Jerome Foster, el activista de 18 años que ha pasado de protestar en la calle a asesorar a Biden en la crisis climática
Si una semana se hace larga en política, para Jerome Foster el último año ha sido una eternidad. A principios de 2020, este joven de 18 año protestaba cada semana desesperado frente a la Casa Blanca pidiendo acciones contra la crisis climática. Ahora ha entrado en el corazón del poder estadounidense para ayudar a diseñar la política climática de la Casa Blanca.
En una señal de la creciente influencia política del movimiento juvenil por el clima que ha florecido en todo el mundo en los últimos años, Foster ha sido incluido en un grupo de asesores de Joe Biden que informarán al presidente en cuestiones relacionadas con la justicia medioambiental, donde las comunidades negras y las comunidades con pocos recursos son quienes sufren las mayores consecuencias derivadas del cambio climático y la contaminación.
“No esperaba que sucediera tan pronto. Es una locura”, afirmó Foster en un tuit resumiendo este repentino salto en su capacidad de influencia.
“Soy la única persona con menos de 40 años en todo el grupo, cuando llegué me preguntaba ¿debo estar aquí? Su intención es incorporar una voz que ofrezca una perspectiva joven sobre el cambio climático. Al principio fue un sobresalto, pero ahora me estoy acostumbrando”.
El viaje personal de este adolescente es digno de reseñar. Estudiante de Informática en Nueva York, comenzó a principios de 2019 una protesta en solitario frente a una Casa Blanca ocupada por Donald Trump, un presidente que solía mofarse de las investigaciones científicas sobre el cambio climático. No en vano, Trump, desmanteló decenas de normas que tenían como objetivo reducir las emisiones que contribuyen al calentamiento global.
Cada viernes, durante 58 semanas seguidas, Foster se plantaba cerca del perímetro de seguridad de la Casa Blanca, en la plaza Lafayete, con un cartel que decía 'Huelga escolar por el clima' en referencia al movimiento global impulsado por la activista sueca Greta Thunberg.
Foster ha dicho que Thurnberg, que se sumó a su protesta durante una visita a Estados Unidos hace dos años, ha “modificado por completo el debate” respecto al cambio climático.
Su primer compañero: un seguidor de Trump
El primer mes estuvo solo más allá del apoyo eventual de algunos turistas europeos. Después se le uniría un sorprendente compañero de viaje.
“La segunda persona en sumarse fue un partidario de Trump. Fue una locura porque pasó por delante de mí insultando y gritando que todo era una farsa”, explica Foster. Comenzaron a hablar y el hombre, que se ayudaba de un andador, reconoció que le preocupaba la contaminación en la cercana bahía de Chesapeake.
“No entendía lo relativo al CO2 porque es algo que no se puede ver, pero entendía que la contaminación por plásticos tenía un impacto fuerte en la crisis climática”, explica Foster. “Acabó uniéndose, pero sólo durante 10 minutos. Le daba vergüenza porque sus amigos trumpistas se enfadaban con él y le gritaban que se había sumado al lado oscuro”.
Ahora, a Foster ya no le ilusiona tanto como antes un gran acuerdo bipartidista sobre la crisis climática como antes. Desde los cinco años ha visto documentales sobre naturaleza, cada vez más preocupado por la destrucción del medioambiente, una sensación compartida e impulsada por sus padres, activistas por los derechos civiles implicados en la organización de la marcha del millón de personas que tuvo lugar en Washington en 1995.
“Encendieron una llama en mí”, explica Foster. “Mis padres siempre me han dicho que uno no puede sentarse y deprimirse o enfadarse porque a nadie le va a importar. Hay que hacer algo concreto”.
“Esto es un paso atrás”
No fue hasta la victoria electoral de Trump en 2016 cuando Foster adoptó una postura más concreta, más politizada. “Estaba en el instituto cuando ganó, toda mi educación secundaria estuvo marcada por Trump”. “No presté atención a las elecciones de 2016, no me interesaba la política. Después de la votación comprendí el poder e impacto de elegir a una persona realmente mala para un cargo. Pensaba que esto nos hacía retroceder”.
