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ENTREVISTA

Lea Ypi, autora de 'Libre': “La libertad a veces es sólo propaganda sobre la libertad”

La escritora y profesora Lea Ypi

María Ramírez

Londres (Reino Unido) —
6 de mayo de 2023 22:04 h

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“Nunca me pregunté lo que significaba la libertad hasta el día en que abracé a Stalin”. Esta es la poderosa frase con la que arranca Libre, el libro de memorias de Lea Ypi, que retrata la caída del comunismo en Albania en 1990. Lo cuenta con la perspectiva de una niña y adolescente que va descubriendo la realidad de su país y su familia desde ese día de diciembre en que abraza una estatua de Stalin en un jardín mientras manifestantes gritan “libertad, democracia”.

Ypi, que nació en Tirana hace 43 años y estudió Filosofía y Literatura en la universidad de La Sapienza en Roma después de emigrar de su país, da ahora clase de Teoría Política en la London Schools of Economics (LSE), donde recibe a elDiario.es. La mayoría de su trabajo se compone de estudios académicos sobre Marx, Kant, el nacionalismo y las fronteras, pero su primera incursión en la literatura ha sido un éxito de premios, buenas críticas y lectores en todo el mundo. Libre: El desafío de crecer en el fin de la historia, publicado en España por Anagrama en abril, ya se ha traducido en 27 idiomas.

La edición en español está en uno de los últimos montoncitos en la estantería del despacho donde la escritora tiene Libre en multitud de idiomas y casi siempre con la misma portada, la que muestra una rosa dentro de una lata de Coca-Cola, diseñada para la edición en inglés por una artista polaca y que refleja una historia clave del libro.

Ypi sigue con sus clases, pero ahora está escribiendo otro libro, esta vez sobre su abuela, que incluye sus recuerdos y también investigación en los archivos policiales del régimen comunista que la tenía fichada. El título provisional es Indignidad.

Ésta es una versión editada y reducida de nuestra conversación.

¿Por qué cree que ‘Libre’ ha conectado con lectores de países tan diferentes en este momento?

Lo escribí durante la pandemia. La pregunta fundamental que plantea el libro es qué es la libertad y cómo podemos diferenciar entre la libertad como ideal y la libertad como ideología y también a veces un conjunto de eslóganes propagandísticos. Después de la pandemia, pero también en general en los últimos años en todos los países, la gente se ha estado preguntando sobre la relación entre el ideal de sociedad del que les han hablado y la realidad de las sociedades en las que viven, que van de una crisis a la otra. Primero la crisis financiera, luego la crisis pandémica y ahora la guerra y la inflación. Estamos en un momento de ruptura en términos de las expectativas de la gente sobre sus gobiernos y también en el sentido de tratar de ver a través de qué promete el gobierno y por qué. Durante la pandemia había sensibilidad a estas cuestiones por las discusiones sobre la libertad individual versus la responsabilidad social. Pero el libro también ha tenido eco porque ha salido en un momento en el que hay menos fe en el tipo de historia triunfalista liberal que nos habían contado después de la Guerra Fría, del fin del mundo socialista y el triunfo del mundo liberal.

¿Falta conocimiento sobre Albania bajo la sombra de la perspectiva rusa, como le ha sucedido a Ucrania? 

Sin duda. La Guerra Fría fue vista como blanco o negro desde Occidente. La gente no distinguía entre la RDA y la Unión Soviética o la Unión Soviética y Albania o incluso Albania y Yugoslavia, que eran países vecinos. Pero tenían modelos de socialismo muy diferentes. Para Occidente, la guerra era entre el socialismo y el capitalismo, y no había diferencias internas en el bloque socialista. Una de las cosas que el libro trata de mostrar es cómo en realidad todos estos fueron experimentos diferentes y, a menudo, en tensión entre sí. Cuando yo era niña, en Albania, la Unión Soviética se percibía como un enemigo tanto como Estados Unidos. Todas estas historias específicas de países más pequeños se perdieron en un relato que era muy de blanco y negro.

Para Occidente, la guerra era entre el socialismo y el capitalismo, y no había diferencias internas en el bloque socialista. Una de las cosas que el libro trata de mostrar es cómo todos estos fueron experimentos diferentes y, a menudo, en tensión entre sí

Algunas de las historias que cuenta sobre la transición en Albania en los 90 se parecen a las de la transición española en los 70…

Sí, creo que es correcto. Mucha gente me ha escrito para decirme, “crecí en Irán y me identifiqué” o “crecí en una sociedad muy religiosa como España o Portugal en el 70 y me suena a familiar”. Creo que sucede porque el libro trata sobre cómo es crecer en un contexto autoritario y socializar en ese contexto, y también las cargas y las diferencias generacionales de salir de ese contexto. Los niños tenían una percepción y los adultos, otra. 

