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Las dos facciones de la extrema derecha compiten por la hegemonía en Europa

Unas palabras del candidato ultra de Alternativa por Alemania (AfD) llevaron al Rassemblement National de Marine Le Pen y a la Liga Norte de Matteo Salvini a anunciar una ruptura. La defensa de las SS nazis en un titular de un periódico italiano fueron demasiado para seguir compartiendo grupo parlamentario a las puertas de unas elecciones europeas en las que nadie duda de que el incremento de la presencia de las fuerzas ultras va a ser uno de los hitos de las noche electoral del 9 de junio. Está por ver en qué termina esa crisis de la extrema derecha, que se divide en dos grupos en el Parlamento Europeo: Conservadores y Reformistas (ECR) e Identidad y Democracia (ID).

Simplificando mucho, los partidos que forman parte de ID son mucho más ultras y entre ellos tienen algunos miembros filofascistas, como la propia Afd; mientras que en ECR, a pesar de que algunas fuerzas como los Fratelli d'Italia de Giorgia Meloni parten del postfascismo, han ido matizando su discurso para adecuarse a la institucionalidad democrática. De hecho, las formaciones de ECR son las que han logrado gobernar, como el polaco Ley y Justicia (PiS), que estuvo quince años en el poder hasta que Donald Tusk, con una plataforma que englobaba a varias fuerzas de la oposición, logró arrebatárselo.

Los dos grupos son euroescépticos, pero con puntos de partida diferente. ECR, que es donde se engloba Vox, nació en 2009 de la escisión de los tories británicos del Partido Popular Europeo (PPE). Aunque Reino Unido acabó votando salir de la UE bajo el mandato de David Cameron, ese partido defendía inicialmente un euroescepticismo moderado: no abogaba por la ruptura sino por una unión básicamente comercial y económica, pero que no conllevara la federalización total. En ECR son partidarios de reducir al máximo la cesión de competencias a la UE.

Destruir la UE desde dentro, romper los puentes y salir del club es la apuesta histórica de la mayoría de grupos que forman parte de ID. Esa ha sido la posición del Partido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders en Holanda; de Salvini o de Le Pen, aunque todos ellos han ido dando un viraje hacia la practicidad en los últimos años en buena medida para atraer a una parte del electorado que, siendo crítico con la UE, no concibe estar fuera del club. Es ahí donde emerge la posibilidad de que haya una reconfiguración y que esas fuerzas acaben convergiendo en un mismo grupo. La idea cobra más fuerza desde el momento en que Le Pen ha roto con AfD tras años yendo de la mano.

El colaboracionismo entre los partidos ha sido habitual, pese a no formar parte del mismo grupo como tal. Le Pen, por ejemplo, es una de las habituales en los actos internacionales de Vox.

Todos esos partidos son fuerzas ultranacionalistas y eso les lleva a tener posicionamientos irreconciliables entre sí o paradojas como la sintonía de Vox con Le Pen, que tiene entre sus propuestas el torpedeo a la llegada de productos agrícolas de España a Francia. Ninguno de esos dos grupos ha designado un Spitzenkandidat, es decir, un candidato global para defender la posición en la campaña.

A esos choques, se suman las batallas meramente nacionales que complican una unión de esos dos grupos que se ha buscado durante años sin éxito. Por ejemplo, los Fratelli d'Italia de Meloni son contrincantes directos de la Liga Norte de Salvini en su país, por lo que la colaboración posterior en la misma familia se antoja complicada. Con las encuestas de las próximas elecciones europeas en la mano, la unión de todas esas formaciones las convertiría en la segunda fuerza parlamentaria, por detrás del PPE y delante de los socialdemócratas.

A la lucha por los liderazgos internos, también se suman los recelos entre dirigentes de distintos países. El principal es el que tienen Meloni respecto a Le Pen. La primera ministra italiana trata de mancharse lo menos posible, como demostró en la convención organizada por Vox en Madrid, en la que intervino a través de un vídeo mientras que la francesa participó presencialmente en el acto al que también asistió el argentino Javier Milei. Viktor Orbán, que se quedó en tierra de nadie tras la expulsión del PPE, se ha alineado ahora con ECR. Tras las elecciones europeas, ¿quién tendrá el liderazgo, si finalmente el húngaro Fidezs se queda, Orbán que es el primer ministro más longevo y con más experiencia en el Consejo Europeo o una recién llegada Meloni a la que corteja el PPE?

La gran diferencia de ECR e ID este mandato ha tenido que ver con la guerra en Ucrania. Los dirigentes de ID tienen vínculos con Vladímir Putin. Marine Le Pen nunca ocultó su admiración por el presidente ruso, aunque desde la invasión ha recogido cable. En los últimos meses han emergido numerosas investigaciones que apuntan a la recepción de pagos procedentes del Kremlin para miembros de esos partidos, como AfD. En ECR son, en términos generales, más 'otanistas' y han tenido una posición de mayor apoyo a Kiev. De ahí que no todos en ECR estén felices con la posibilidad de sumar a Orbán, que ha torpedeado todo lo posible la ayuda europea a Ucrania durante los dos años de guerra.

Y es ahí donde ha marcado la diferencia la candidata del PPE y actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a la hora de levantar el veto a las fuerzas de la extrema derecha. “Para mí es importante trabajar con proeuropeos, pro-OTAN, pro-Ucrania, los grupos que apoyen claramente nuestros valores democráticos”, dijo la alemana, que estableció como condición ser anti-Putin para llegar a acuerdos. Eso lo cumple Meloni, como dejó claro en el debate electoral: “Es pro-europea, ha sido muy clara contra Putin y pro-estado de derecho. Le ofrezco trabajar juntas”. Antes había rechazo a fuerzas como AfD o Rassemblement National: “Pueden tener diferentes nombres pero tienen en común que quieren destruir la UE”.

Con las puertas abiertas para pactar con algunas de las formaciones de la extrema derecha, como ya han hecho muchos de los partidos de la derecha tradicional a nivel nacional, Europa se enfrenta a una derechización de sus instituciones, empezando por la Comisión Europea, donde habrá más comisarios de derechas que en el pasado mandato, y en el Consejo de la UE, donde están representados los Gobiernos de los 27. Y las formaciones ultraconservadoras ocuparán en torno a un tercio de los asientos en la Eurocámara, independientemente de que lo hagan divididas en dos grupos.