ehud Barak.
Levy cree que con los últimos golpes a Hizbulá “el Ejército [israelí] ha reafirmado su superioridad tecnológica, su sentido del poder y su capacidad de disuasión, pero incluso así han puesto de manifiesto sus limitaciones en el campo de batalla”, explica. “Su destrucción masiva de Gaza —que ahora se repite en Líbano y, en ciertos aspectos, en Cisjordania— sugiere que su abrumadora tecnología y su poderío aéreo y de artillería coexisten con un apetito y una capacidad mermados para el combate de infantería. La guerra urbana dentro de Gaza se ha abandonado en su mayor parte en favor de la destrucción masiva”, añade.
Una reciente investigación de ACLED (Armed Conflict Location and Event Data), base de datos sobre conflictos armados en todo el mundo, sostiene que Hamás mantiene aproximadamente la mitad de sus combatientes. Israel dice haber matado a 17.000 de entre los 25.000 y 30.000 combatientes de Hamás, pero la investigación de ACLED, que analiza uno a uno todos los incidentes violentos en la ofensiva, identifica solo 8.500 muertes de combatientes, una cifra que además incluye miembros de otros grupos armados y posiblemente otros miembros de Hamás no armados. “Como era de esperar, dadas las circunstancias, la resistencia ha llegado incluso a reponer sus filas entre la población civil”, añade Levy.
Los investigadores de ACLED explican cómo los combates han continuado en cuatro de las cinco regiones de la Franja en las que el Ejército había declarado el control operativo. “Los combates desde el 1 de diciembre pasaron a zonas más urbanas, que son mejor terreno defensivo para una fuerza de infantería ligera que se defiende contra un asalto mecanizado”, explica el analista Brian Carter en un informe del think tank Institute for the Study of War.
“La retirada de las tropas israelíes que comenzó a finales de 2023 permitió a Hamás reforzar de nuevo su control sobre la población palestina porque el Ejército no había asegurado la zona ni sustituido a Hamás por una nueva autoridad de gobierno. Hamás empezó a reconstruir su autoridad de gobierno ya en enero de 2024, cuando, como señaló un analista israelí y antiguo funcionario del Gobierno, Hamás empezó a vigilar en el norte de Gaza y a gobernar el comercio solo unas semanas después de la primera salida a gran escala de cinco brigadas del ejército israelí el 29 de diciembre”, escribe Carter. “Es muy probable que la confianza del grupo siguiera creciendo durante el resto de la primavera de 2024, animada en parte por la decisión israelí de retirar el grueso de las fuerzas que le quedaban en la Franja el pasado abril”, añade.
El Ejército de Israel no solo reconoció los esfuerzos de Hamás de reclutar nuevos combatientes y su intento de reconstruir su organización militar, sino también la producción de armamento “utilizando artefactos israelíes sin detonar como materia prima”, señala el analista militar. “El Ejército cree que entre 2.000 y 3.000 bombas israelíes lanzadas sobre Gaza no han explotado, aunque otros expertos y un agente de inteligencia israelí creen que el número podría ser de entre 5.000 y 7.500 bombas”. A ello hay que añadir que “la extensa red de túneles de Hamás sigue operativa en muchas áreas”, sostienen los analistas de ACLED.
El abandono de la guerra urbana dentro de Gaza en favor de la destrucción masiva “conduce al tipo de errores autoinfligidos sobre los que calcula la parte menos poderosa en una guerra asimétrica”, explica Levy. “Israel se está preparando para verse arrastrado a una reocupación continuada de Gaza (y posiblemente de partes de Líbano), lo que probablemente provocará una guerra de desgaste que puede exacerbar la ya de por sí escasa mano de obra israelí, mientras que la rabia generada por sus asesinatos en masa garantiza la reposición de la mano de obra de la resistencia y crea narrativas duraderas que también debilitan aún más la posición política de los líderes árabes que han permanecido en silencio o han sido cómplices”.
Buscando una guerra de desgaste más que una confrontación directa contra un ejército mucho más fuerte, Hamás intenta mejorar sus opciones de supervivencia.
En cuanto a la “mano de obra”, Levy destaca las muestras de desgaste en las filas israelíes tras un año de conflicto. “Hay numerosas informaciones sobre el agotamiento de los reservistas después de tantos periodos de servicio; sobre la tasa de menos del 50% de movilización en las últimas convocatorias; y sobre el reclutamiento por parte de Israel de solicitantes de asilo”, dice. Miembros del Ministerio de Defensa y varios testigos han confirmado al diario israelí Haaretz que las autoridades han prometido la residencia permanente a refugiados a cambio de ir a combatir en Gaza.
“Aunque Hamás ya no tiene la capacidad ni el deseo de gobernar una Gaza devastada por la guerra, conserva la capacidad de seguir librando un conflicto de baja intensidad. Dado que se espera que la presencia militar israelí persista en Gaza de alguna forma y que Hamás está lejos de estar totalmente erradicada, se prevé que la violencia armada continúe en Gaza en un futuro previsible”, señalan los investigadores de ACLED.
Los analistas de la organización confirman, además, que la actividad de Hamás en Cisjordania se ha disparado tras 15 años de “relativa inactividad”. En el último año, Hamás ha estado involucrado en 130 incidente violentos en Cisjordania, lo que representa un aumento del 135% respecto a los 12 meses anteriores. “Es probable que Hamás esté relacionado en otros de los centenares de actos de violencia no reivindicados ya que a menudo el grupo solo asume responsabilidad si el operativo ha sido asesinado —con el objetivo de protegerse ante la venganza israelí—”, sostienen los autores del informe.
Por último, durante este año Israel también ha puesto de manifiesto la “profundidad de su total dependencia de Estados Unidos, incluso cuando sus acciones han debilitado simultáneamente la influencia estadounidense en un clima geopolítico cambiante”, sostiene Levy.