¿Es un libro sobre la propaganda?

Sí. Está escrito desde el punto de vista de una niña que básicamente repite la propaganda de tal manera que el lector se sienta objeto de esa propaganda mientras lo lee. No hay una voz de autor que te dé una interpretación de la propaganda diferente a la que absorbe la niña. La primera parte del libro trata de cómo se ve el mundo desde la lente de la propaganda y los eslóganes. Cuando te preguntas por la cuestión de la libertad, la libertad a veces es sólo propaganda sobre la libertad. La forma en que se te presenta es realmente un conjunto de presuposiciones ideológicas que dan forma a lo que piensas de ti mismo y si eres libre o no. Creo que en toda sociedad hay un elemento de propaganda. Y eso es algo que a veces es difícil de aceptar. Incluso en las sociedades liberales, hay propaganda. Es muy obvio, como muchas de las cosas que nos cuentan sobre el mercado. En Albania, las pintadas en la pared eran lemas como “larga vida al partido, larga vida a Enver Hoxha”. Cuando a finales de los 90 fui a Grecia con mi abuela por primera vez, recuerdo que en los autobuses había eslóganes que decían “compra en McDonald's” o “compra uno y llévate otro gratis”. Pensé que eran propaganda. Y mi abuela dijo, “no, eso es publicidad”. Pero ¿cuál es la diferencia entre propaganda y publicidad? Tal vez se trata de la forma en que lo tomas o cómo te relacionas con ella, de la libertad de decir que no quieres lo que se anuncia. Pero hay un elemento común en el sentido de que el mundo se está moldeando para ti de cierta manera y tú eres sólo un receptor de cómo se está moldeando.

Creo que en toda sociedad hay un elemento de propaganda. Y eso es algo que a veces es difícil de aceptar.

¿Ha sufrido el West-explaining (dar lecciones desde Occidente a los europeos del centro y este de Europa sobre sus propios países)?

Sí. Cuando me mudé (a Italia) con todas mis experiencias de Albania, que también fueron experiencias de opresión, y las historias trágicas de las personas que conocí que habían sido víctimas del comunismo, la gente decía “Oh, pero eso no era socialismo real”. Hay un divorcio entre cómo se veía el socialismo en Occidente sólo como un conjunto de ideas y en Oriente sólo como un conjunto de experiencias, y no había nada en el medio. Pero la versión occidental era la que se suponía que debías aceptar porque tu experiencia realmente no importaba.

¿Por qué cree que parte de la izquierda idealiza lo que pasó durante el comunismo?

Creo que es porque hay pereza para estudiar a fondo la historia. Es mucho más fácil decir que crees en tu idea sin hacer caso de los hechos. Es más difícil procesar información que desafía tu teoría. Se deben incorporar la mayor cantidad posible de experiencias empíricas, porque de lo contrario habrá un enfoque de arriba hacia abajo, que, por cierto, creo que es lo que caracteriza no sólo a marxistas, sino también a liberales.

Una de las razones por las que quería escribir sobre Albania fue para tratar de desafiar la idea de que toda sociedad que ha sido objeto de un gobierno autoritario tiene lavado el cerebro por ese gobierno. Y que cuando estás liberado, necesitas que los occidentales, que son los realmente libres, te digan cómo tienes que gestionar la economía, dirigir el Estado y organizar las relaciones sociales, cuando en realidad hay muchos matices incluso dentro de esas sociedades. Las personas encuentran códigos y formas de relacionarse críticamente. Quería presentar una imagen de Albania bajo el comunismo un poco más compleja que simplemente decir que se trataba de un pueblo con un lavado de cerebro que finalmente se liberó con otro lavado de cerebro. Quería mostrar cómo había margen para la voluntad incluso en ese contexto.

Hay un divorcio entre cómo se veía el socialismo en Occidente sólo como un conjunto de ideas y en Oriente sólo como un conjunto de experiencias. Pero la versión occidental era la que se suponía que debías aceptar porque tu experiencia no importaba.

¿En Albania se siente agravio por cómo se han comportado los europeos occidentales?

En Albania, cuando cambió el sistema, había mucha esperanza, un poco como hay ahora en Ucrania, con una orientación muy fuerte pro-Europa y el proceso de adhesión a la UE. Es lo que reemplazó la brecha ideológica. Ya no se trataba de socialismo versus capitalismo o ya no era un conflicto de ideas. Se trataba de una institución que te permitiría darte cuenta de todo lo que no habías sido antes. Así que creo que la actitud sigue siendo muy positiva hacia Europa y hacia Occidente.

