Tras ocho años de “guerra interminable” en la región ucraniana del Donbás, el distrito tercero de la pequeña localidad de Zolote parece el cuadro al óleo de un antiguo conflicto, entre construcciones destruidas y tapadas por la nieve y boquetes de explosiones recubiertos de maleza.
El pueblo es un territorio controlado por el Gobierno de Kiev próximo a la llamada “línea de contacto” que separa a las fuerzas armadas ucranianas de la República Popular de Luhansk (RPL), apoyada por Rusia.
Los distritos del primero al quinto de Zolote se llaman así por la denominación de la Unión Soviética, que dividió la zona hace décadas por unidades locales de explotación de minas de carbón. En la actualidad, los distritos de Zolote del primero al cuarto siguen bajo el control de Ucrania. A menos de un kilómetro, el Zolote número 5 queda al otro lado del puesto de control, en la zona de los separatistas pro-Rusia.
Aunque los combatientes rara vez ven a sus contrincantes, la misión de observación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que recorre cada día los 400 kilómetros del frente y vigila que no haya ataques desde ningún bando, suele informar de violaciones del alto el fuego.
Debido al peligro, la administración local solo ha concedido a los periodistas 30 minutos en la zona. La mayoría de los habitantes del pueblo se marchó hace años. Solo unas pocas personas han decidido quedarse. Entre ellas, Ljudmila, una robusta ucraniana de 72 años que se niega a irse. “Todas las casas estaban habitadas y ahora solo quedamos dos porque ¿adónde te vas a ir? A ningún sitio”, dice señalando la calle desierta. A sus familiares no los ve desde hace años. Están al otro lado de la línea de contacto.
Pero Ljudmila no está completamente sola. A pocos metros, en lo que parece otra casa abandonada, hay tres soldados ucranianos de mediana edad. Desde ese lugar tienen una vista directa de la “línea de contacto”. “Me siento normal, llevamos ocho años de guerra ¿cómo podemos sentirnos?”, responde uno de ellos, originario de Kiev, al preguntarle por sus sentimientos ante la amenaza de una invasión rusa a gran escala. Este es su décimo mes de servicio en la región.
Mientras hablamos, recibimos una llamada telefónica en la que se nos pide a los periodistas que abandonemos la zona. Con la puesta de sol aumenta el riesgo de incendios ocasionales en el área.
Aumento de las tensiones
En estos momentos hay más de 127.000 soldados rusos estacionados al otro lado de la frontera mientras miles más toman posiciones para lo que, según Rusia, serán las maniobras militares de febrero en la frontera que Bielorrusia comparte con Ucrania.
Los temores de una posible invasión aumentaron a principios de enero, cuando Rusia envió tropas a Kazajistán para ayudar a reprimir las protestas contra el Gobierno kazajo.
El pasado viernes llegó una advertencia de los altos cargos del Departamento de Defensa de Estados Unidos, que dicen estar convencidos de que Rusia ha desplegado las tropas y el material militar necesarios para invadir toda Ucrania.
El Gobierno de Ucrania, por su parte, asegura que el número de soldados en la frontera es más o menos el mismo desde abril de 2021 y que, en cualquier caso, no alcanzaría para invadir el país.
“No hay suficientes tropas rusas en las fronteras de Ucrania ni los grupos militares completamente formados que serían necesarios para llevar a cabo una ofensiva estratégica contra Ucrania”, dice el análisis del Centro de Estrategias de Defensa, un think-tank presidido por el ex ministro de Defensa en Kiev.
Según este análisis, “uno de los indicadores de la preparación de Rusia para un ataque es el número de hospitales móviles en despliegue y la rapidez con la que se dota de personal a las unidades médicas”. “Ahora mismo no hay evidencias de una infraestructura médica preparada para participar en una posible operación de las fuerzas armadas rusas”, indica.
Pero, según altos cargos de seguridad occidentales, la semana pasada Rusia envió a la frontera unidades médicas y reservas de sangre, llegando a un nivel de preparación que no había alcanzado en anteriores acumulaciones de tropas.
“Chantaje político”
Aunque los movimientos no signifiquen un ataque inminente, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN se están preparando para una posible escalada militar con el envío de aviones cargados de armas a Ucrania, el refuerzo de su presencia en el mar Báltico, y la puesta en alerta máxima de 8.500 soldados estadounidenses para un potencial despliegue.
En Kiev, funcionarios ucranianos y occidentales aseguraron con al medio paneuropeo Euroactiv pusieron en duda que Vladimir Putin vaya a arriesgarse a ordenar una invasión a gran escala tras haber pasado tantos años negando que Rusia esté involucrada en el conflicto del Donbás.
Lo mismo opinaron militares ucranianos desplegados en el Donbás. “Todavía consideramos que estos números no son suficientes para una invasión a gran escala porque no vemos una preparación en la gestión de estas formaciones militares y de su logística, por el momento no vemos que hayan terminado sus preparativos”, dice Jaroslav Pytsun, subcomandante del grupo operativo Pivnich, en Luhansk.
