Mariangela Paone es italiana, vive en España y durante varios años estuvo visitando Grecia. Conoce a la perfección los tres países del sur europeo donde más fuerte ha pegado una crisis económica que ha causado un severo empobrecimiento de su población.
Pero el caso griego ha sido el más lacerante para la ciudadanía: niños que se desmayan en clase por no comer, hospitales de campaña para atender a los que se queden fuera del sistema por no tener trabajo, una tasa de paro alarmante (aún más grave en el caso del empleo juvenil) y el ascenso de una formación ultraderechista que culpa a los inmigrantes de la situación de los griegos. Son esas historias, las que cuenta la gente de la calle, las que la periodista recoge en Las cuatro estaciones de Atenas (Libros del KO). Un libro para que “no nos olvidemos tan pronto de lo que ha pasado”, como afirma ella misma.
¿Influyó en la crisis griega la organización de los Juegos Olímpicos de 2004?
En aquel año se vendió el sueño de un país moderno, pero a costa de unos gastos inasumibles. La estampa de lo que fue y queda ahora es el abandono de las infraestructuras de entonces. Se lo creyeron porque querían venderlo, pero cuando estalló la burbuja se dieron cuenta de que todo era barro.
¿Se puede comparar el caso español con el griego?
No lo creo. El deterioro del tejido social en estos últimos cuatro o cinco años ha sido mayor allí. Por lo menos en España la estructura social se ha mantenido, pero es verdad que con el paso del tiempo algunas cosas que solo se veían en Grecia han empezado a ocurrir aquí. Por ejemplo, los comedores escolares que abren en verano: esta es una de las historias que salió hace unos años por la crisis griega, con casos de niños malnutridos que se desmayaban en clase por no comer lo suficiente.
¿Qué ocurrió en Grecia en 2009?
Con el tiempo se ha confirmado lo que decían algunos economistas: fue un experimento de austeridad, de aplicar medidas de recorte, para ver cómo funcionaba y si se podía replicar o no y hasta qué punto. En los otros rescates se fueron haciendo ajustes. Pero está claro que se probó sobre Grecia.
Se suele responzabilizar de gran parte de la crisis a que en Grecia pudieran jubilarse a los 50 años.
Contar los efectos de los recortes no significa olvidarnos de lo malo que había antes de la crisis. No hay que negar que había un sistema de privilegios disfuncionales que han creado posiciones de beneficio inaceptables. Decir esto va en paralelo a que lo hecho en estos cinco años ha causado sufrimiento en la población. Que había males antes, claro. Pero no estoy segura de que lo anterior haya sido erradicado durante la crisis, porque precisamente es donde ha habido mayores resistencias al cambio.
Una de las historias más alarmantes que cuenta es la del aumento del VIH en Atenas. ¿A qué se debe?
Hay un rebrote muy importante de la drogadicción en la calle, y el aumento del VIH está relacionado con el incremento de la pobreza de los drogadictos, y de los servicios insuficientes para ellos, como ocurre con las jeringuillas. Utilizan drogas más baratas, más peligrosas, y que se consumen de formas poco recomendables.
En el capítulo que dedica a la sanidad relata cómo un director de hospital niega todas las denuncias de los médicos sobre el desabastecimiento. ¿Por qué lo hacen?
Él decía que el presupuesto para su hospital era suficiente y que se cumplía. Es la respuesta burocrática estándar, cuando yo venía de hablar con los profesionales en los pasillos y me contaban otra historia. La oficialidad que te dice no hay problemas, y al lado la enfermera te cuenta que se lleva guantes de casa porque no tienen en el trabajo. En estos años de crisis hemos jugado con ese doble relato: por un lado, los que cuentan lo que ocurre en el día a día, y por otro, los que niegan la realidad.
En el libro recoge testimonios de griegos que rechazan que los inmigrantes puedan acceder al sistema público. ¿Ha crecido la xenofobia por la crisis?
A nivel popular se ha creado una guerra entre pobres. Cuando algo escasea se convierte en un problema, y surgen estas situaciones. Mucha gente se queja de la presencia de inmigrantes, lamentando que no encuentran trabajo porque a un bangladesí le pagan la tercera parte. No creo que los griegos sean racistas, pero el sentimiento antiinmigración ha crecido alentado por la ultraderecha de Amanecer Dorado y por el mismo partido de Gobierno, con el propio primer ministro llamando a “limpiar la calle” de zonas “acorraladas” por los inmigrantes. Pero es cierto que Grecia es una de las principales puertas de entrada de inmigración hacia Europa: hay estimaciones que hablan de un millón de inmigrantes en situación irregular en un país de 11 millones de habitantes. Y Europa se debería hacer cargo de ello.
¿Cómo se le explica a alguien que no sepa de la situación en Grecia el ascenso de Amanecer Dorado?
Ha crecido en las brechas dejadas abiertas por el Estado. Con el estado de bienestar paralelo que han querido montar, querían suplir las deficiencias y fomentar ahí el apoyo popular. No se entiende su ascenso sin mirar a la forma en la que han ido construyendo su base de apoyo, al rellenar esos huecos que los grandes partidos y el Gobierno han dejado atrás. Han trabajado a escala local, como una organización de barrio, siempre centrándose en los de casa y rechazando a los inmigrantes.
¿Cómo funciona el partido neonazi?
Visitar una de sus sedes locales sirve para ver cómo funcionan a nivel estatal. Allí tienen una oficina de distribución de comida y ropa, una asesoría laboral, o un call center para que la gente llame y cuente sus problemas. Para entender el ascenso de Amanecer Dorado hay que fijarse en cómo han construido su base de apoyo popular. Han hecho el trabajo que hacían los partidos de antaño. Esto ha ido acompañado del mensaje de que son los únicos con las manos limpias. Luego hay muchas especulaciones sobre el origen de la fuerza, también económica, de Amanecer Dorado, aunque nadie hasta ahora haya conseguido profundizar en sus relaciones con algunos banqueros o empresarios de grandes navieras.
