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Frontera dura o salvaguarda: la clave irlandesa del pinchazo de May con el Brexit

La primera ministra británica, Theresa May, ha sufrido su pinchazo más grave en la accidentada ruta hacia el Brexit. En el último momento, la mandataria ha aplazado la votación para aprobar en el Parlamento el acuerdo cerrado con Bruselas. May da por hecho que el plan iba a ser rechazado este martes “por un amplio margen”, a causa del aspecto más debatido durante estas semanas en Reino Unido: la cláusula de “salvaguarda”.

Durante el último año, el Gobierno de May trabaja en el concepto de “salvaguarda” -backstop por su denominación inglesa- con Irlanda como una premisa imprescindible para aprobar el acuerdo del Brexit. Ahora, se ha convertido en la palanca con la que May pretende convencer a los miembros del Parlamento escépticos con el acuerdo; si no hay acuerdo, la ruptura total con la UE es un salto al vacío que dejaría sin precisar el futuro de la frontera Reino Unido e Irlanda del Norte.

¿En qué consiste la ‘salvaguarda’?

La famosa “salvaguarda” del Brexit en relación con la frontera norirlandesa busca asegurar que no se vuelva a instaurar una frontera dura entre los territorios de Irlanda e Irlanda del Norte. Una de las mayores preocupaciones en torno a la salida de Reino Unido de la UE ha sido la idea de que se dirijan oficiales de aduanas encargados de controlar el flujo comercial o que incluso se destine personal militar a la zona, si falla la seguridad.

Una vez que Reino Unido no sea un Estado miembro de la UE, por defecto se instaurarían las políticas comerciales pertinentes: control aduanero más severo, regulación según el origen de la mercancía, introducción de tasas e impuestos sobre bienes específicos, controles dirigidos específicamente a los estándares de calidad y mayores restricciones en cuanto a la entrada de productos derivados de animales. Todo sumado al gran impacto generado sobre la cooperación de comercio norte-sur y, por supuesto, autorregulado.

Según el acuerdo actual del Brexit que todavía debe aprobarse en Londres, Reino Unido se mantendría en sintonía con las directrices europeas de comercio común, lo que significa que continuaría siendo parte de la unión aduanera de la Unión Europea, al igual que Irlanda del Norte. En este caso, es la institución la que continúa al cargo de las regulaciones comerciales, que son mucho más “livianas”.

La UE quiere que la ‘salvaguarda’ afecte exclusivamente a Irlanda del Norte, mientras que May busca que se aplique a todo el Reino Unido, tal y como ha defendido en el discurso que brindó en el Parlamento para aplazar la votación del acuerdo. Con ello, se ha ganado la crítica de muchos diputados conservadores, que desprecian la idea de que el país siga ligado a la política dirigida por Bruselas a largo plazo.

Por qué preocupa una frontera dura en Irlanda

En el pasado, la necesidad de fuertes aduanas y controles fronterizos significaba que la frontera con Irlanda era física, que no constituía únicamente una realidad política o legislativa. Actualmente, la frontera no supone una “barrera” en ningún aspecto. La población viaja libremente entre Reino Unido, Irlanda e incluso la Isla de Man, con un leve control de documentación, tal y como se fijó en el acuerdo de 1973. La inseguridad y el desconocimiento de cómo podría variar este aspecto, es decir, sobrepasando los límites de lo comercial, no son de agrado de la sociedad, ni tampoco del Gobierno irlandés.

“El hecho de que Irlanda del Norte comparta una frontera terrestre con otro estado soberano, que el tratado de paz que tanto costó forjar entre ambos territorios durante las últimas dos décadas y el hecho de que el Brexit crearía una situación totalmente nueva al respecto” son, en palabras de la propia May, las razones por las que no se puede forzar la aprobación del acuerdo sin solventar las diferencias de la “salvaguarda”.

Bruselas no renegociará el acuerdo

Mientras la primera mandataria británica busca un mínimo consenso en la Cámara de los Comunes -por el momento solo cuenta con 315 votos para sacar adelante su propuesta de acuerdo de los 320 que necesita-, el resto de partes implicadas no parecen tan dispuestos a darle otra vuelta al acuerdo.

“Es un acuerdo que conllevó un año y medio de negociaciones. Tiene el apoyo de 28 gobiernos y no es posible reabrir ninguno de sus componentes sin reabrir todos los aspectos que contiene”, dijo el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, poco antes de la sesión extraordinaria convocada el lunes por May.

En cuanto a la “salvaguarda”, Bruselas ha defendido que sea Irlanda del Norte la incluida en esta garantía y, por tanto, que continúe dentro de la unión aduanera y en parte del mercado único. Reino Unido no ha visto esta opción del todo clara debido a la gran cantidad de bienes que llegan por mar irlandés. De modo que gran parte de los servicios intercambiados entre territorio norirlandés y británico experimentarían un control exhaustivo.

May ha rechazado de manera reiterada esa propuesta al afirmar que pondría en peligro la integridad constitucional de su país. Ahora, sin embargo, está entre la pared o la espada, una que portan los propios tories.

¿Puede May estirar el plazo de votación con esta premisa?

La UE dejó muy claro a través de la portavoz de la Comisión Europea, Mina Andreeva, que no renegociará el acuerdo con Reino Unido por ser “el mejor acuerdo”. “No vamos a renegociar y trabajamos con la idea de que Reino Unido se va de la UE el 29 de marzo”, ha asegurado Andreeva, apretando así las tuercas a la ya asfixiada May.

Dos años de negociaciones truncadas por la cláusula de “salvaguarda” son razón suficiente, aparentemente, para dar el documento del Brexit resultante por perdido. Guy Verhofstadt, el coordinador del Brexit en el Parlamento Europeo , ha criticado en Twitter que después de este tiempo el Gobierno quiera “aplazar el voto”. “Tened en mente que no decepcionaremos a los irlandeses. Este aplazamiento empeorará la incertidumbre de la gente y de los negocios. ¡Es hora de que se aclaren!”:

Tras la declaración de May en la cámara parlamentaria, su portavoz ha desmentido a la prensa asistente que la negociación se aclarara de aquí a fin de año. La intención es que la votación tenga lugar en enero, dejando dos meses de margen para coser los hilos que cuelgan del acuerdo del Brexit antes del 29 de marzo, una fecha que desde el Partido Conservador pretenden respetar.