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La familia Trump se juega el futuro de su imperio inmobiliario en los juzgados de Nueva York

Una mujer sostiene una pancarta durante una protesta frente a la Torre Trump en la ciudad de Nueva York.

Javier de la Sotilla

Washington —

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El horizonte judicial de Donald Trump, con cuatro graves e históricas imputaciones, está en el centro de su campaña para las presidenciales del próximo año. Pero el magnate no se está tomando ninguno de esos casos, por los que se le acusa de un total de 91 delitos, tan en serio como el juicio civil por fraude que enfrenta en Nueva York. Desde su inicio a principios de octubre, ya ha acudido siete veces a los tribunales a pesar de no estar obligado, escenificando el que considera su caso más personal. Y no es para menos: la acusación de fraude continuado a la Organización Trump apela directamente a su imagen como empresario de éxito, al patrimonio de su imperio inmobiliario y a la herencia y expediente legal de sus hijos.

Después de testificar la semana pasada dos antiguos aliados reconvertidos en enemigos ­–su exabogado Michael Cohen y el exdirector financiero Allen Weisselberg­–, este miércoles le ha llegado el turno a su hijo mayor, Donald Trump Jr., y este jueves le ha seguido Eric Trump. Ambos están acusados junto a su padre, como vicepresidentes de la empresa, de inflar activos financieros para obtener mejores condiciones a la hora de pedir préstamos. Según la fiscal de distrito, Letitia James, habrían incrementado las valoraciones de sus propiedades en 2.200 millones de dólares entre 2011 y 2021, con lo que consiguieron créditos ventajosos de bancos y aseguradoras.

El próximo lunes declarará el expresidente, por primera vez bajo juramento, y el miércoles su hija Ivanka, que en un inicio también estaba acusada, pero finalmente el juez, Arthur Engoron, descartó las evidencias en su contra. “Deja en paz a mis hijos”, publicó Trump en su red social, Truth Social, en alusión al magistrado: “eres una desgracia para la profesión”, añadió.

La familia Trump, acostumbrada a la exposición pública por su aparición en el programa televisivo The Apprentice y por su destructivo papel en la política estadounidense, está más expuesta que nunca en este juicio. El juez ya dictaminó que son culpables de crear un esquema para cometer fraude financiero al estado de Nueva York. Lo que debe dirimir en las próximas semanas es si el fraude fue a propósito y, especialmente, el tamaño de la pena que merecen pagar Trump, sus dos hijos y su empresa.

Se juegan mucho más que su imagen: la fiscal ha pedido al juez que prohíba a Trump y sus hijos dirigir negocios, comprar inmuebles y pedir préstamos en Nueva York, y que les imponga una multa de 250 millones de dólares. Es decir, a la práctica busca expulsar al imperio inmobiliario del estado que lo vio florecer, según ha dictaminado el juez, fraudulentamente.

Entre otros activos, Engoron ya ha sentenciado que la Organización Trump manipuló las valoraciones de la icónica Torre Trump, donde el magnate dio el salto a la política al lanzar su primera campaña electoral. También de otras propiedades, como Trump Park Avenue, 40 Wall Street, 1290 Avenida de las Américas o los clubes de golf de Hudson Valley y Westchester. Si el juicio, que ya ha empezado con un gol en contra, termina en goleada, Trump podría llegar a perder el control sobre todo este patrimonio.

Un imperio familiar: el rol de los hijos de Trump

De los cinco hijos que ha tenido Trump en sus tres matrimonios, solo Donald, Ivanka y Eric –los tres mayores e hijos de su primera esposa Ivana– han tenido un cargo importante en la Organización Trump. Y aunque James imputó a los tres, el juez Engoron solo halló responsables de fraude a Donald y Eric.

Don Jr. (45 años), que ha declarado este miércoles, es el más interesado en política y un incendiario habitual en redes sociales, ante las cámaras de medios conservadores y en su podcast Triggered with Don Jr., que publica dos veces a la semana en la plataforma Rumble. Pero también está en la primera línea de la empresa familiar: como vicepresidente ejecutivo junto a su hermano Eric, forma parte del grupo de altos cargos con decisión sobre las finanzas de la Organización Trump. 

Tras licenciarse en Economía por la Universidad de Pensilvania en el año 2000, no tardó en entrar en el imperio familiar, donde en dos décadas ha cerrado la compra y arrendamiento de importantes propiedades que ahora están en tela de juicio, como la Torre Trump o el 40 Wall Street en Manhattan. Después de que su padre fuera elegido presidente en 2016, Don Jr. firmó unas declaraciones financieras que, según alega el juez, fueron clave en el esquema para cometer fraude. Esas declaraciones, donde se inflaba el valor de varias propiedades en cientos de millones de dólares, fueron luego entregadas a bancos y aseguradoras para obtener ventajas en el crédito.

“No sé nada sobre los principios generales de contabilidad, eso se lo dejo a mis contables” porque “confío en sus evaluaciones para tomar decisiones”, se ha defendido Don Trump ante las preguntas del juez. En una sesión sin cámaras de video, periodistas presentes en la sala reportan que ha testificado de manera ambigua sobre su papel en la empresa: “Hacía un poco de todo, desde diseño, ventas, márquetin, finanzas, construcción, lo que sea”. Y se ha limitado a responder “no lo recuerdo” a la mayoría de preguntas del juez, una opción que en los casos estatales es más favorable que acogerse a la quinta enmienda y no declarar.

