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¿Por qué Trump está obsesionado con Groenlandia?

El avión con el que Donald Trump Jr aterrizó este martes en Nuuk, Groenlandia.

Òscar Gelis Pons

Copenhague —
7 de enero de 2025 22:21 h

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El flamante avión Trump Force One proveniente de Miami aterrizó este martes en el recién inaugurado aeropuerto de Nuuk, capital de Groenlandia. En él viajaba Donald Trump Junior, hombre de negocios e hijo mayor del futuro 47º presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La visita, de la que los medios de comunicación se enteraron por sorpresa un día antes, ha llegado en medio de la polémica por los mensajes que Donald Trump lleva lanzando desde hace semanas, especulando con la adhesión de la isla ártica (que es un territorio autónomo del Reino de Dinamarca) a Estados Unidos.

Groenlandia es un lugar increíble, y la gente se beneficiará mucho si, y cuando, se convierta en parte de nuestra nación”, dijo el lunes en su propia red social. En otro mensaje, elogiaba a Groenlandia y prometía “¡Hacer que Groenlandia sea grande otra vez!”, en una clara referencia a su famoso eslogan “Make America Great Again”.

Este martes, Trump fue más allá. En una rueda de prensa en su residencia de Mar-a-lago, en Florida, afirmó que no descarta usar la fuerza para tomar el control de Groenlandia y del Canal de Panamá. Preguntado sobre si descartaría la coerción económica o militar, Trump respondió: “No me voy a comprometer a eso. No. Puede que haya que hacer algo”. Y añadió: “Los necesitamos para la seguridad económica”.

Según el Ministerio de Asuntos Exteriores de Groenlandia, la visita de Donald Trump Jr “fue por motivos privados” y no había reuniones programadas con ningún representante del Gobierno groenlandés. Además, según había podido saber la agencia de noticias Reuters, las intenciones de Trump Jr. en Nuuk eran pasar unas horas allí para grabar videos y contenido para su pódcast.

Pero la aparición en Groenlandia del hijo mayor de Trump llega en un momento en que las relaciones entre Nuuk y Copenhague son especialmente tensas y complicadas. En su discurso de fin de año, el primer ministro de Groenlandia, Múte Egede, quiso subrayar los deseos de independencia con Dinamarca, diciendo que quería que el país se “liberara de las ataduras del colonialismo” y forjar su propio futuro.

Desde Copenhague, la respuesta pública de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, a la visita de Trump Jr. ha sido afirmar que “cualquier decisión sobre el futuro de Groenlandia debe definirse en Nuuk”, mientras que políticos y analistas daneses se han tomado las palabras de Trump como una provocación impropia de un país aliado y considerado amigo. “Es una humillación total para el gobierno danés”, escribía este martes el comentarista Bent Winther en las páginas del diario Berlingske.

En Nuuk, el presidente autonómico Egede también se ha expresado de forma clara sobre los ofrecimientos del presidente electo de EEUU: “La isla no está en venta y nunca lo estaremos”. Y añadió que están “abiertos a la cooperación y al comercio con todo el mundo”.

Bases militares y recursos naturales

La anexión de Groenlandia a Estados Unidos no es una idea nueva para Donald Trump, que ya lo intentó en 2019 bajo su primer mandato en la Casa Blanca. En aquella ocasión, el magnate estadounidense ya recibió una rotunda respuesta por parte del Gobierno danés, que se negó a discutir la posible venta de Groenlandia.

Tampoco Trump ha sido el primer presidente norteamericano en plantear la adquisición de la isla, ya que la última administración de la Casa Blanca que presentó una oferta para la isla ártica fue la de Eisenhower en 1960.

Para Casper Schrøder, especialista económico en la televisión pública danesa DR, el eslogan de Trump —Make America Great Again— “significa hacer que los EEUU sean más autosuficientes, y el subsuelo de Groenlandia contiene los minerales de tierras raras que hoy son tan importantes en la industria moderna de la tecnología, las baterías eléctricas o el armamento”.

