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The Guardian en español

Cómo la crisis climática (en la que no cree Trump) está avivando su impulso imperialista en Groenlandia y Panamá

Desde arriba de Sydgletscher mirando hacia el fiordo Bowdoin, en Qaanaaq, noroeste de Groenlandia, Fotografía facilitada por de Mark Smith. EFE

Oliver Milman

Nueva York —
15 de enero de 2025 22:34 h

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En parte, el deseo de Donald Trump de hacerse con el control de Groenlandia y del Canal de Panamá se explica por la crisis climática, un fenómeno cuya existencia ha sido negada por el presidente electo de Estados Unidos.

La semana pasada Trump intensificó su exigencia para anexionarse tanto el Canal de Panamá como Groenlandia, un territorio autónomo de Dinamarca, negándose incluso a descartar intervenciones económicas o militares y amenazando a Dinamarca con aranceles “muy altos” si se opone.

“Los necesitamos por seguridad económica”, dijo Trump. “El canal de Panamá es vital para nuestro país y está siendo operado por China, ¡China! El canal de Panamá se lo dimos a Panamá, no a China”. El presidente electo también dijo que hacerse con Groenlandia era necesario por “motivos de seguridad nacional” y que Dinamarca “debía renunciar a ella”.

Otros líderes mundiales han criticado la retórica de Trump, pero los expertos creen que su expansionismo se explica, en parte, por algo que afecta tanto a Groenlandia como a Panamá: el aumento en la temperatura global provocado por el uso de combustibles fósiles.

El presidente entrante de Estados Unidos ha dicho que el cambio climático es un “engaño gigantesco”, pero su hijo, Donald Jr., reconoció el valor que tenía en Groenlandia la extracción de minerales raros que están quedando al descubierto por el rápido retroceso del hielo en esta extensa isla del Ártico. La crisis climática hace que la enorme capa de hielo de Groenlandia pierda cada hora unos 30 millones de toneladas de hielo en promedio, elevando el nivel del mar y contribuyendo al `posible colapso de corrientes oceánicas esenciales.

De visita en la isla, Donald Jr. dijo que quería “hacer a Groenlandia grande de nuevo” y acusó a Dinamarca de impedir el desarrollo del territorio autónomo con “los grandes recursos naturales que tienen, como carbón, uranio, otros minerales raros, oro y diamantes”.

Por otro lado, el retroceso del hielo marino en el Océano Ártico está haciendo viables rutas de navegación en las latitudes más septentrionales. Según Robert O'Brien, que trabajó para Trump como asesor de Seguridad Nacional, Groenlandia es clave para contrarrestar la amenaza de China y de Rusia, pero también “muy importante para el Ártico, que en el futuro va a ser el campo de batalla clave como una vía que tal vez reduzca el uso del canal de Panamá a medida que suben las temperaturas” (en Groenlandia hay desde 1941 una base militar estadounidense).

El calentamiento global está provocando pérdidas de hielo en Groenlandia y una grave sequía en Panamá desde 2023. El lago artificial Gatún, que suministra de agua al canal, ha descendido varios metros debido a esta sequía, limitando el tráfico por la famosa vía marítima. Estas restricciones hicieron que durante 2024 la navegación por el canal se redujera en casi un tercio.

Reafirmar el dominio sobre el canal de Panamá, cedido en 1999 a Panamá en virtud de un tratado, daría a Estados Unidos la oportunidad de controlar unos recursos cada vez más limitados debido a la crisis climática. El mismo razonamiento es válido para Groenlandia. “Groenlandia ha perdido cantidades gigantescas de hielo, volviéndose más atractiva para la extracción de tierras raras y de petróleo; y en el Océano Ártico estamos viendo más tráfico a medida que pasa más tiempo sin hielo”, explica Alice Hill, exasesora de Barack Obama en cuestiones climáticas y actual integrante del centro de estudios Council on Foreign Relations.

“En Panamá, el cambio climático está repercutiendo sobre el funcionamiento del canal y Estados Unidos está bajo presión para encontrar rutas alternativas o para obtener primacía sobre China en el propio canal (...). El cambio climático está alterando los fundamentos sobre los que se estimaba la importancia estratégica del Ártico, así como la del canal de Panamá”, añade.

“Es irónico que tengamos a un presidente conocido por decir que el cambio climático es un engaño manifestando interés por hacerse con zonas cuya mayor relevancia se debe al cambio climático”, explica.

Los efectos de un planeta sobrecalentado están alterando a la geopolítica de varias maneras: las sequías y las tormentas provocan migraciones, hay conflictos que estallan por hacerse con recursos como el agua y hasta las fronteras entre algunos países se redefinen debido al retroceso del hielo y de la nieve.

Estados Unidos no es la única potencia que trata de sacar tajada de la inestabilidad climática: China está planeando una “ruta de la seda polar” para conectar a los puertos chinos con Europa y otros continentes en rutas marítimas septentrionales que aprovechen la pérdida de hielo en el Ártico.

“Aunque los dirigentes no quieran admitirlo, el cambio climático está influyendo sobre la geopolítica”, dice Sherri Goodman, autora y experta en la región polar del centro de estudios Wilson Center. “China tiene clara la amenaza climática y la aprovechará para acceder a infraestructuras y a recursos. Si ignoramos esta amenaza climática será por nuestra cuenta y riesgo”, añade

“Trump, creo, entiende esta competición por unos recursos que el cambio climático está haciendo más accesibles; es interesante ver lo aislacionista que era en su primer mandato y ahora parece casi imperialista; es difícil saber dónde va a terminar todo esto”.

La pelea por los recursos y el ascenso de líderes nacionalistas en varios países, Estados Unidos entre ellos, están avivando el temor a una especie de ecologismo de derechas en el que los más ricos pisotean a las naciones más vulnerables a medida que aumentan los desastres climáticos. Como dijo la semana pasada Jean-Noël Barrot, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, “estamos entrando en una era en la que ha vuelto la ley del más fuerte”.

Los líderes de Groenlandia, Dinamarca y Panamá han rechazado las declaraciones de Trump sobre la anexión a Estados Unidos, un sentimiento compartido por muchas de las personas que viven en estos lugares, generalmente pasadas por alto en las disputas geopolíticas. “Nuestro país es nuestro, no está en venta”, dice Ole Hjorth (27), controlador aéreo en Nuuk, capital de Groenlandia. “Trump dice muchas cosas que no son muy serias, pero ahora se ha vuelto bastante aterrador”, añade.

“No queremos ser estadounidenses y en Groenlandia estas amenazas están empujando a la gente a sentirse verdaderamente distante de Estados Unidos y de la Administración Trump”, dice Aaja Chemnitz Larsen, que en el Parlamento de Dinamarca ocupa uno de los dos escaños correspondientes a Groenlandia. “La forma en que se ha manejado esto ha sido bastante poco respetuosa”.

Según Chemnitz Larsen, que forma parte de los que quieren independizarse de Dinamarca, las nuevas oportunidades económicas han generado entusiasmo en Groenlandia, desde el turismo hasta la minería de tierras raras, por las posibilidades de diversificar una economía basada en prácticas tradicionales como la pesca. Pero que la crisis climática haya sido necesaria para conseguirlo es una cruda realidad, dice.

“El cambio climático está afectando a todo en Groenlandia, estamos viendo tierras que quedan expuestas y nuevas especies en el mar”, sostiene. “Para nosotros, el cambio climático es real, no hay duda de que está aquí y con el tiempo será más difícil para nosotros”.

Traducción de Francisco de Zárate

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