Por su parte, Eric (39 años), el tercer hijo de Trump, es el más implicado de todos en el negocio familiar, está menos interesado en política que su hermano mayor y es el que mantiene un contacto más recurrente con su padre. Como vicepresidente de desarrollo y adquisiciones, este jueves se ha mostrado más combativo que su hermano ante el juez Engoron.

Al igual que Donald Jr., Eric Trump ha insistido en que no tuvo nada que ver con las valoraciones y ha responsabilizado a los contables, tanto dentro como fuera de la empresa. “Tenían más información y detalles sobre todo esto de lo que yo podía tener”, ha dicho, “yo no tuve constancia de nada hasta que este caso prosperó”.

Sin embargo, la fiscalía le ha enseñado correos que demostrarían lo contrario, en los que los contables le piden datos de las propiedades para hacer sus valoraciones. Y la evidencia presentada anteriormente prueba que ambos hermanos firmaron documentos en los que se daba información detallada a Mazars, la empresa externa con la que trabajaban para la contabilidad.

Licenciado en finanzas por la Georgetown University, entró muy joven en la Organización Trump y en 2017, cuando su padre empezó su andadura en la Casa Blanca, le dio su responsabilidad al mando de la empresa. Desde entonces, Eric es quien realmente dirige el día a día del imperio inmobiliario, y ha acompañado en varias ocasiones a su padre al tribunal de Manhattan. Este jueves ha confirmado, ante las preguntas de la fiscalía, que la Organización Trump “tiene una jerarquía piramidal” con su padre al frente: “trabajo con muchas personas, pero reporto a mi padre”.

El juez le preguntará este jueves por su relación con David McArdle, uno de los tasadores contratados por la empresa para manipular sus valoraciones, que el 18 de octubre declaró que había mantenido contacto con Eric. Hasta el momento, el hijo de Trump ha afirmado no conocer a McCardle y se ha defendido asegurando que es “un tipo de cemento”, es decir, que su padre confió en él la gestión de las propiedades, pero no el control de los libros de la empresa o la valoración de los edificios: “No soy contable, no soy experto en valoraciones. No pretendo ser ninguna de esas cosas. Dirijo y construyo propiedades, a eso me dedico”, aseguró.

Por último, Ivanka (42 años), que fue vicepresidenta de la empresa, dejó de serlo en 2017, cuando su padre le puso un sueldo público y una oficina en la segunda planta de la Casa Blanca, donde empezó a trabajar, junto a su marido Jared Kushner, como asesora del presidente. Si bien en su momento llegó a sonar como la más probable sucesora de Trump al mando de su imperio inmobiliario, Ivanka se ha mantenido en los últimos años al margen de la empresa. De hecho, fue eso lo que la salvó de la sentencia en su contra en este caso, a pesar de que en un inicio fue acusada por la fiscal James.

La segunda hija de Trump también se ha alejado de la escena política desde que su padre perdió las elecciones, y ni siquiera acudió al anuncio oficial de su campaña el noviembre pasado. “Siempre amaré y apoyaré a mi padre, pero de ahora en adelante lo haré fuera de la arena política”, se justificó entonces a través de su cuenta de Instagram. También trató de evitar testificar en el caso que nos ocupa, alegando que no participaba del día a día de la empresa, pero el juez le obligó a hacerlo en persona de todos modos.

El próximo miércoles, 8 de noviembre, deberá responder por su relación con Rosemary Vrablic, una trabajadora de Deutsche Bank con quien presuntamente negoció en 2011 las condiciones de 350 millones de dólares en préstamos. En la documentación aportada por la fiscal, se incluyó un correo en el que Vrablic dijo a sus jefes que “Ivanka Trump se convertirá en cliente seguro. Ella es la aparente heredera de este imperio”. Aunque ni esta ni otras pruebas fueron suficientes para que el juez dictara sentencia en su contra, igualmente declarará la semana que viene.

Un golpe a la identidad de Trump

El exmandatario se convirtió en una celebridad vendiéndose como un hombre hecho a sí mismo, pero esa imagen de empresario de éxito no casa con la de uno que se inventa el valor de sus activos para prosperar cometiendo fraude. Según ha certificado el juez, gran parte de la riqueza de Trump –que en su vida ha declarado hasta seis bancarrotas–, fue construida artificialmente: inflaba el valor de sus propiedades para obtener créditos, que luego invertía en nuevas propiedades, cuyo valor también manipulaba, y así sucesivamente.

Los demás casos que pesan sobre el magnate, cuyos juicios coincidirán también con la campaña electoral, son mucho más graves que el fraude financiero y podrían llevarlo a la cárcel. Se le acusa de intentar amañar el resultado de las elecciones presidenciales en Georgia, de tratar de impedir la transferencia pacífica del poder tras perder los comicios, de haberse llevado y retenido cientos de documentos clasificados a su club privado de Florida cuando abandonó la Casa Blanca y de falsificar, en plena campaña electoral, documentos fiscales para esconder el soborno a la actriz Stormy Daniels, con quien había mantenido una relación extramatrimonial.

Sin embargo, el victimismo que ha sacado a relucir en todos estos casos, acusando al sistema judicial y al supuesto “estado profundo” de estar cometiendo una “caza de brujas” contra él, le está dando rédito político. En estos momentos, Trump lidera con contundencia las encuestas de primarias republicanas, con el 57,6% de los apoyos (40 puntos por encima del segundo clasificado, Ron DeSantis), y está prácticamente empatado con su más que probable rival el 5 de noviembre del 2024, Joe Biden.

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