“El sentido del humor por fin ha llegado a los conservadores y hay que agradecérselo a un hombre: Donald Trump”, dijo el humorista estadounidense Jordan Klepper en su programa The Opposition (La oposición). “Este tipo demuestra que nuestro bando puede aguantar una broma hasta que llega a la Casa Blanca”.
En una sección dedicada a comparar el humor conservador con el humor liberal, Klepper destaca un fenómeno peculiar del panorama mediático estadounidense: la falta de sátira conservadora en un ámbito dominado por comediantes con tendencia progresista. Desde hace años se busca una explicación para la ausencia de un Jon Stewart republicano, pero la creciente polarización política realza la necesidad de identificar los formatos y espacios donde la sátira conservadora opera y prospera.
En Estados Unidos, país donde la sátira política está protegida constitucionalmente bajo la Primera Enmienda y la doctrina legal del ‘fair use’ (‘uso razonable’), el formato tiene los fundamentos necesarios para existir en ambos lados de la división partidista. Ambos lados del espectro ideológico poseen el conocimiento que expertos consideran necesario para la comprensión de chistes políticos. Sin embargo, estudios que datan de 1990 han determinado que existe una incompatibilidad fundamental entre los formatos habituales de chistes satíricos y las necesidades psicológicas de la ideología republicana.
“El conservadurismo apoya a las instituciones y la sátira pretende derribar a estas instituciones”, resume Alison Dagnes en su libro A Conservative Walks Into A Bar (Un conservador entra a un bar).
La diferencia entre la sátira liberal y la conservadora no es de contenido sino de estructura, según la investigadora Dannagal Young de la Universidad de Delaware. “Al profundizar en la literatura sobre los perfiles psicológicos de liberales y conservadores se abrió una ventana a un nuevo mecanismo explicativo: el 'sesgo liberal' de la sátira no se deriva del contenido, objetivo o función de esos chistes, sino de la estructura retórica del humor en sí mismo, especialmente en el caso de la ironía”, explica Young en una entrevista con PsyPost. “Incluso cuando el tema no es político, los conservadores aprecian menos que los liberales los textos humorísticos basados en la incongruencia”.
El fenómeno que describe Young quizás quede mejor ilustrado por un estudio realizado en 2009 que comparaba la reacción de espectadores de diferentes tendencias políticas a algunos episodios de The Colbert Report, programa satírico liberal. Los investigadores determinaron que los grupos de tendencia conservadora interpretaban el personaje de Stephen Colbert, una parodia del presentador de Fox News Bill O’Reilly, como un comediante que solo pretendía burlarse de la derecha. El personaje de Colbert, invitado a presentar en la cena de corresponsales de la Casa Blanca en 2006, llegó a bromear frente a George W. Bush: “Creo que el gobierno que gobierna mejor es el gobierno que gobierna menos y, según estos estándares, hemos establecido un gobierno fabuloso en Irak”.
Rodney Lee Connover, productor del programa satírico conservador The Flipside, refuta los hallazgos de Young en una entrevista con The Atlantic: “Es otra manera de decir que los liberales son más inteligentes. Y claramente ese no es el caso. Los liberales son algunas de las personas más tontas sobre la Tierra.”
La falta de sátira conservadora no se debe a la ausencia de interés corporativo por parte de los medios de comunicación. En 2007, el canal televisivo conservador Fox News lanzó una propuesta que buscaba responder al éxito de The Colbert Report o The Daily Show con Jon Stewart. El programa, The ½ Hour News Hour, emulaba el formato de noticiero infosátira de estos anteriores, pero contaba con la participación de figuras mediáticas emblemáticas de la derecha estadounidense, como el presentador de radio Rush Limbaugh y la comentarista Ann Coulter. Su primera y única temporada permanece como el programa con la peor valoración en Metacritic. Un intento posterior, The Flipside with Michael Loftus (El otro lado con Michael Loftus), estrenado en 2015 y producido por Connover, tampoco pudo recrear el éxito de sus equivalentes de tendencia izquierdista.
Aunque no existe el equivalente republicano de Stephen Colbert, sí existen cómicos que se identifican abiertamente como conservadores. “Creo que es probable que haya doce o trece programas, en una sola noche, que tengan una perspectiva liberal de las noticias”, sostiene Dennis Miller, un humorista de Fox News.
“La izquierda tiene un dominio absoluto sobre el entretenimiento y vamos a luchar para salir de este estrangulamiento”, dijo Loftus en Fox News el octubre pasado, en el mismo programa que anunció su gira de comedia titulada “Los Deplorables”, en colaboración con Terrence Williams.
El conservadurismo estadounidense tiene tradicionalmente otro refugio en el panorama mediático: los programas de radio de discusión política, un formato conocido como 'talk radio'. Dominado por figuras mediáticas como Rush Limbaugh y Sean Hannity, la radio conservadora constituye 91% de la programación total semanal, según el ‘think tank’ conservador el Centro por el Progreso Americano. Es un fenómeno cuyo éxito los expertos atribuyen a las problemas estructurales en la regulación gubernamental de la industria; aunque ciertos anfitriones de radio conservadores, como Hugh Hewitt, consideran que evidencia su “autenticidad” y “transparencia”.
