Mientra Francia entera seguía sobrecogida los secuestros terroristas que acabaron con la vida de cuatro rehenes y de los asesinos de Charlie Hebdo, Jean Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional, pedía ayer el voto para su hija con un eslogan tan poco sutil y con una foto de Marine sonriente.
En un momento de zozobra para los franceses la ultraderecha no ha perdido la oportunidad de intentar pescar apoyos en aguas turbulentas, y ha sacado todo su arsenal en numerosas apariciones públicas, en las que ha pedido un referéndum para reinstaurar la pena de muerte, condenar sin tapujos a los islamistas radicales o cargar contra la izquierda del país por no invitarles a la marcha prevista para el domingo.
La crisis de Charlie Hebdo y la gran marcha republicana prevista para el domingo en París -con la que las autoridades francesas intentan escenificar la unidad nacional y la defensa de los valores de libertad y tolerancia- ha desatado una nueva crisis política en el país galo y ha profundizado en las heridas abiertas en el seno de la sociedad entre la ultraderecha y el resto de partidos.
El ultraderechista Frente Nacional (FN) no ha sido invitado por los organizadores iniciales del evento –el Partido Socialista y varias formaciones de izquierda y sindicatos-, que aseguran que la formación liderada por Marine Le Pen no puede considerarse un “partido republicano”, ya que no defiende los valores de tolerancia, igualdad, lucha contra el racismo y el antisemitismo en los que se fundamenta la democracia francesa.
Aunque dentro del seno del Partido Socialista voces discordantes han recordado que se trata de una marcha de unidad abierta a todos los ciudadanos, destacadas figuras de la izquierda como la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se han negado a marchar codo con codo con los seguidores de una formación que se opone a la inmigración, especialmente la procedente de países de mayoría musulmana.
“No hay espacio (en la marcha) para una formación política que, desde hace años, divide a los franceses, estigmatiza a los ciudadanos en función de su origen o de su religión o no busca unificar a los franceses”, ha dicho uno de los organizadores del evento, el diputado socialista François Lamy.
La derecha, sin embargo, que pesca en el mismo charco de votos que el FN, sí se ha mostrado partidaria de que los seguidores de Le Pen participen en la manifestación de mañana, a la que también acudirán la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente español, Mariano Rajoy, o el primer ministro italiano, Matteo Renzi. En el seno de la UMP, liderada por Nicolas Sarkozy, numerosas voces han denunciado la exclusión del FN. “No podemos hablar de unidad nacional y excluir a varios millones de ciudadanos”, ha dicho el ex primer ministro François Fillon.
Mientras Marine Le Pen, cuyo partido obtuvo el 25 por ciento de los votos en las últimas elecciones europeas, se ha presentado como una víctima, “no voy donde no me quieren”, dijo ayer tras una reunión en el palacio del Elíseo con el presidente François Hollande –que también asistirá a la marcha-, tampoco ha desaprovechado la oportunidad para intentar sacar rédito de la situación. “Hay que llamar a las cosas por su nombre, es un atentado terrorista cometido en nombre el islamismo radical”, dijo el pasado miércoles, pocas horas después de que los terroristas cometieran una masacre en la sede del semanario Charlie Hebdo. Ayer, con el país aterrorizado y sobrecogido por la barbarie, la líder del Frente Nacional pedía un referéndum sobre la pena de muerte.
Menos sutil aún ha sido su padre, Jean Marie Le Pen, presidente de honor del FN, que ayer sembraba la polémica en las redes sociales al publicar en Twitter una foto de Marine tras el eslogan “Keep calm and vote Le Pen”, una variación del lema ideado por las autoridades británicas durante la segunda guerra mundial (Keep calm and carry on) que pedía a los ciudadanos que mantuvieran la tranquilidad y siguieran con su vida normal.