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Evo Morales: “Hay que hacer sacrificios para preservar la paz y yo estoy sacrificando mi candidatura, aunque tenga todo el derecho a ella”

Jo Tuckman

Ciudad de México —

Expulsado y exiliado de Bolivia, el presidente derrocado Evo Morales dice que no se presenta a las próximas elecciones de su país porque quiere evitar que la crisis actual se transforme en un conflicto civil o étnico aún mayor. “Es lo que temo y lo que tenemos que evitar, por eso renuncio a mi candidatura”, explica en una entrevista con The Guardian. “Hay que hacer sacrificios para preservar la paz y yo estoy sacrificando mi candidatura, aunque tenga todo el derecho a ella”.

Convertido en el primer presidente indígena de Bolivia desde que en 2006 asumió el cargo, Morales huyó a México el pasado 11 de noviembre. Tres semanas antes habían tenido lugar las elecciones que desataron acusaciones contra él por una victoria que la oposición consideraba amañada. Las protestas generalizadas que siguieron culminaron con el jefe del ejército boliviano diciéndole que abandonara el cargo. Un día después, la senadora de derechas Jeanine Áñez juraba como presidenta en funciones.

Al menos 32 personas han muerto desde entonces. Al parecer, en su mayor parte debido a la represión con que el ejército ha sofocado las marchas en favor de Morales. También ha habido momentos de mucha tensión social y racial entre las personas indígenas y pobres que marchan por Morales y las personas de mayor poder adquisitivo que las ven pasar.

El nuevo ministro de Interior, Arturo Murillo, amenazó con meter en la cárcel por el resto de su vida al expresidente. Acusa al progresista Morales de incitar las protestas contra el Gobierno que, según él, equivalen a terrorismo.

Desde su nuevo y provisional hogar en Ciudad de México, Morales responsabiliza de la crisis a la vieja élite “racista y vengativa” boliviana que ha organizado un golpe con la ayuda de Estados Unidos (“el imperio del norte”). Su prioridad ahora es ayudar a expulsar al “gobierno de facto” llevándolo a elecciones. “Le dicen que no a Evo y yo digo vale, no hay problema”, dice.

Morales se refiere al Parlamento boliviano, donde su partido Movimiento al Socialismo tiene mayoría, y a la ley aprobada para celebrar elecciones en cuestión de meses con un veto a su candidatura. La presidenta en funciones Áñez firmó el domingo el proyecto legislativo.

Morales había asegurado que cumpliría con el plazo de su mandato y no se iría hasta el 22 de enero, pero ahora admite haber desistido de ese propósito por el debilitamiento de las demandas que piden su regreso.

Los líderes de las protestas y el Gobierno interino alcanzaron el domingo un acuerdo. Áñez se comprometió a retirar a los militares a cambio de que los manifestantes levanten un bloqueo de carreteras que ha dejado a varias ciudades importantes con escasez de combustibles y alimentos.

“No es que renuncien a su lucha contra el golpe”, dice Morales, que hoy vive en una base militar mexicana y va acompañado por soldados de paisano en todo momento. “Pero la verdad es que la gente se cansa después de dos semanas de resistencia y de tantos muertos”.

El hombre que durante mucho tiempo fue un símbolo para la izquierda latinoamericana enfrenta además intentos de procesamiento por terrorismo y sedición, pero dice que su insólita y larga carrera política ha estado plagada de cargos “inventados” y que eso nunca lo ha detenido.

Morales proviene de una empobrecida familia de pastores de llamas del altiplano que se trasladó a la fértil región del Chapare para plantar hojas de coca. El tradicional cultivo es usado por la población local como un estimulante y por los narcotraficantes como la materia prima de la cocaína.

En los años 80 y 90, Morales se convirtió en una figura destacada de los movimientos de resistencia a las campañas de erradicación de coca forzadas en Bolivia por Estados Unidos. Se dio a conocer en todo el país con su elección como diputado en 1997, cargo que ocupó hasta 2002. Después ayudó a liderar el levantamiento social que forzó la salida del presidente Gonzalo Sánchez de Lózada un año después. “Lucha, lucha, lucha, lucha, lucha, de ahí vengo”, dice Morales con orgullo evidente y un poco de nostalgia.

Morales llegó al poder en las elecciones de 2005 y ganó con holgura su segundo y tercer mandato de 2009 y 2014. Sus gobiernos le dieron previsibilidad a uno de los países de mayor inestabilidad política del mundo, con trabajadores radicalizados, movimientos campesinos y una cantidad increíble de golpes militares.

Morales también cambió las reglas del juego al poner a la mayoría indígena en el centro del Gobierno y de las políticas, así como al reducir la pobreza y mantener a la economía en crecimiento con inversiones estatales.

Pero la lealtad hacia Morales ha ido disminuyendo a medida que permanecía en el cargo. Incluso Luiz Inácio Lula da Silva, expresidente de Brasil y cabeza visible de la llamada marea rosa de los presidentes progresistas latinoamericanos, consideró la semana pasada “un error” que Morales se hubiera presentado para un cuarto mandato.

Morales no está de acuerdo. En tres ocasiones dice que él no buscaba la candidatura. “Las organizaciones de lucha popular me pedían que fuera el candidato”. ¿Y se arrepiente de no haberlo rechazado? “No tengo nada que lamentar porque ganamos en la primera vuelta”, es su respuesta, que niega las acusaciones de fraude respaldadas por la OEA. “He cumplido con el mandato del pueblo, pero estos reaccionarios no pueden tolerar que haya un candidato indígena con el apoyo de los trabajadores, a eso se le llama lucha de clases; es una pelea que lleva ya mucho tiempo”.

Para Morales, los ecologistas que lo acusan de haber desprotegido los bosques del país son “herramientas del imperialismo” porque buscan impedir que Bolivia desarrolle sus recursos. Se ríe de los activistas que lo acusan de avivar, a propósito, una polarización “machista” de la política. “Yo soy el feminista”, responde. La participación de las mujeres en política se ha disparado durante su mandato.

Tras repasar un poco, el único “error” que dice encontrar es la eliminación de subsidios al petróleo en 2010. Se debe, dice, a que durante toda la vida ha puesto sus logros y su experiencia política al servicio del país. Por eso quiere regresar a Bolivia en cuanto sea posible (el MAS está tratando de pasar una ley que le dé inmunidad). “El tiempo pasa volando y la verdad es que espero estar de vuelta a finales de año”, dice.

Morales siente que aún le queda mucho por hacer, empezando por ayudar al partido a encontrar un candidato que lo sustituya. “Eso no es algo sencillo”, dice. “Mi plan era irme después de otros cinco años en el Gobierno, pero ahora, después de todo lo que me han hecho, es posible que me presente como candidato cuando pase ese tiempo”.

Traducido por Francisco de Zárate

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