Estamos en el colegio de primaria de la calle Koleti, en el corazón del barrio de Exarjia, famoso por su espíritu contestatario y alternativo. A los interventores de Syriza les brillan los ojos, mientras charlan en el colorido patio del centro. “Hay gente, en muchos barrios, que se está preparando para celebrar en el caso de que haya mayoría absoluta”, explica Andreas, jubilado. “Igual que en Pascua, bajarán a las calles a asar el cordero en el espetón”, promete, señalando cómo en muchas zonas tradicionalmente de izquierdas la gente aguarda ahora al futuro con esperanza.
“Syriza, Podemos, Venceremos”, proclama Andreas a coro con sus compañeros Eleni y Yannis. Preguntan por Pablo Iglesias y discuten sobre dónde tendrá lugar la celebración principal de la noche que ya se avecina. Todos cruzan los dedos con respecto al umbral de los 151 escaños necesarios para formar un gobierno independiente. “Dentro de poco lo sabremos”, exhala Yannis -también él con la pegatina de “Viene la Esperanza” en la solapa-.
En el caso de que fuera necesaria una coalición, él se decantaría por el Partido Comunista. “Pero ellos no quieren. Quizá sea necesario, aunque a mí no me guste, hacerla con Griegos Independientes”. Interrogado por la posibilidad de una coalición con los centristas de Potami, los califica de “sistémicos”. “Tienen intereses ocultos. Detrás está [el magnate] Bóbolas, que es un Berlusconi a la griega”, tercia Andreas.
A pesar de la divergencia ideológica, el grupo bromea con Sula y Zoí, dos interventoras del Partido Comunista. Ambas están tajantemente en contra de cualquier colaboración entre ambas formaciones, con independencia de las condiciones del pacto. “Es una cuestión de clase. Syriza sólo será otro gestor del sistema capitalista implantado en Grecia”, explica Zoí. “Quieren utilizarnos. Cuando nuestro sindicato, Pame, salía a la calle por los derechos de los trabajadores, nunca vinieron con nosotros. Si nunca ha habido ningún compromiso por su parte, ahora no puede haber boda”, exclama tajante. “Si el Partido pacta con ellos estará traicionando sus propias posturas. Somos formaciones totalmente diferentes, sin nada que ver. Si hay coalición, nosotros los militantes seríamos los primeros en irnos”, asegura Sula.
Anna, una técnica de actinografía que sale de votar acompañada por su marido, se declara también comunista. No ve probable una coalición, aunque a ella sí que le gustaría que ocurriera. “Si Syriza lo pide, depende de las condiciones que ofrezcan”. “Todas las fuerzas de izquierda deberían unirse, pero en la base, en la calle”, dice con exasperación su marido, contrario al pacto.
Una pareja joven sale cogida del brazo de una de las salas. Yorgos hace un gesto protector hacia su novia y contesta por los dos, mientras ella asiente. “Esperamos que haya participación. Lo más importante es que la gente joven acuda a votar para que haya un cambio”. Se muestra convencido de que, con el nuevo gobierno no habrá grandes diferencias en lo que respecta a las políticas europeas. “Salga quien salga, no tienen margen para cambiar la línea que está siguiendo el país”. Y el partido que, en su opinión, sí que podría hacerlo, no va a salir elegido, lamenta. “Ése es de Amanecer Dorado y no se atreve a decirlo”, susurran divertidos los interventores de Syriza.
Las salas en las que se sitúan las diferentes mesas están casi vacías, aunque los dibujos infantiles decoran abigarrados las paredes. Los responsables de mesa coinciden en que de momento la participación ha sido muy baja, votando principalmente personas mayores. “Los jóvenes vendrán a última hora, como de costumbre”, repiten unos y otros. De las más de 500 personas llamadas a votar en cada mesa, a las 4 de la tarde apenas lo han hecho 150.
Los escasos votantes que entran casi de uno en uno son heterogéneos. Algunos desconfían de los responsables de mesa y protestan cuando estos comprueban si el sobre está bien cerrado. Otros proclaman su elección a los cuatro vientos. “Yo he votado por Tsipras, que lo sepáis”, proclama con alegría un anciano de casi 90 años.