Foster se encaminó entonces al Capitolio. Hizo prácticas en la oficina del congresista John Lewis, recientemente fallecido, una de las personalidades más importantes de la lucha por los derechos civiles y con Citizens Climate Lobby, una organización cuyo objetivo es lograr consensos entre republicanos y demócratas en lo relacionado con el cambio climático.
Tras ver cómo varias de las medidas propuestas quedaban atascadas en un congreso repleto de republicanos negacionistas de algunos principios básicos de la ciencia y de demócratas indecisos, la frustración de Foster creció.
“Solo traté de aproximarme a cualquiera que pudiera acercar posiciones, ejercía 10.000 roles al mismo tiempo”, dice. “Hoy es diferente. Ya no se trata de iniciativas bipartitas porque no es funcional en este punto. Cada vez que uno se esfuerza en busca de consensos entre ambos partidos, los republicanos siguen aferrados a ese punto de su argumentario que dice que el cambio climático no es real”.
El proyecto de Foster
“Pensé 'se acabó lo de intentar convencer a la gente. Te esquivaremos'. No tenemos tiempo para que nos frenen personas que ni entienden ni reconocen el papel de la ciencia. Va mucho más allá. Han tenido 50 años para leer. Han tenido 50 años para entender la crisis y siguen sin hacer nada. Estamos hartos de dársela con cuchara. Seguimos adelante, avanzamos, siguiente fase”.
Desde entonces, Foster se ha lanzado a una deslumbrante serie de iniciativas climáticas. Ha fundado una organización de jóvenes que promueve el activismo y el voto, OneMillionOfUs una empresa de realidad virtual, TAU VR, relacionada con el cambio climático; y Climate Reporter, un medio internacional liderado por jóvenes sobre la crisis climática. Se ha manifestado, ha lanzado campañas y ha dado discursos, sobre todo ante las Naciones Unidas.
Por ello, Foster se ha unido a otros jóvenes horrorizados e indignados por el hecho de que su futuro se vea sumido en una ardiente incertidumbre por las acciones de las generaciones de sus padres y abuelos. Aunque el movimiento climático liderado por jóvenes ha inspirado y avergonzado a personas de cierta edad, Foster espera que el activismo ya no sea necesario dentro de no mucho.
“Hablo con otros activistas y todos hacían algo diferente antes del activismo y quieren hacer algo después”, dice. “Quieren volver a hacer lo que les gusta. Su profesión, su juventud. Nadie quiere sentarse aquí a pedir a los políticos que hagan las cosas para las que les contrataron. No quiero seguir peleando por aire y agua limpios dentro de 10 años. Luchar por lo básico sería malgastar mi vida”.
Hace poco, Foster participó en la primera reunión del grupo creado en la Casa Blanca en relación con la justicia mediomabiental. Duró cinco horas, se celebró por Zoom y una de las participantes, la Vicepresidenta Kamala Harris, lo calificó de “momento histórico”.
Foster dice que, incluso en un entorno tan activista, hubo una persona que cuestionó que gente joven estuviera en el centro de la iniciativa. Al terminar la reunión le respondió con un email a esa persona. El grupo está trabajando en los términos de una orden ejecutiva sobre justicia medioambiental que el Presidente Biden espera firmar en mayo.
Robert Bullard, uno de los activistas, miembro del mismo grupo de asesores de la Casa Blanca, dijo que conoció a Foster en 2019 y se quedó “superimpresionado”. La Casa Blanca “necesita esta voz intergeneracional y la energía que empuja en dirección a los cambios”.
Foster afirma que Biden le ha “sorprendido para bien” al firmar varios decretos para actuar ante la crisis climática. El presidente, dice, es receptivo a la ciencia y las voces de los activistas jóvenes. Pero el reto es inmenso si Estados Unidos y el resto del mundo quieren evitar la llegada de olas de calor calamitosas, inundaciones u otros desastres climáticos.
“La tarea de detener la crisis climática todavía no es fácil. Sigue siendo una tarea de enormes proporciones”, dice Foster. “Pero ahora soy mucho más optimista. Sí, tengo esperanzas”.
Traducido por Alberto Arce.
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