“He decidido bajar al terreno de juego y ocuparme de lo público porque quiero vivir en un país liberal, que no sea gobernado por fuerzas inmaduras y por hombres vinculados a un pasado fracasado política y económicamente”. En 1994, Silvio Berlusconi (Milán, 1936) se presentaba como la novedad que regeneraría el país. “El movimiento político que os propongo se llama Forza Italia”.
Coincidiendo con el procedimiento parlamentario que en menos de un mes le llevaría a la inhabilitación política, Silvio Berlusconi y el equipo de comunicación del PDL (Partido de la Libertad, su actual partido) vuelven a relanzar la actividad política del exprimer ministro bajo el antiguo logo de Forza Italia.
La cartelería urbana pero sobre todo Facebook, Twitter y correos electrónicos irrumpen desde hace unos días con el eslogan “Forza Italia, Forza Silvio”. También las avionetas aprovecharon el día festivo de ayer, para que en las playas italianas no faltaran mensajes de apoyo al Cavaliere. Las cifras del partido hablan de 2.000 voluntarios digitales en la web forzasilvio.it.
Berlusconi se presentó a las elecciones legislativas de 1994 en un momento de desgaste generalizado de la clase política transalpina. A principios de los noventa, un equipo de fiscales de Milán investigó la financiación ilegal de partidos como la Democracia Cristiana, en primera línea de gobierno durante más de 40 años, y el Partido Socialista.
Todos los principales partidos estuvieron vinculados con la corrupción, la extorsión y la financiación ilegal. Mientras, Cosa Nostra se llevaba la vida de los magistrados Falcone y Borsellino, Roma experimentaba su primer gobierno técnico de transición con Ciampi, y el histórico Partido Comunista Italiano dejaba de tener tanto peso tras la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética. El sistema de alianzas parlamentarias que regía a Italia desde 1948 había quebrado.
Berlusconi será quien utilizará a su favor, de forma moderna y pionera, sus medios de comunicación, para llegar a la política en la Italia del Nuevo Orden Mundial. Il Cavaliere, con un estilo y retórica muy personal y efectiva, aprovechará al máximo el concepto más actual de la comunicación política. El 26 de enero de 1994 pronunciará las históricas palabras: “Bajaré al terreno de juego”.
En las últimas semanas Berlusconi reafirma, tras casi veinte años, querer volver a la política. Esto coincide con la sentencia del Tribunal de Casación (Tribunal Supremo) cuya sentencia ha confirmado una pena accesoria de tres años de inhabilitación para ejercer cargos públicos y un año de cárcel como pena principal. Al tener más de 70 años, cumplirá esta última a través de arrestos domiciliarios o servicios sociales.
Dos días más tarde de la condena, el 4 de agosto, el exprimer ministro organizaró una manifestación delante de su casa en Roma, Palazzo Grazioli, en el número 102 de Vía del Plebiscito. Mil personas en un cruce del centro de la capital italiana es el escenario perfecto, supuestamente, para aparentar más consenso entre los gritos de apoyo. El detalle importante que dará comienzo a la nueva ofensiva política del Cavaliere: las banderas ya no son tan azules, como el Partido de la Libertad. Son verdes y rojas, simulando la bandera transalpina. Había vuelto el logo de Forza Italia.
Al más puro estilo propagandístico, Berlusconi, volvió a acusar la justicia de partidista: “Mirando al Artículo 1 de nuestra Constitución [Italiana], en ningún sitio está escrito que la soberanía reside en la magistratura”. “He pasado los peores momentos de mi vida”, añade mientras es vitoreado por el millar de manifestantes presentes con banderas tanto del Partido de la Libertad como de Forza Italia.
Uno de los elementos de fricción de la política italiana está siendo el chantaje del Partido de la Libertad, y su líder en la retaguardia, en relación a la estabilidad del gobierno. El de Enrico Letta, es un Eejecutivo basado en lo que desde Roma se denomina “amplio entendimiento”, o sea, un Gobierno consolidado en una coalición parlamentaria entre centroizquierda (Partido Demócrata) y centroderecha (Partido de la Libertad). La división en cuartos de la representatividad de los partidos políticos en el Parlamento, el auge del Movimiento 5 Estrellas de Grillo y, sobre todo, la necesidad de una rápida recuperación económica; ha favorecido que los dos partidos que pensaban obtener un día el bipartidismo, ante la mediocridad electoral del pasado febrero, hayan decidido colaborar con un gobierno de amplia mayoría.
PD y PDL juntos, pero con una condición: eliminar el IBI italiano. Fue la gran promesa de Berlusconi en campaña electoral, y estaba dispuesto a pagarlo personalmente. Éste es el requisito que atormenta principalmente el gobierno de Enrico Letta desde su sede en Palazzo Chigi.
El chantaje hasta ahora se centraba (y en la Opinión Pública se sigue centrando) en las sentencias judiciales que condenaran a Berlusconi: si Berlusconi va a la cárcel, el PDL no tendría líder, por tanto el partido retiraría su apoyo al actual Ejecutivo formado a finales de abril. Pero en un contexto legislativo evidente de separación de poderes, era un chantaje más factible la eliminación de la tasa de propiedad por la vivienda principal. De no ser finalmente así, sí que habrá elecciones anticipadas.
¿Podría Berlusconi ganar las próximas elecciones? No, por dos razones. La primera, es que ya ha sido condenado a 12 meses de cárcel. Incluso pidiendo y obteniendo un indulto, no evitaría la inhabilitación para ejercer cargos públicos durante tres años como pena accesoria. La segunda es que, incluso sin ningún tipo de indulto ni gracia procedente del presidente de la República, Giorgio Napolitano, si hubiera elecciones mañana, la reciente ley conocida como Monti-Severino haría de Berlusconi inelegible por tener precedentes penales por fraude fiscal.
Resulta una incógnita qué será de la derecha italiana sin Silvio Berlusconi. Un elemento que caracteriza Forza Italia es que se trata un partido que, al contrario que otras formaciones italianas y europeas, no tiene un procedimiento estipulado acerca de cómo debería ser la sucesión del líder, en este caso el primero. El jefe es él, da igual que sea Mediaset, el Milan, Medusa Film. O Forza Italia. Aun así, surgen nombres.
Hay quien ha sospechado la entrada en la escena política del presidente del holding Fininvest Marina Berlusconi (Milán, 1966) para salvar la herencia política de su padre. Pero ella, hace dos días, ha aclarado: “Como mis declaraciones no consiguen frenar las voces acerca de mi posible candidatura, reafirmo categóricamente que nunca he tomado en consideración la hipótesis de participar en la vida política”. Fuentes del partido confirman que el enunciado de la primogénita de Berlusconi podría mantenerse firme.
La opción lógica es Angelino Alfano (Agrigento, 1970), líder escogido arbitrariamente por el Cavaliere. Abogado y desde hace 12 años miembro de la Cámara de los Diputados está cumpliendo bastante con su imagen hacedora y conciliadora junto al presidente del consejo de ministros italiano Enrico Letta (Partido Demócrata) en un gobierno que, a fin de cuentas, es de gran coalición y ,por tanto, ideológicamente divergente. Lo cual obliga a que la convergencia política sea por el bien de los italianos y su país en plena crisis.
Reinventarse o morir, como en una empresa. Como en las tantas que dirige. Berlusconi con la vuelta de Forza Italia, pretende la misma legitimación popular que en 1994. Entonces lo que no funcionaba era Italia. Ahora, supuestamente, también.