Con el advenimiento de Internet y las redes sociales, la sátira conservadora ha encontrado un nuevo dominio, donde sus aspirantes no se deben circunscribir por la reacción pública a sus opiniones más polémicas. Townhall es una web de tendencia republicana que aglutina un servicio de radio, las columnas diarias de periodistas de Fox News y una colección extensa de caricaturas satíricas, incluyendo la siguiente que satiriza a la congresista Alexandra Ocasio-Cortez. De forma similar, la extrema derecha estadounidense ha empleado la sátira en las redes sociales como vehículo para sus narrativas de racismo reverso y “genocidio blanco”, según la investigadora Viveca Green de Hampshire College.
Con la llegada de Trump al Ejecutivo y su llamamiento para “drenar el pantano” de Washington, el partido republicano se encuentra polarizado entre su retórica tradicional y el mensaje anti-establishment que ha caracterizado los movimientos populistas alrededor del mundo.
Para presentadores de Fox News como Greg Guttfeld, la retórica “liberadora” de Trump ha catalizado un cambio en la sátira conservadora: “Los conservadores siempre fueron pintados como si no tuviéramos sentido de humor, éramos los estirados chillones que encontrábamos falta en todo, pero ahora hemos cambiado. Los liberales son los humoristas mediocres gritones sin sentido de humor, que acusan a todos de mala voluntad, y mientras tanto, ¿quién se divierte? ¡Nosotros, por primera vez!”
Greg Guttfeld puede tener razón, según escribe Joanna Weiss, colaboradora de la revista Politico. Al igual que Trump ha cambiado el tono de la presidencia con sus chistes a base de insultos, los satiristas de la izquierda han reformulado sus rutinas para responder al presidente y la administración en un lenguaje que entienda. En 2018, la humorista Samantha Bee provocó una gran polémica al llamar a Ivanka Trump “feckless cunt”, un insulto muy grave en inglés, en una pieza sobre la política de separación de familias migrantes.
“No es un chiste”, explica la investigadora Dannagal Young en su entrevista con Weiss. “Cuando la sátira está haciendo un buen trabajo, no se trata solo de golpear [al otro]. Nos recuerda nuestra propia complicidad.”
El caso de la sátira española
El junio pasado, La Gallina Ilustrada debutó como una propuesta que busca presentar una alternativa de derechas a las fuentes de sátira españolas existentes, como lo son El intermedio de la Sexta o la web El Mundo Today. Se trata de un periódico satírico quincenal, publicado en digital y en físico, que tiene su origen en un suplemento de la revista Chesterton en 2007.
“¿Hace cuánto tiempo que no hay una publicación satírica de derechas en España? Cuarenta y tres años”, afirma su director Juan Antonio Fúster, cuya trayectoria incluye director de la revista Chesterton y jefe de Reportajes de La Razón. Fúster, al igual que sus equivalentes estadounidenses, también reclama un acaparamiento de la sátira política por parte de las izquierdas: “Todo se lo dejábamos a la izquierda porque, en fin, nosotros éramos de derechas y teníamos que pedir perdón por algo que, yo no sé por lo que había pedir perdón, pero ya está bien.”
No existen estudios que determinen la ideología política predominante de la sátira española, sin embargo, expertos han podido identificar denominadores comunes. Es un género que busca señalar a su público como crítico e inteligente, que comparte una visión descreída y postmoderna sobre la política profesional, y por ello posee un espíritu rebelde e inconformista, según escribe José Valhondo en su libro Sátira televisiva y democracia en España: la popularización de la información política a través de la sátira.
Para algunos de los protagonistas más premiados de la sátira española, este espíritu anti-institucional implica el éxito entre lectores de izquierdas. “Los de Mongolia en el fondo están deseando un Gobierno de derechas en España porque es cuando más se vende la sátira”, dijo el humorista y coeditor de la revista Mongolia, Darío Adanti, en la presentación del libro ‘La Biblia negra de Mongolia’. “Cuando gana la izquierda, la gente no quiere comprar sátira”.
Sin embargo, existe un aspecto adicional para revisar el fundamento ideológico de la sátira de ambos lados del espectro político. “La perspectiva de género está ausente en mucho humor”, cuenta Lucía Lijtmaer a eldiario.es. “[Nosotras hacemos] el tipo de humor que no vemos en otros espacios, el que nos sale y nos interesa”. Lijtmaer, periodista de profesión, y su colega Isa Calderón son las presentadoras, productoras, guionistas y creadores del show de late night Deforme Semanal, que satiriza la actualidad desde una perspectiva feminista e izquierdista. Además del éxito de su propio show, que ya cuenta con dos temporadas, Lijtmaer también le ha brindado su apoyo al festival de Princesas y Darthvaders, el cual “se sirve del humor y la cultura de guerrilla para hablar de feminismos” y celebró su quinta edición en Madrid el junio pasado, con la participación diversa de activistas, escritoras y humoristas feministas.