Este 2017 se perfilaba como el año del auge de la extrema derecha europea, del “despertar de la Europa continental”, como explicó en enero Marine Le Pen, entonces candidata presidencial francesa, en un congreso del eurogrupo parlamentario de extrema derecha, la Europa de las Naciones y las Libertades (ENF).
La celebración de elecciones en Países Bajos (14 de marzo), Francia (7 de mayo) y Alemania (24 de septiembre) provocaba cierta preocupación en el seno de la política europea. Líderes como Varufakis llamaron al voto al actual presidente de Francia, Emmanuel Macron, para que Le Pen no ocupara la presidencia.
El especialista en identidad europea y de sus desafíos nacionalistas Custodio Velasco considera que la crisis económica internacional, la inmigración a Europa y la corrupción de las instituciones constituyen “el contexto propicio para que los nacionalismos filofascistas exalten la política de las emociones, tales como los sentimientos nacionalistas, frente a valores supranacionales, multiculturales y de tolerancia que identifican a la UE”.
Pese a las particularidades de la extrema derecha en cada estado europeo, la principal causa es la crisis económica que afecta a todo el continente, a la que se suman los miedos de una parte de la sociedad: ideológicos y a la migración. También son antieuropeos y antiglobalización. “Muchos ciudadanos sienten que nadie les representa. Entonces aparecen estos partidos políticamente incorrectos que cubren una demanda social común, a la que los partidos tradicionales no se han adaptado”, explica a eldiario.es el investigador en el Real Instituto Elcano, Ignacio Molina.
Los “pies de barro” de los partidos ultras
Los partidos de extrema derecha han “llegado para quedarse”, asegura el investigador Ignacio Molina. Este profesor universitario afirma que los partidos pierden su “pureza” cuando gobiernan porque “no son capaces de gobernar mejor que los partidos tradicionales” contra los que se posicionan.
“Llegar al poder les supone una pérdida de apoyos o una moderación, porque tienen que ponerse de acuerdo con el Gobierno”, explica. El sociólogo Luis García Tojar asegura que estos partidos de extrema derecha que gobiernen fracasarán “porque no tienen soluciones para los problemas de un mundo que solo saben negar”.
Molina afirma que en 2016 la extrema derecha parecía “imparable”: el referéndum celebrado en los Países Bajos en contra de la entrada de Ucrania en la UE, el 'sí' al Brexit y el Gobierno de Donald Trump en Estados Unidos.
La “resaca” del Brexit y la llegada al poder de Trump “dieron una señal de alarma a la ciudadanía, que se movilizó [en 2017] para votar y frenar la deriva hacia el ascenso de la ultraderecha”, explica el profesor Velasco.
Esta movilización ha supuesto que el apoyo al partido eurófobo británico, el UKIP, haya bajado desde el 12,6% de los sufragios en 2015 hasta el 1,8% obtenido en las elecciones adelantadas al 8 de junio de este año, perdiendo a su único diputado de la Casa de los comunes.
Menos votos de los esperados
En Francia, Emmanuel Macron se consolidó como vencedor de las elecciones presidenciales con el 66,1% de los votos. Marine Le Pen, presidenta del partido de extrema derecha Frente Nacional, consiguió el 33, 9%. Aun con el sistema electoral de doble vuelta, que contiene la extrema derecha, la representación del Frente Nacional ha aumentado hasta los ocho diputados de 577 que conforman la Asamblea Nacional. El 13% de la población francesa optó por votar al partido de Le Pen, diez puntos más que en las elecciones legislativas de 2012 (3,66%).
Las encuestas dieron durante meses a Geert Wilders (PVV) como ganador en las elecciones de Países Bajos. Su campaña, basada en incitar el miedo hacia los musulmanes e inmigrantes, pareció funcionar hasta el mes de marzo, cuando la intención de voto bajó hasta la mitad.
Aun bajo estas circunstancias, el Partido por la Libertad (PVV) de Wilders se posiciona como segunda fuerza política en Países Bajos con el 13% de los votos. La alta participación en los comicios (81,9%) ha conseguido que el voto del PVV oscile con respecto a convocatorias anteriores. En 2012 el 10,1% de los neerlandeses optó por el PVV y en los anteriores comicios, en 2010, logró su máximo histórico con el 15,4% de los votos.
