Si alguna vez hubo un impulso a la autonomía estratégica europea fue a raíz de la caída de Kabul en agosto pasado. El cierre en falso de una operación militar de dos décadas de la OTAN en Afganistán suponía un vaso comunicante para avanzar en un mecanismo europeo que no dependiera de Estados Unidos para poner a salvo a ciudadanos europeos y colaboradores afganos antes de que cayera en manos de los talibanes.
El fracaso de Afganistán –como de Libia previamente, por ejemplo–, que se llevó por delante miles de vidas y millones de dólares, alimentó la idea de que la Unión Europea debía tener una voz propia en el mundo, añadió ingredientes al propósito de la Comisión Europea de ser un actor geopolítico; un jugador, no un terreno de juego.
Pero se atravesó Vladímir Putin y su invasión de Ucrania que, sobre todo, ha reforzado a una OTAN que estaba en el rincón de pensar; a una alianza militar y geostratégica nacida tras la Segunda Guerra Mundial, cuyo primus inter pares es el inquilino de turno de la Casa Blanca y tiene sus propias prioridades en el sistema mundo, como se aprecia en la cumbre de Madrid. Por ejemplo, en la inclusión de China como desafío, algo que preocupa más a Washington que a Europa; o la mirada indo-pacífica, que responde más a intereses estadounidenses que europeos. Porque, al final, no se trata solo de tanques y batallones, sino de áreas de influencia, economía, comercio, presencia, los flujos energéticos, frente a Rusia y China.
La invasión de Ucrania vino precedida de demandas de Putin a la OTAN, no a la UE. Las reuniones previas se producían entre Rusia y EEUU, sin la UE en la habitación. Y a través de la OTAN están llegando soldados, armas y dinero de EEUU a Ucrania y al flanco oriental de la Alianza Atlántica.
“Putin buscaba la finlandización de Europa”, ha dicho el presidente de Estados Unidos en la cumbre de la Alianza Atlántica de Madrid, “y va a conseguir la OTAN-ización de Europa”. La frase de Biden describe el momento geopolítico: la UE ha movilizado 2.000 millones de euros en armas para Ucrania a través del llamado Instrumento de la Paz, está proporcionando ayuda financiera para que el Estado ucraniano subsista en su día a día y ha prometido ayudas para la reconstrucción del país al tiempo que ha abierto sus puertas concediendo el estatus de candidato a Ucrania.
Todo eso es cierto. Incluso el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha conseguido que los 27 aprueben su brújula estratégica, que prevé una fuerza de acción rápida de 5.000 soldados y la compra conjunta de armas para optimizar las defensas de los 27.
Pero, a la hora de la verdad, Estados Unidos ha pasado en seis meses de 60.000 a 100.000 soldados en Europa. Y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha anunciado que las fuerzas de la Alianza Atlántica listas para desplegarse pasarán de 40.000 a 300.000. Así mismo, Biden ha desgranado un aumento de la presencia militar en Europa, en la cual se encuentra el incremento de cuatro a seis destructores en Rota –que deberá votarse en el Congreso y parte con el rechazo de Unidas Podemos–.
“Putin estaba buscando la finlandización de Europa. Va a conseguir la OTAN-ización de Europa. Es exactamente lo que no quería, pero es justo lo que hay que hacer para garantizar la seguridad de Europa”, decía Biden.
Pero no ha sido el único en hacer esa reflexión. No en vano, en esta cumbre se han abierto las puertas a dos nuevos miembros, ambos integrantes de la UE: Suecia y Finlandia, dos países que pidieron activar el artículo 42.7 de los tratados de la UE para activar el auxilio mutuo, pero han terminado pidiendo el ingreso en la Alianza Atlántica.
El primer ministro italiano, Mario Draghi, decía, informa Mariangela Paone: “Es un momento importante para la OTAN porque la Alianza se amplía y la presencia de Europa aumenta, llegamos a una correspondencia entre la Unión Europea y la OTAN y por tanto también muchas de las diferencias de opinión sobre la construcción de una defensa europea, que es lo queremos, se superan”.
El propio presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, afirmaba, informa Irene Castro: “Estamos en un momento definitivo de la seguridad Europa, estamos hablando de definir el trabajo sobre el que va a operar la OTAN en los próximos años. Se refuerza el peso especifico de Europa como proyecto político en tanto que hace 40 años había 16 aliados de los que 11 eran miembros de la UE, y ahora de los 30 miembros de la OTAN, 23 son miembros de la UE”.
La OTAN crece, se expande, se refuerza, se amplía, aumenta el gasto en defensa y, de la misma manera, debilita la hipótesis de la autonomía estratégica de la Unión Europea.