“Pero no cabe ninguna duda de que estas fuerzas en la frontera de Ucrania le están haciendo un chantaje político a nuestro país”, dice Pytsun, que también menciona las tácticas de guerra híbrida, como el uso de drones, en la “línea de contacto”.
Los líderes occidentales han advertido del “alto precio” que tendría una acción militar por parte de Rusia y han amenazado con una nueva ronda de sanciones si Putin decide intervenir.
Estado de guerra constante
Pero de “los tambores de guerra” de Putin contra Ucrania no son nada nuevo. En solo un año es el segundo despliegue de Rusia y una maniobra más de todas las que ha habido desde que hace ocho años comenzó la guerra en el Donbás.
En esta región, el estado de guerra constante se ha convertido en parte de la vida cotidiana. Los civiles se han acostumbrado al cierre de carreteras y a los puestos de control, así como a la presencia de soldados camuflados en las calles y centros urbanos.
En el pueblo de Hirske, cercano a Zolote, predominan los sentimientos encontrados sobre la inminente amenaza rusa. “Los que hablan quieren la guerra; nosotros no la queremos, así que no hablamos de ella”, dice Natalija, empleada de la tienda de víveres de 56 años y que tiene familiares al otro lado de la “línea de contacto”. Cuando le preguntan si Ucrania volverá a unirse un día, responde que “por supuesto”. “Todo irá bien, creo que Ucrania estará unidad”, dice.
Pero mientras se prolonga la fase de estancamiento del conflicto, la gente se prepara para lo que pueda ocurrir mañana, el próximo mes o dentro de un año.
En 2014, Ucrania tenía 5.000 soldados listos para el combate. En la actualidad, las autoridades hablan de un ejército totalmente profesional compuesto por 250.000 personas y una reserva de cientos de miles. Según el Gobierno ucraniano, 200.000 de ellos tienen experiencia de combate.
Cada vez más ucranianos se unen a grupos de defensa territorial para apoyar a las fuerzas armadas regulares en caso de ofensiva rusa, protegiendo infraestructuras clave como puentes y edificios municipales.
Surgidas por todo el país, las nuevas fuerzas locales son el resultado de una ley que el Gobierno ucraniano aprobó en 2021 para permitir el uso de rifles de caza en actos de defensa territorial.
“Ante la actual escalada, tenemos mecanismos preparados sobre qué hacer en caso de invasión, como formar a los civiles sobre protocolos de evacuación y medidas de resistencia”, dice Oleksyi Babchenko, jefe de la administración militar y civil municipal de Hirske, en la región de Luhansk.
Se han diseñado las rutas de evacuación para que los civiles forzados a huir no se interpongan en el camino de los soldados ucranianos. Los centros culturales locales están abastecidos de alimentos, agua, medicamentos y sacos de dormir para que sirvan como alojamiento temporal en caso necesario. También hay entrenamientos regulares de las fuerzas armadas ucranianas y de las fuerzas de defensa territorial, formadas por reservistas locales (el último de ellos tuvo lugar en otoño de 2021).
“No son solo palabras, es un plan en funcionamiento”, dice Babchenko, un exsoldado que en 2014 participó en la batalla por el aeropuerto de Donetsk, telón de fondo del combate entre el ejército ucraniano y los separatistas respaldados por Rusia. “Hay que recordar una cosa: en Ucrania hay guerra desde 2014, y siempre estamos dispuestos a proteger nuestro país”, añade.
“Mantenga la calma y visite Ucrania”
Pese a las tensiones internacionales y a la concentración de soldados en su frontera, las autoridades en Kiev parecen menos preocupadas que sus socios occidentales. El pasado viernes el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskiy, volvió a restarle importancia a la posibilidad de una invasión en toda regla y dijo que la economía ucraniana se había visto perjudicada por lo que, según él, era una percepción equivocada de Ucrania como un país al borde de la guerra.
“Entendemos cuáles son los riesgos, llevamos ocho años en esta situación”, dijo Zelenskiy en Kiev. “No vemos una escalada mayor”, dijo en comparación con la primavera pasada, cuando comenzó el despliegue militar de Rusia.
“No necesitamos este pánico”, dijo. “Están diciendo que mañana es la guerra y eso significa pánico en el mercado, pánico en el sector financiero, ¿cuánto le cuesta eso a nuestro país?”, preguntó.
Mientras tanto, un organismo oficial de turismo de Ucrania ha adoptado el lema: “Keep calm and visit Ukraine” (“mantenga la calma y visite Ucrania”, una referencia al eslogan del Gobierno británico en la Segunda Guerra Mundial).
Las declaraciones de Zelenskiy sorprendieron a la mayoría de los analistas occidentales. Muchos se preguntan por qué el mismo país que lleva años pidiendo a sus aliados occidentales que se tomen en serio la amenaza rusa ahora le está restando importancia.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés por el medio paneuropeo Euractiv.
Traducción de Francisco de Zárate