A pesar de los reveses de la ultraderecha en Francia y Países Bajos, ha vuelto a tener su auge en el centro económico de Europa. En los recientes comicios de 2017 en Alemania, el partido ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) no solo ha conseguido entrar en el Bundestag, el Parlamento alemán, sino que lo hace como la tercera fuerza, con un 12,6% de los votos. Esto supone casi ocho puntos más que en las anteriores elecciones
Alternativa para Alemania, fundada en 2013, ha conseguido escaños en algunos parlamentos regionales y también tiene dos diputados en el Parlamento Europeo. AfD consiguió la mayor parte de su fuerza electoral en la parte comunista del este, lo que antes de la reunificación era la República Democrática Alemana.
Actualmente, la Fiscalía alemana está investigando a esta formación por sospecha de incitación al odio racial después de que sus juventudes repartieran 150 botes de gas pimienta para “protegerse del ataque de inmigrantes norteafricanos”.
El bloqueo que sufre el Ejecutivo austríaco y la dimisión del líder del Partido Popular austríaco (OVP), que gobierna en coalición con los socialdemócratas (SPÖ), ha acelerado el proceso legislativo. La convocatoria se ha adelantado hasta el 15 de octubre, fecha en la que se decidirá el reparto de los escaños del parlamento.
El Partido de la Libertad de Austria (FPO), de corte ultraderechista, se convertiría en la segunda fuerza parlamentaria con el 23% de los votos, según la encuesta de Research Affairs de intención de voto de finales de agosto publicada en el diario Österreich. Pese al alto porcentaje atribuido a la formación, los sondeos llegaron a situar al FPO en primera posición hasta junio de este año.
El candidato presidencial del FPO, Norbert Hofer, rozó la victoria en los comicios de 2016 con un 46,7% de votos. El independendiente y miembro de los verdes, Alexander Van der Bellen, se aseguró la presidencia con un 53,3% después de perder en la primera vuelta electoral.
En otros países de Europa central
En Dinamarca, la gobierno en minoría necesita el apoyo del ultraderechista Partido Popular Danés (DF) para tomar decisiones. El 21,1% de los daneses se decantaron por este partido anti-inmigrantes. Una de las medidas más polémicas del Ejecutivo danés fue la “ley de las joyas”, que permite confiscar efectivo y objetos cuyo valor supere las 10.000 coronas (1.340 euros) para financiar los gastos de su estancia.
Suiza es uno de los pocos estados en los que gobierna la extrema derecha, de la mano de la Unión Democrática del Centro (SVP). Este partido obtuvo en las elecciones de 2015 el 29,4% de los votos.
En Italia el voto al partido ultraderechista Liga Norte obtuvo en los últimos comicios el 4,33% de los votos, lo que supuso entonces una bajada a la mitad respecto a 2008. Sin embargo, las encuestas de intención de voto prevén que para las próximas elecciones de 2018, Liga Norte obtendrá el 15% de los votos.
La clave de la educación
Los tres investigadores consultados coinciden en la importancia de la educación para evitar el auge de la extrema derecha. Velasco apunta la necesidad de profundizar en dos aspectos. Más allá de insistir en “promover expectativas de progreso material para la ciudadanía ante el desarrollo del precariado, base del descontento social del que se nutre la ultraderecha”
destaca la importancia de “fortalecer la autonomía de pensamiento y de crítica para combatir la posverdad y la política de las emociones”. Es ahí –indica– “donde adquiere relevancia social conocer las tragedias colectivas del siglo XX generadas por las ideologías dictatoriales, xenófobas o racistas”. Velasco explica: “conocer ese pasado traumático y no banalizarlo es esencial para construir una cultura política democrática y para extraer lecciones cívicas ante tragedias del presente”.
Tojar también insiste en la necesidad de acabar con las políticas de austeridad y volver a un estado de bienestar global distinto al anterior, que “ya no es viable”. Molina destaca la importancia de que los partidos tradicionales sean más transparentes y menos oligárquicos y corruptos para que no se argumente “que todos los partidos son iguales”.