Parece que los apoyos con los que cuentan no han parado de crecer.
Si tenemos en cuenta los resultados electorales que han tenido, la respuesta desafortunadamente es sí. Aunque hubo un batacazo después del asesinato del rapero Pavlos Fyssas en septiembre de 2013, en las europeas volvieron a cosechar un porcentaje importante de votos. Hay quien dice que no es solo la crisis, que ya había una base para que explotase. Pero el hecho grave es que pasaron de no contar para nada en las elecciones de 2009 a cosechar el 7% de los votos en 2012.
¿Se puede comprender a los que ahora apoyan a Amanecer Dorado por la situación extrema?
No sé si se puede comprender, pero hay que entender que a veces la necesidad hace que se tomen decisiones por rabia o desesperación. En el libro hay una historia de una maestra que ha votado toda su vida al Pasok y que ahora vota a Amanecer Dorado. Alguien a quien le han recortado el sueldo, pero que no pasa hambre, y que aún así está muy harta. Las condiciones crean el espacio para decisiones que no están basadas en el raciocinio. Pero eso no quiere decir que todos los que votan a Amanecer Dorado sean irracionales. En las europeas obtuvieron el 9,4% de apoyo, algo que no se consigue con votantes alocados.
¿Las ONG y la solidaridad están salvando a los griegos?
A todos no sé, pero a los que les piden ayuda seguramente. Es complicado: por un lado están las iniciativas solidarias, como la del hospital de campaña fundado por unos médicos del sistema de salud para atender a los que no tienen seguro. Pero esto también da pie a que se creen islas paralelas, fuera del alcance del Estado, donde la solidaridad suple las faltas de éste. Y como europeos no podemos permitir que haya una parte de la población que se quede fuera del sistema oficial, sin más recursos que las redes de solidaridad.
¿El Gobierno griego es indiferente a la miseria?
O porque no se podía, o porque no se quiso, durante mucho tiempo se dejó de escuchar a los que hablaban del sufrimiento de la población. En enero de 2013, en unos días muy fríos, la brutal subida de los impuestos del combustible para la calefacción, que llegó a más del 400%, centraba las conversaciones. El ministro de Hacienda dijo que los impuestos no se podían bajar y que había que tener paciencia un año más. Hace poco se conoció, según fuentes del Gobierno citadas por medios locales, que la medida no ha servido para aumentar la recaudación por el desplome del consumo. Una evidencia de la falta de sentido de la realidad.
¿Qué supuso el cierre de la televisión pública ERT?
Fue de un momento para otro. Imagina que Rajoy dice que cierra TVE por decreto, que lo anuncia por la tarde y a medianoche cortan la señal. Creo que incluso los que no amaban la televisión pública sintieron que perdían un símbolo de identidad nacional. Se decía que el Gobierno lo hizo para demostrar, también ante la troika, que podían hacer lo que quisieran. La decisión fue bastante torpe, pero al primer ministro Samaras no le ha pasado factura. Los trabajadores de ERT siguieron su batalla hasta que pudieron, apoyados por la gente. Pero la población, tras un tiempo de protestas, se descuelga. Y Europa ni se inmutó por lo ocurrido.
¿Por qué protestan menos los griegos, aun en su situación?
Ellos dicen que protestas cuando tienes la esperanza de que algo puede cambiar. Pero si ves que tu protesta no tiene impacto, dejas de movilizarte y te centras en en seguir adelante.
El que ha aglutinado el descontento en Grecia es Syriza. ¿Puede llegar a gobernar?
Es la pregunta que nos hacemos todos desde hace dos años. En las primeras elecciones a las que se presentaron muchos no les votaron por miedo a que fueran un partido radical, que abogase por colocarles fuera de Europa. Pero llegados a este punto, más que por Syriza, depende mucho del desgaste de los otros.
¿Están preparados para gobernar Alexis Tsipras y su partido?
Hay quien dice que no, que hay mucha inmadurez en la coalición, y que el gran reto de Tsipras es cohesionar las diferentes almas de su partido. Además, la percepción de Syriza a nivel europeo empieza a cambiar, y ya no se le puede considerar un grupúsculo izquierdista.
Se da la circunstancia de que a la vez que sube Syriza en apoyos, suben los neonazis.
Hay que tener cuidado en este asunto. Durante mucho tiempo, el primer ministro aprovechó el juego de los dos extremos, en referencia a Amanecer Dorado y Syriza. Pero es que Tsipras y su gente no son la otra cara de los neonazis. Que el voto de uno y de otro responda al rechazo a los grandes partidos puede ser, pero no se pueden comparar.
Dice en el libro que lo ha escrito para que se recuerden esas pequeñas historias que caerían en el olvido de otra manera. ¿Cómo cree que se recordará lo que ha pasado en Grecia dentro de 20 años?
A mí me gustaría que no nos olvidáramos tan pronto de lo que ha pasado. Que todo esto no acabe en que hubo una gran crisis que hundió en la pobreza a un cuarto de la población, con un rescate increíble, un ajuste del déficit abrumador, etc. Pues no. Hubo gente que de repente se vio pobre, que no tenía comida, que no podía curarse de un cáncer porque no tenía sanidad, y que recurría a hospitales montados por voluntarios. Que tampoco se olvide que hubo inmigrantes asaltados y asesinados por la ultraderecha… En definitiva, que recordemos lo que ha significado para la gente, no para las cuentas públicas.