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La extrema derecha flamenca resucita en Bélgica por la crisis de Molenbeek y los refugiados

Pasado el estado de alerta máxima de Bruselas en noviembre y diciembre, las encuestas vuelven a demostrar que, políticamente, Bélgica parece dos países y no uno: mientras al norte los flamencos (que hablan holandés) respaldan masivamente a la derecha, la balanza se inclina hacia la izquierda en Valonia (francófonos). Pero la experiencia antiterrorista, la llegada de refugiados y la crisis de Molenbeek, el distrito bruselense de donde han salido medio millar de vecinos para unirse al Estado Islámico, pintan un escenario nuevo, según la encuesta del 26 de enero de Le Soir: renace la extrema derecha racista en Flandes y aparece por vez primera la izquierda radical en Valonia y en Bruselas.

De acuerdo con este sondeo, el independentista, euroescéptico y abiertamente xenófobo Vlaams Belang (“Interés Flamenco”) renace después de una travesía de diez años en el desierto: en 2004 el VB era el primer partido flamenco y obtenía uno de cuatro votos en Flandes; ahora roza el 12% en la región (obtuvo menos de la mitad en las regionales). El ganador de las encuestas, la N-VA (Nueva Alianza Flamenca, 28,5%) del alcalde de Amberes Bart de Wever, también quiere separar a Flandes de Bélgica, pero aunque no comparte la naturaleza racista del Vlaams Belang está endureciendo su discurso al calor de los últimos acontecimientos.

“Se podría establecer un paralelismo entre la N-VA y el partido de Nicolas Sarkozy en Francia, que recoge postulados que parecen copiados del Frente Nacional”, indica el politólogo flamenco Dave Sinardet, profesor de la Universidad Libre de Bruselas. “Sus dirigentes cuestionan la convención de Ginebra o lanzan duras soflamas contra el yihadismo radical para captar esos votos”. En las elecciones regionales de 2014 la NVA obtuvo el 32%.

Sinardet opina, sin embargo, que “aunque a primera vista los partidos de derecha triunfan en Flandes y los de izquierda en Valonia, la opinión pública no está tan lejos en ambos lados”. Pero en Flandes el segundo partido son los cristiano-demócratas (17%) y el cuarto los liberales (12,5%) seguidos del Vlaams Belang, lo que da una clara mayoría conservadora.

Un dato: el 46% de los valones apoyó la huelga total en los ferrocarriles a principios de enero por solo un 24% de flamencos. Y nunca está de mal recordar que los electores francófonos no pueden votar a partidos políticos flamencos y viceversa por las sucesivas reformas constituciones que han federalizado el país desde los años 70. Solo en Bruselas, mayoritariamente francófona, se puede votar a todos indistintamente de la lengua.

Muy distinto es el escenario en la francófona Valonia, que tiene el 13% de paro frente al 6% en Flandes (y el 20% en Bruselas). El hegemónico Partido Socialista se mantiene a la cabeza de los sondeos (27%) en una región que controla desde la Segunda Guerra Mundial salvo contadas excepciones. El conservador MR, del que procede el primer ministro federal Charles Michel, se estanca en el 23%. Y se dispara la formación de izquierda radical PTB (Partido del Trabajo Belga, 9%), un antiguo partido maoísta que pisa los talones a los liberales y ecologistas.

El líder del PTB, Raoul Hedebouw, decía esta semana en la televisión que “hay que preguntar a los socialistas por qué pierden votos”. “Cuando vemos que François Hollande pierde votos en Francia en beneficio de Marine Le Pen, hay que felicitarse de que en Bélgica haya todavía una fuerza de oposición que dé esperanzas a la gente y crea que todavía es posible hacer pagar a los ultra-ricos más impuestos, y no apuntar contra el parado o el inmigrante”, explicaba Hedebouw.

La principal caída del PS se da en la región de Bruselas, que pasa del 25% en las elecciones de 2014 al 18%, adelantado por el conservador MR que coge impulso por su gestión –errática pero decidida- de la crisis antiterrorista, en la que se cerraron colegios, institutos, mercados y centros comerciales y se sacó al ejército a las calles (y aún sigue apostado en ellas) durante una semana. El PTB logra un sorprendente 7% en Bruselas.

Las encuestas relacionadas con la crisis migratoria explican el renacimiento de la extrema derecha: un 66% de los consultados cree que Bélgica acoge demasiados inmigrantes. Un 81% está “muy de acuerdo” o “más o menos de acuerdo” con que el flujo de refugiados en Europa y en Bélgica representa “un problema para nuestra manera de vivir”. En Bruselas, uno de cada cinco residentes es musulmán practicante. Un 73% opina que la amenaza de un atentado terrorista como el que asoló París el 13 de noviembre sigue ahí.

Los sondeos de Le Soir también arrojan un dato esperanzador: un 67% cree que Bélgica tiene futuro como país. Ahora es la inmigración y no la independencia el asunto que espolea a las diferentes derechas belgas.