¿Comparte las esperanzas sobre la UE?

No creo que la UE sea un mesías que resuelve tus problemas. La UE tiene muchos problemas como institución y si la abordas de una manera acrítica, entonces no puedes contribuir a resolver esos problemas porque hay una desigualdad que se arraiga en el proceso de adhesión. Todo el proceso de ampliación es de arriba hacia abajo. Es muy burocrático. Al ser tan tecnocrático, sofoca el debate sobre la UE en estos países, que es lo que necesitan para poder ingresar a la UE como miembros críticos que realmente pueden contribuir de manera efectiva. Tiene un efecto paralizante en la democracia, incluso si tal vez es buena en algunos valores.

¿Es más eficaz la literatura que la academia para que estas ideas lleguen?

Necesitas ambas porque creo que necesitas claridad de ideas, conceptos y críticas y poder reflexionar sobre las preguntas desde una perspectiva filosófica. La filosofía me dio muchas certezas. Y luego escribes desde una perspectiva literaria, y eso desestabiliza todas estas certezas, te hace dudar mucho más. Así descubrí una dialéctica productiva para poder tener convicciones, pero también escribir sobre ellas de una manera que realmente te mueva. Un libro de literatura que sólo trata de pasar un mensaje es un libro de literatura horrible. Es un fracaso como obra de arte, se vuelve didáctico, artificial y pedagógico de manera equivocada. Toda la grandeza de la literatura es que es un espacio de libertad. Y puedes mostrar libertad en lugar de tratar de sermonear a la gente al respecto. Cuando escribí el libro, abandoné el punto de vista de la autoridad desde el que se escriben libros filosóficos y me encontré en un espacio mucho más abierto y donde se puede tener una conversación con los lectores.

Toda la grandeza de la literatura es que es un espacio de libertad. Y puedes mostrar libertad en lugar de tratar de sermonear a la gente al respecto

¿Cómo se le ocurrió la primera frase del libro? 

Traté de pensar en cómo era yo en 1990. Me puse a escribir un diario cuando tenía 11 años, cuando las cosas empezaron a cambiar en Albania. Se me quedó grabado el episodio de esa estatua y esa protesta. Ahora trataba de volver a habitar ese momento. Y luego simplemente sucedió, como con toda la escritura creativa. Te sientas y sucede algo. Fue la primera frase desde el principio. Esas primeras páginas estuvieron exactamente así desde el primer borrador.

¿Cómo ha recreado la voz de cuando usted era niña?

Fue una combinación de cosas. Quería escribir un libro sobre la libertad de una manera que no fuera paternalista, donde no le dirías a la gente, “esta es mi teoría de la libertad y así es como pienso sobre esto”. Amo a Dostoievski y una de las cosas que realmente me gustan de él es que no tiene una voz “de autor”. Hay una polifonía de voces, diferentes personajes que tienen diferentes perspectivas. Me gustó el hecho de que el autor confíe en mí para poder dar sentido a todas estas perspectivas diferentes. Y es la mejor manera de hacerlo con este tipo de libro, que es sobre ideología en Albania en un contexto de mucha división. El anticomunismo es muy polarizante. Y sabía que estaba planteando una gran pregunta en un mundo lleno de controversia, conflicto y con un personaje principal que tiene ingenuidad sobre el mundo y se dedica a reproducir las perspectivas de los demás, pero de alguna manera no tiene su propia perspectiva. La fuerza de la voz infantil está en su debilidad. El hecho de que no es una voz que intenta convencer a nadie de nada. Sólo está reflexionando y reflejando el mundo que la rodea. Descubrí que es una manera muy efectiva de escribir. Lo reconstruí en parte leyendo mi diario. Y en parte escuchando a mis hijos. 

¿Cómo fue recibido el libro en Albania?

En general, muy bien. Ganó un gran premio de no ficción. Pero había dos diferencias. Hubo una división política clara. Las personas que provenían de familias como la mía decían que no hablaba lo suficiente sobre la experiencia de la opresión, las prisiones y el terror. Y luego también hubo una perspectiva generacional. A la gente más joven, de mi edad, que eran niños durante el comunismo, les encantó porque les recordaba a su infancia y reconstruía su perspectiva. El libro también trata de la carga generacional. ¿Qué significa crecer en una sociedad en la que te conviertes en el destinatario de todos los ideales de tus padres y todas las cosas que no pudieron hacer? De eso va la segunda parte del libro, que es un poco más sombría y oscura, en parte porque me convertí en adolescente. El libro quiere reflejar una diferencia generacional en cómo percibimos el pasado, cómo nos relacionamos con él y cómo pensamos sobre el futuro a la luz de ese pasado. 

