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'Animado presidente' T2, el Donald Trump más salvaje se enfrenta a Alexandria Ocasio-Cortez

El primer episodio de Animado presidente se estrenó en Showtime el 11 de febrero de 2018. Poco más de un año antes, Donald Trump había sido elegido presidente de los EEUU, y la realidad que nos rodeaba había emprendido un rumbo inesperado y terrorífico, capaz de superar cualquier amago de ficción, o de intento de afrontar la excentricidad de aquel personaje con una risa distanciada.

Con alguien como Trump en el poder, cualquier posible carcajada era susceptible de congelarse, de revelarse insensata ante la gravedad de la situación y los peligros a los que arrojaba al mundo. Y, sin embargo, gente como Bill Maher, Trevor Noah o John Oliver (todos provenientes del late night estadounidense) intentaron defender esa carcajada. Mantenerla con vida porque entendían que, ahora, era más necesaria que nunca.

Stephen Colbert fue uno de ellos, y sus esfuerzos acabaron conduciendo a la producción de Animado presidente, cuya segunda temporada estrena Movistar Series. Antes de convertirse en una ambiciosa apuesta televisiva con artistas como Steve Conner o Mack Williams (responsable de la fantástica Archer) involucrados, la recreación humorística del gobierno de Donald Trump se había limitado a unos cuantos sketches emitidos en The Late Show with Stephen Colbert.

Como la realidad seguía yendo varios kilómetros por delante, Colbert se decidió a producir una serie que encauzara todas sus opiniones sobre los movimientos de aquella criatura extraña a la que se veía obligado a llamar presidente. En el show que acabó diseñando optó por no plegarse a esa rabiosa actualidad, prefiriendo dar pie a una narrativa autosuficiente, utilizando el comportamiento real de Trump como inspiración para la caricatura más desatada y surrealista.

Esta decisión, lejos de ser cobarde, resulta ser de lo más beneficiosa en términos creativos. Series como Veep, sin ir más lejos, no necesitan desvelar el nombre del partido de su protagonista para reforzar su sátira de la política estadounidense, y del mismo modo Colbert y su equipo (entre quienes se encuentran R.J. Fried, Matt Lapin o Tim Luecke) deciden construir en Animado presidente su propio mundo ajeno a las reglas que velan el nuestro.

Aunque, claro, a la hora de la verdad estas no difieran tanto, y sea en este punto donde la serie empieza a sacar brillo a su aguijón.

Tiempos de cambio

Si la primera temporada de Animado presidente se proyectaba sobre un tiempo de euforia para su protagonista (únicamente preocupado por las luchas internas de su gabinete y por decir alguna otra salvajada que afianzara su leyenda), esta nueva entrega ofrece un panorama sensiblemente distinto. La amenaza toma fuerza desde el exterior, y ni el inmenso ego del POTUS puede fingir que todo va bien.

Nancy Pelosi y Chuck Schumer ya trataron de entorpecer los avances de Trump desde la Cámara de Representantes y el Senado en los compases iniciales de la ficción. Sin embargo, su apego a un Partido Demócrata tan incapaz de sobreponerse a la derrota como de acreditar al presidente como la amenaza que es, había provocado que su trabajo al frente de la oposición nunca llegara a incomodarle de forma seria. Eso está a punto de cambiar.

La llegada a la primera línea política de Alexandria Ocasio-Cortez (una vez ganara las primarias del Partido Demócrata por Nueva York a finales de 2018) supone ahora mismo la amenaza más potente y significativa a la que tiene que hacer frente la Administración Trump. Su juventud y escasa experiencia, aunque no la ha podido conducir a ser una rival directa que pueda acabar con su gobierno en las próximas elecciones de 2020, son la punta de lanza de un movimiento concienciado que representa todo lo que Donald rechaza. Todo lo que le impide conciliar el sueño por las noches.

Trump vs. Ocasio-Cortez

Así lo retrata la segunda temporada de Animado presidente, donde Ocasio-Cortez asumirá un papel protagónico y ejercerá de principal némesis de Trump. Su afán por poner en apuros al presidente, eliminar los privilegios de la clase política y, sobre todo, enarbolar el “sentido común” como brújula de su campaña (lo más confuso e incomprensible a lo que el protagonista se haya enfrentado jamás), focalizará los conflictos de estos nuevos capítulos, aunque no está sola en este empeño.

Kamala Harris comparte el ideario de su compañera demócrata, y recientemente se postuló como la posible candidata a las elecciones presidenciales si las primarias de su partido lo permiten. Bernie Sanders, por su parte, sigue comprometido a hacerle la vida imposible a Trump, y Pete Buttigieg también se guía por principios parecidos.

Todos estos conflictos penden sobre el devenir de la serie de Colbert, aunque como ya es habitual prefiera recurrir a ellos para apuntalar las fugas esperpénticas por las que se caracteriza el show. Las inquietudes ecologistas de Harris y Ocasio-Cortez, de este modo, chocan contra el negacionismo ante el cambio climático que defiende Trump, pero la serie lo adereza con el presidente viéndose obligado a estudiar el fenómeno y solo así poder explicar los tremendos sudores corporales que le aquejan.

En Animado presidente el protagonista también pretende convencer a los norteamericanos de que financien la construcción de una gigantesca Torre Trump en Moscú, así como entender los códigos nucleares sin provocar una hecatombe. Episodios que retratan la megalomanía del personaje real desde la exageración y la caricatura, pero que acaban ofreciéndose como un diagnóstico relevante y de una urgencia mucho mayor de lo que parece.

En esta segunda temporada, donde también se pasean otros personajes reales como Jeff Bezos o la inigualable Kellyanne Conway (una de las figuras más chillonas e ilustrativas del trumpismo), el presidente tiene más problemas que nunca. Su espiral de locura se va aproximando rápidamente a un destino inevitable, y solo podemos aspirar a que, cuando este llegue, el mundo haya sobrevivido a Donald Trump. Si no puede ser dentro de la caricatura, al menos sí fuera de ella.

El primer episodio de Animado presidente se estrenó en Showtime el 11 de febrero de 2018. Poco más de un año antes, Donald Trump había sido elegido presidente de los EEUU, y la realidad que nos rodeaba había emprendido un rumbo inesperado y terrorífico, capaz de superar cualquier amago de ficción, o de intento de afrontar la excentricidad de aquel personaje con una risa distanciada.

Con alguien como Trump en el poder, cualquier posible carcajada era susceptible de congelarse, de revelarse insensata ante la gravedad de la situación y los peligros a los que arrojaba al mundo. Y, sin embargo, gente como Bill Maher, Trevor Noah o John Oliver (todos provenientes del late night estadounidense) intentaron defender esa carcajada. Mantenerla con vida porque entendían que, ahora, era más necesaria que nunca.