El líder populista de Serbia consolida su poder en unas elecciones marcadas por el genocidio y la sombra de fraude electoral

Varios partidos de la oposición aprovechan los últimos minutos de campaña para captar votantes en la Plaza de la República, principal punto de encuentro de Belgrado, capital de Serbia. Detrás de ellos hay un inmenso grafiti nuevo: “El único genocidio cometido en los Balcanes fue contra los serbios”. Y justo encima del mural, pintados con plantilla, varios rostros del criminal de guerra y genocida convicto Ratko Mladic, 'el Carnicero de Bosnia' y responsable del genocidio de Srebrenica, en el que más de 8.000 bosnios musulmanes fueron asesinados.

Serbia ha celebrado este domingo elecciones locales en decenas de municipios y grandes ciudades. En Belgrado, la joya de la corona, se trata de una repetición electoral forzada tras las acusaciones de fraude durante las elecciones del pasado mes de diciembre y las presiones internacionales –incluida la Unión Europea–. Tras el control absoluto obtenido por el partido gobernante del presidente, Aleksandar Vučić (SNS, miembro del PP europeo), en las elecciones de 2020, la oposición esperaba ahora mandar un primer mensaje de fortaleza, pero Vučić ha vuelto a ganar en prácticamente todos los municipios: el partido en el Gobierno dice que ha ganado en todos los municipios menos cuatro de los 80 en los que se votaba.

En las elecciones de diciembre, la oposición se presentó unida en coalición, pero esa unión se ha roto en esta nueva convocatoria porque algunas formaciones han decidido boicotear los comicios ante lo que consideran unas elecciones fraudulentas e injustas. La misión de observación de la OSCE concluyó, en su informe de diciembre, que “aunque [los comicios] ofrecen a los votantes alternativas políticas, han estado dominadas por la participación decisiva del presidente que, junto a las ventajas sistémicas del partido en el Gobierno, han creado unas condiciones injustas”. “Las libertades fundamentales se han respetado en términos generales en la campaña, pero ha estado marcada por una retórica agresiva, el sesgo en los medios, la presión en los empleados del sector público y el uso erróneo de los fondos públicos”.

“Nada de eso ha cambiado en estos meses. Incluso ha empeorado”, afirma Nemanja Stiplija, con la mirada fija en la pantalla instalada en un antiguo almacén a orillas del Danubio donde ahora la coalición opositora, 'Yo elijo luchar', sigue los resultados. Stiplija es politólogo, fundador del Centro de Política Contemporánea y editor del portal European Western Balkans. La ciudad entera está empapelada de carteles del presidente populista, que gobierna el país desde 2012, e incluso la lista no lleva el nombre de su partido, sino el suyo: Aleksandar Vučić. El presidente es omnipresente.

Vučić ha utilizado una resolución de la Asamblea General de la ONU del pasado 23 de mayo instaurando el Día Internacional para la Conmemoración del Genocidio de Srebrenica para movilizar a sus votantes y despertar el ardor nacionalista en las calles. El texto condena el negacionismo o enaltecimiento de figuras como Mladic, pero Vučić lo ha querido convertir en un ataque al pueblo de Serbia, aunque el texto ni siquiera menciona el nombre del país. A pocos días de las elecciones, el presidente llenó la capital de carteles publicitarios con el lema: “No somos un pueblo genocida”. El mismo mensaje se podía ver en el edificio más alto de Serbia, a orillas del río. 

“Será el día más difícil desde que soy presidente”, dijo Vučić antes de viajar a Nueva York para asistir a la votación en la Asamblea General, donde entró ataviado con la bandera Serbia como protesta. Esta narrativa le ha permitido erigirse como el mayor defensor de la patria entre los principales medios de comunicación –Vučić controla las cadenas de televisión más vistas en el país gracias a una estrategia deliberada de aislar a los pocos medios independientes–. 

Para la oposición, uno de los grandes temas ha sido el polémico proyecto que ha entregado a Jared Kushner, yerno de Donald Trump, los históricos edificios del Ministerio de Defensa destruidos por el bombardeo de la OTAN en 1999 para construir oficinas y apartamentos de lujo. El propio Kushner y las autoridades serbias han confirmado el acuerdo e incluso el estadounidense ha compartido imágenes de sus planes en el lugar que durante 25 años ha servido de monumento informal y recordatorio de los bombardeos de la OTAN. “Es increíble. Ellos lo destruyeron y ahora se lo damos”, dice indignado Nikola, guía turístico en la ciudad. 

“Quieren vender esos edificios históricos y borrar la huella de la historia como si nada hubiera ocurrido”, dice a elDiario.es Borijan Sokovic, candidato en un municipio de Belgrado por la lista Keni Promeni, un movimiento social que se ha presentado por primera vez a las elecciones y que tiene los edificios como uno de sus temas centrales de campaña. Junto a él, en la Plaza de la República, hay representantes de otro partido conservador opositor, el Partido Popular. “Realmente no esperamos nada en estas elecciones. En este momento no es posible derrotar a Vučić. Tiene el apoyo de la UE, Rusia y China”, dice Vladímir.

Además de la división de la coalición, la oposición se enfrenta a un electorado desmovilizado. “Vučić quiere que a la gente no le interese la política y lo ha conseguido. Solo aparece él en todas partes, la lista lleva su nombre, él anuncia los resultados y ha convertido el Parlamento en un lugar lleno de payasos”, dice Stiplija. De hecho, muchos ciudadanos en la capital ni siquiera sabían qué se votaba el domingo, pero prácticamente todos conocen la resolución de la Asamblea General de la ONU.

En el viejo almacén a orillas del Danubio se hace el silencio cuando sale el presidente a anunciar los resultados. Vučić reivindica la victoria en prácticamente todos los municipios en juego. Tiene mayoría absoluta en Belgrado y solo dos barrios de la ciudad en disputa. Se escuchan risas de indignación cuando anuncia más de un 90% en un pequeño pueblo cerca de la frontera.

Los primeros aplausos y la única alegría de la noche se da en Nis, la tercera ciudad del país. El partido gobernante es la fuerza más votada, pero la unión entre un candidato independiente y otra coalición opositora puede arrebatar a Vučić la ciudad. “A partir de ahora, Nis es una ciudad libre”, decía Dragan Milic. Hasta ese momento, no se sabía si el popular cardiólogo iba a cooperar con el Gobierno o la oposición. “Se acaba de convertir en el héroe de la noche”, dice Sofía, periodista que cubre las elecciones desde el almacén convertido en refugio opositor y donde apenas hay periodistas de medios progubernamentales.

De pronto, todos recuerdan que Nis fue la primera ciudad en deshacerse del poder autoritario de Slobodan Milosevic en 1996. Milosevic falleció en 2006 en una celda en La Haya mientras era juzgado por crímenes de guerra. Muchos de los presentes quieren ver un símil en el largo camino a la victoria frente al gobierno autoritario y populista del actual presidente. Uno de los líderes de las juventudes del partido liberal, incluido en la coalición opositora, se muestra optimista: “Creo que es el principio de la derrota de Vučić”.

Justo después de las primeras ruedas de prensa de los políticos, una fuerte ventolera amenaza con tirar la pantalla. Vuelan las sombrillas y los papeles y la organización corre detrás de ellos. Inmediatamente después cae una fuerte tormenta eléctrica que obliga a todos a refugiarse dentro del almacén. “Bueno, supongo que esto es bastante simbólico”, dice bromeando una de las organizadoras del acto mientras trata de recoger sus pertenencias a toda prisa.