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Con la invasión de Irak ya decidida, Aznar y Blair intentaron que el mundo creyera lo contrario

En los 2,6 millones de palabras del informe de la Comisión Chilcot sobre la invasión de Irak, el nombre de José María Aznar aparece en varias ocasiones, en su mayoría en relación a los contactos entre los gobiernos británico y español para conseguir que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una segunda resolución que legalizara la guerra. Esa resolución no llegó a existir porque EEUU y sus aliados en Londres y Madrid no tenían los votos suficientes para que saliera adelante ni podían impedir que Rusia y Francia la vetaran en caso de votación. 

Entre los numerosos documentos que aparecen en el informe, figura la descripción de una reunión de Tony Blair y Aznar en Madrid el 27 y 28 de febrero de 2003, tres semanas antes del inicio de la invasión. Washington está decidido a lanzarse sobre Irak para acabar con Sadam Hussein y sólo ha aceptado la negociación de una segunda resolución por los problemas internos de Blair en el Reino Unido. 

En ese momento, Blair y Aznar están preocupados por la repercusión de la invasión en sus países. Creen fundamental que sus respectivas opiniones públicas llegaran a la conclusión de que ellos estaban centrados en impedir la guerra, no en lo contrario.

En el informe, basados en este punto en las actas levantadas por el equipo de Blair, se dice que para afrontar las dificultades creadas por “la impresión de que EEUU estaba decidida a ir a la guerra pasara lo que pasara”, Blair y Aznar acordaron poner en marcha una estrategia de comunicación que demostrara que “estaban haciendo todo lo posible para evitar la guerra”. Ambos sabían ya que la decisión –que ambos apoyaban– estaba ya tomada en Washington desde hace mucho tiempo y que había llegado el momento de intentar adelantarse a las críticas. 

La apuesta de Aznar era completa. Por difícil que fuera la situación política de Blair, los altos cargos del Gobierno de Londres sabían que la del entonces presidente del Gobierno español era mucho peor: “Aznar estaba presionando en favor de la importancia de la alianza transatlántica (la relación con EEUU), pero tenía problemas políticas mucho mayores que los nuestros”.

A pesar de esa situación de vulnerabilidad, llama la atención de que Aznar no compartía el gran interés de Blair por una segunda resolución de la ONU que de forma explícita autorizara a EEUU y sus aliados el uso de la fuerza, es decir, invadir Irak. El ánimo belicista de Aznar estaba a prueba de cualquier coste político.

El informe incluye la transcripción de las declaraciones públicas hechas ante la comisión. Entre ellas está la de David Manning, el principal consejero diplomático del primer ministro británico. En esa sesión, le preguntaron qué habría pasado si al final el Reino Unido no hubiera participado en la invasión de Irak, quizá por un voto contrario en la Cámara de los Comunes. ¿Los gobiernos de España y Polonia habrían seguido hasta el final a pesar de la ausencia de Londres? 

“Creo que los españoles habrían seguido (en la coalición dirigida por EEUU). No lo sé seguro, pero Aznar estaba absolutamente decidido, y muy, muy claramente a favor de continuar, y no de seguir intentando conseguir una segunda resolución”, responde.

En otra acta de una reunión, Aznar comunica a Blair que no está a favor de llevar a votación un segundo proyecto de resolución sin garantías de que tendrá éxito. 

La guerra estaba decidida

En cualquier caso, el interés de Blair por la segunda resolución del Consejo de Seguridad de la ONU tenía que ver con la necesidad de obtener cobertura política en su país, no porque pudiera influir en las decisiones de George Bush o Sadam Hussein. Sin esa resolución, Blair “pensaba que habría operación militar de todas las maneras, pero que se produciría en circunstancias políticas más duras”. Lo que ocurriera después de la invasión –la ocupación de Irak– “sería más fácil si la ONU hubiera autorizado antes la acción militar y la posterior reconstrucción de Irak”.

Las personas más cercanas a Blair eran muy conscientes de las buenas relaciones de Aznar y Blair, que iban más allá del tema de Irak. Stephen Wall, embajador británico y miembro del equipo de asesores diplomáticos de Blair, describe que ambos “formaban una especie de coalición con puntos similares sobre reformas económicas dentro de la Unión Europea”. Todo eso causaba una gran irritación en el presidente francés, Jacques Chirac, “uno de cuyos temas preferidos era contar que podías volar sobre España y ver todas las líneas de ferrocarril que Francia y Alemania habían pagado para ir a ninguna parte”.