El seísmo del 19 de septiembre generó una ola de solidaridad casi instantánea en Ciudad de México. En cuestión de horas, comenzaron a amontonarse en los centros de acogida cajas de comida enlatada, medicinas, artículos de limpieza y millones de botellas de agua.
Al recibir en su teléfono una imagen como la siguiente, lo primero que pensó la arquitecta Vanessa Rendón fue que toda esa ayuda acabaría en la basura tras cumplir su propósito. Pero lo segundo que pasó por su cabeza fue un proyecto ecológico: reutilizar esas botellas y, al mismo tiempo, seguir ayudando a los damnificados a reconstruir casas con ladrillos hechos de plástico PET (polietileno tereftalato), también conocidos como 'ecoladrillos'.
“Un amigo y yo decidimos abrir una página de Facebook ese mismo día, creamos el logo y en una hora llegó el primer mensaje”, cuenta Rendón en entrevista telefónica con Mexico.com. Quien los contactaba era otra arquitecta de la Universidad Iberoamericana ofreciendo recolectar botellas de PET en su campus. En las siguientes horas, y ante la sensación de urgencia que se vivía en la ciudad, el primer equipo de Viem Mx (Viviendas Emergentes México) se formó en un tiempo récord.
Su convocatoria se hizo viral y el equipo recibió más de un millón de envases de PET, que se guardaron temporalmente en almacenes prestados por varias empresas. Desde entonces, la asociación ha entregado tres viviendas terminadas a familias de bajos recursos, y actualmente trabaja en la construcción de otras cuatro.
Las primeras ‘viviendas emergentes’
La construcción con ladrillos de PET es una técnica tradicional -dice Rendón-, ya que también debe haber una cimentación previa y se utilizan refuerzos -conocidos como 'castillos'- para asegurar la estabilidad de la estructura. “La diferencia es que en lugar de ladrillos utilizamos botellas de PET rellenas de arena o de tierra”, explica la arquitecta. “También se pueden rellenar con basura, pero es más tardado”.
El primer proyecto que la asociación puso en pie fue una “vivienda emergente” para un hombre que había perdido su casa tras el seísmo del 19 de septiembre en San Miguel Tecuanipa, en Tochimilco, Puebla. El pequeño refugio, de nueve metros cuadrados, se construyó con más de 2.500 botellas de PET y tuvo un coste aproximado de 60.000 pesos (unos 2.670 euros).
La arquitecta cuenta que al principio no fue sencillo convencer a las familias damnificadas de que el PET era una buena opción. “La gente se imaginaba que íbamos a hacer casas de basura”, recuerda. Eso cambió cuando la primera construcción estuvo terminada y vieron fotografías del resultado.
Las otras dos casas terminadas se localizan en la comunidad Tetela del Volcán, en Morelos.
Educación ambiental
Tras sus primeros meses de actividad, Viem Mx cambió la técnica del ecoladrillo por una más eficiente. Un grupo de ingenieros originarios de Puebla se puso en contacto con la asociación para ofrecerle su invento patentado. Lo llaman PET aligerado y consiste en mallas que se rellenan con botellas de PET vacías y luego se repellan con cemento para convertirse en techos o muros.
“El tiempo que te ahorras de rellenar botellas es muchísimo”, dice Rendón. “Es el método que más nos ha funcionado para entregar las viviendas lo más rápidamente”.
También el sistema para elegir a las familias beneficiadas se ha ido perfeccionando con el tiempo. Además de personas de bajos recursos, necesitadas de una vivienda, la asociación busca que estén dispuestas a comprometerse con el proyecto.
“Queremos capacitar a las familias de la comunidad para que aprendan a construir. Muchas de las casas que se cayeron fueron por autoconstrucción mal empleada”, sostiene la arquitecta. El objetivo de Viem Mx es transmitir el conocimiento para generar también una activación económica. El compromiso que esperan de las familias incluye su participación en programas de sensibilización y educación ambiental.
De acuerdo con un informe de la Cámara de Diputados, en México se emplean 450.000 toneladas de PET únicamente para el consumo de refrescos. Por agua embotellada, en 2014 se consumieron 234 litros por persona. O lo que es lo mismo: 21 millones de botellas de PET al día.