Bajo la superficie de 2,16 millones de kilómetros cuadrados de la isla ártica, de los cuales el 80% están cubiertos por hielo, se encuentran importantes reservas de tierras raras que los EEUU ambicionan poseer para disputar a China el monopolio de su producción, ya que el país asiático controla hoy el 80% de las reservas mundiales de estos elementos.

Pero además del rico subsuelo, recuerda Schrøder, “están las rutas comerciales que el cambio climático con el deshielo está abriendo en el ártico, que pueden acortar significativamente los tiempos de navegación en determinadas rutas, y por las que EEUU ha mostrado un interés muy claro en los últimos años”.

Más allá de los recursos naturales, EEUU también mantiene una relevante presencia militar en Groenlandia. “El ártico es la primera línea de aviso y de defensa para EEUU en caso de un ataque”, asegura al diario danés Berlinske el experto en seguridad Simon Kruse. En este sentido, en los últimos años los norteamericanos han estado ampliando y modernizando su base situada en el extremo noroeste de la isla, que actúa como escudo antimisiles contra proyectiles de larga trayectoria que tengan por objetivo la costa este americana.

Mantener alejada a China del Ártico

Ulrik Pram Gad, investigador del Instituto Danés de Estudios Internacionales (DIIS), en una entrevista a elDiario.es señala que “entre las motivaciones del interés de EEUU en Groenlandia está la de asegurarse que China no se establezca en el territorio”.

El investigador subraya que, en los últimos 10 años, “cada vez que estaban a punto de materializarse, las autoridades danesas han hecho desaparecer de distintas maneras” la mayoría de inversiones y licitaciones para explotar la minería o construir infraestructuras que interesaban a China. En cambio, desde 2020 Washington ha reabierto un consulado en Nuuk (que existió hasta 1957), y el Gobierno estadounidense ha hecho varias donaciones por valor de 12 millones de dólares para impulsar el crecimiento y desarrollo de Groenlandia.

“Hay una sensación entre las autoridades en Nuuk de que los norteamericanos quieren hablar con ellos como si casi ya fueran soberanos”, dice Gad. Este acercamiento entre Nuuk y Washington se ha producido sin pasar por Copenhague, a pesar de que Dinamarca mantiene las competencias en relaciones exteriores y seguridad de Groenlandia. “EEUU ha estado ansioso para decirle a Groenlandia que, si abandona Dinamarca, ellos serán su mejor amigo”, dice el experto del DIIS.

Desde el entorno de la primera administración de Donald Trump se ha barajado la idea de que la fórmula para la adhesión de Groenlandia sea un tratado de libre asociación que garantice un apoyo económico y la protección militar de la isla a cambio de priorizar la influencia de EEUU. Esta idea fue expresada recientemente por el antiguo jefe de gabinete del Consejo de Seguridad Nacional de Trump, Alexander Gray, en una columna The Wall Street Journal.

El investigador del DIIS razona que “comprar territorios (como dijo que haría Trump en 2019) ya no funciona, por eso un tratado de libre asociación es una posibilidad”. Sin embargo, “la mayoría de los groenlandeses, y particularmente la mayoría de los políticos groenlandeses, prefieren tener este acuerdo de libre asociación con Dinamarca”.

Trump endureció su discurso el martes, asegurando:  “Lo necesitamos por nuestros objetivos de seguridad nacional. Hay aproximadamente 45.000 personas ahí. La gente ni siquiera sabe realmente si Dinamarca tiene algún derecho legal sobre la isla, pero si lo tienen, deberían renunciar a ello porque la necesitamos por seguridad nacional. Es por el mundo libre. Hablo de proteger al mundo libre”, añadió. El presidente electo alega que el control estadounidense limitaría la influencia de Rusia y China en esta región estratégica.

De momento, la situación entre Nuuk y Copenhague está tensa y encallada, ya que Dinamarca se ha negado a ofrecer esta posibilidad. Desde el Gobierno danés defienden que Groenlandia tiene el derecho a celebrar un referéndum de autodeterminación, pero si deciden formar su propio Estado, esto también implicaría perder la mayoría de subsidios que Dinamarca aporta cada año, y que representan la mitad del presupuesto público de Groenlandia y el 20% de su PIB.

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