¿Albania ha lidiado con su pasado? 

No. Y esa también es una de las razones por las que el libro ha sido controvertido. El debate sobre el pasado está muy polarizado y, a menudo, políticamente manipulado e instrumentalizado al servicio de ganancias políticas a corto plazo. Está en manos de las élites políticas y no hay un debate amplio en toda la sociedad sobre la injusticia histórica, sobre cómo pensar sobre el pasado y cómo tener una conversación con una pluralidad de perspectivas. La recepción del libro también fue un ejemplo de por qué es tan difícil en este tipo de contexto ajustar cuentas y pensar en la política de la memoria.

El libro cuenta cómo Italia construyó las primeras barreras contra la llegada de albaneses en las hoy se basa la política migratoria de la UE. ¿Por qué quería contar esa historia?

Para mí, se trataba de la transición entre un mundo en el que las fronteras estaban cerradas debido a la Guerra Fría y un mundo en el que las fronteras estaban oficialmente abiertas pero en realidad no lo estaban. Lo escribo para poner el ejemplo de la libertad de movimiento como el caso en el que puedes ver la propaganda. Si lo piensas desde una perspectiva filosófica, la libertad de movimiento se trata de moverse libremente y no importa si estás saliendo de un país o si estás entrando a un país. Si me dices que puedo salir de esta habitación ahora porque esta puerta está abierta, pero todas las otras habitaciones a mi alrededor están cerradas y no puedo ir a ninguna parte del edificio, entonces, ¿soy tan libre para salir de mi habitación? Es la forma en que se discutió la libertad de movimiento a lo largo del siglo XX en las sociedades de la Guerra Fría. Los países comunistas eran los criminales que retenían a sus ciudadanos y los buenos eran los que estaban abiertos y les daban asilo y saludaban a sus disidentes y sus emigrados políticos como héroes cuando llegaban.

¿Y luego? 

En el momento en que estos ciudadanos pudieron abandonar sus países, las fronteras de Occidente se cerraron. En Italia empezaron las patrullas en el mar y se restringió la entrada. Si tienes una salida pero no tienes una entrada garantizada, entonces no es realmente libertad. Es sólo propaganda. La gente te dice que tienes libertad de movimiento, pero en realidad no la tienes. En los años 90, los países que eran considerados criminales por encerrar a su gente de repente abrieron las fronteras y los países que empezaron a encerrar a la gente no fueron considerados así. Nunca decimos que España, Italia o Reino Unido sean países criminales por hacerlo.

¿Es factible tener fronteras abiertas?

Creo que otro error que cometemos es que siempre pensamos en la migración como una cuestión de quién está dentro y quién está fuera, y se convierte en una cuestión de si la frontera está abierta o cerrada. La migración es sólo un problema en el contexto de una asimetría de poder en el mundo que hace que las personas se muevan de un contexto a otro. Las fronteras son sólo un problema cuando reflejan asimetrías de riqueza y poder. Si pensamos en la migración como un problema en sí mismo, entonces no atendemos a las circunstancias que hacen que lo sea. Si lo hiciéramos pensaríamos en cambios políticos.

Las personas se han estado moviendo por todo el mundo durante siglos al igual que los animales porque eso es lo que hacen. Cambiamos nuestro entorno y migramos, es una parte normal de la naturaleza. Así que creo que ese no es el problema. Debemos pensar en el movimiento que refleja algo socialmente significativo.

Soy kantiana y, para mí, el principio fundamental es que la razón tiene dos peligros: uno es dogmatismo y el otro es escepticismo. Y la teoría crítica está entre estas dos cosas

¿Cómo es su experiencia de profesora tras el éxito del libro?

Me encanta enseñar. Es una de las cosas más importantes de ser académica y me encanta poder ver cómo las generaciones más jóvenes se involucran con sus preguntas. Los estudiantes más jóvenes nunca están tan seguros de las cosas como tú. Creo que lo peor que le puede pasar a alguien es estar demasiado seguro de todo lo que dice. Soy kantiana y, para mí, el principio fundamental de Kant es que la razón tiene dos peligros: uno es dogmatismo y el otro es escepticismo. Y la teoría crítica está entre estas dos cosas. Siempre hay que tener cuidado con no volverse dogmáticos. Pero también una vez que has desafiado todo y no eres dogmático, tampoco debes volverte escéptico porque eso paraliza la acción. Enseñar filosofía me hace pensar todo el tiempo y pensar desde cero.

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