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ENTREVISTA

Luke Harding, reportero en Ucrania: “Estamos obligados a informar de lo que sabemos para preservarlo del olvido y la propaganda rusa”

El periodista Luke Harding

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —
31 de enero de 2023 22:44 h

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Luke Harding habla de Ucrania y de los ucranianos como si los tuviera delante aunque esté en Londres. De los vendedores de verduras en el borde de la carretera, de los campos oscuros y las cúspides doradas. De su banco favorito de un parque bombardeado, del pequeño tarro de propinas donde pone “para la fiesta de la victoria” en el quiosco de Kiev donde compra el café por la mañana y de su amigo el novelista Andrei Kurkov. Mueve las manos y repite “boom, boom” para contar cómo suena el frente. Habla en presente para describir el horror de un sótano en Bucha, repite las conversaciones con el guía al que no pudo ayudar a salir de Mariupol. 

Harding lleva 25 años informando desde el terreno sobre guerras, desastres naturales, atentados, corruptelas de oligarcas y espías. Habla ruso, ha escrito varios libros sobre Rusia, donde fue corresponsal, y ha pasado casi todo el último año en Ucrania, que ha cubierto desde 2007. Esta semana vuelve a Ucrania y sueña con presentar también allí su libro Invasión, que está disponible en inglés y pronto lo estará en ucraniano. En España, lo publica Deusto el 22 de febrero

En 2011, el Kremlin le expulsó de Rusia después de cuatro años de corresponsal en Moscú y tras publicar telegramas de WikiLeaks sobre Vladímir Putin y el asesinato del ex espía Alexander Litvinenko. Cuando era corresponsal, encontró escuchas en su apartamento y una cámara en su dormitorio. El Ministerio de Exteriores ruso le metió en una lista de personas que tienen la entrada vetada en Rusia y que también incluye a la directora del Guardian

¿Por qué escribir un libro en medio de una historia aún en curso? 

Llevo 15 años cubriendo Rusia. Sé cómo piensa esta gente. Llevo años escribiendo que este régimen no es solo represivo a nivel nacional, sino que también es peligroso a nivel internacional. Y ahora se ha demostrado que es cierto en Ucrania. Así que quería explicar el contexto y el tipo de pensamiento del Kremlin.

Además, escribí este libro porque quería contar las historias humanas sobre el terreno. Creo que eso es lo que tenemos que hacer. Vemos la mayor guerra desde 1945 en el continente europeo. Vemos un millón de hombres en armas. Vemos una línea de frente que parece sacada de una película de Hollywood con tanques, con trincheras, con explosiones, con gritos, con estruendos. He estado ahí y hay mucho ruido. Está el “boom, boom, boom” de la artillería ucraniana saliente y, a veces, el silbido de los cohetes rusos entrantes. Y la gente está viviendo en esta situación. En eso se diferencia de una película de guerra. Son civiles quienes lo soportan y muchas veces no tienen dónde ir mientras tratan de sobrevivir. 

Quería escribir para contextualizar y supongo que para hacer una súplica de que sigamos observando lo que sucede con empatía hacia esas personas en Ucrania. Sinceramente, también escribí el libro como una especie de terapia después de las cosas desgarradoras que he visto. Era como si tuviera una voz en mi cabeza que me hiciera escribir. Sentí que tenía que procesar lo que había visto.

Habrá muchos libros sobre la guerra en Ucrania, pero creo que no podemos permitirnos el lujo de esperar cinco, 10, 15 años. Este es un conflicto que nos concierne a todos… También hay refugiados en España. Es la mayor crisis de refugiados en Europa de la historia. Y quería escribir con claridad moral y pasión un primer borrador de la historia.

¿Tenía claro que la situación iba a ser igual entre la entrega del manuscrito y la publicación?

Sí, la cosa es que esto lleva pasando nueve años. Creo que la guerra continuará hasta el verano y probablemente más allá por dos razones. Para empezar, los ucranianos no tienen elección. Esencialmente, tienen que seguir luchando o someterse y convertirse en esclavos. Y hemos visto con los horrores de Bucha y Mariupol lo que significa tangiblemente la ocupación rusa para las personas que viven en esas zonas. Lo vemos una y otra vez.

La decisión histórica de Putin de invadir en febrero del pasado año fue un gran error estratégico. El mayor de su presidencia y característico de alguien que se ha convertido en dictador, que ha perdido el contacto con la realidad. El problema ahora es que tiene que darle la vuelta. Él está haciendo lo que siempre hace, que es escalar. Y supongo que su idea ahora es que con la movilización de más hombres, con una segunda ola que probablemente vendrá pronto, puede prevalecer. También pensó que Occidente se desmoronaría de inmediato. Eso no pasó, pero Putin cree que al final Occidente se cansará y él tendrá éxito. Todavía piensa que puede ganar.

Hemos visto con los horrores de Bucha y Mariupol lo que significa tangiblemente la ocupación rusa para las personas que viven en esas zonas. Lo vemos una y otra vez.

¿En esta sociedad con poca capacidad de atención se están olvidando ya algunas historias? 

Como buen reportero, estoy obsesionado con los detalles, los pequeños detalles. Lo que quería hacer no era solo contar una historia política, sino también dar un sentido del lugar, ya sea en Crimea justo antes de la invasión en la frontera, mientras los soldados miraban a través de la laguna y yo miraba los patos, o en las trincheras, rodeadas de plantas, o en el restaurante en ruinas. A menudo me pregunto cuántos de los soldados que conocí han sobrevivido. Y pienso en algunas historias inquietantes. Pienso en el tipo que conocí en Mariupol en enero, donde fui justo antes de la invasión, porque todos me decían que la ofensiva caería sobre la ciudad y sería muy difícil defenderla.

Así que fui a ver y conocí a este tipo, Anatoly Lozar, que era un civil. Él era un voluntario y me mostró los alrededores. Fuimos con él y las fuerzas armadas ucranianas al frente. Hablamos de Dostoievski. Hablamos de Putin y de su locura. Y luego, cuando ocurrió la invasión, hablamos por teléfono y él me dijo, “Aguantamos. La ciudad está rodeada, pero estamos luchando. Estaré bien”. Y luego estaba cada vez más desesperado. Me rogó que sacara a su familia. Y un año después, todavía no sé qué le pasó. Sospecho que está muerto, pero no lo sé. Y no estaba en la lista de muertos. Revisé con mucho cuidado. Es una lista extremadamente larga de Mariupol. 

Escribí el libro preservar algunas de esas conversaciones. 

¿Cuál es la historia sobre la que le resultó más difícil informar? 

Creo que Bucha. Caminando por Bucha a principios de abril, unos días después de que los rusos se fueran, era como estar en una escena del crimen gigante. Pero no es ficción. No es Netflix. Son cuerpos reales en las calles de personas que han sido asesinadas a tiros en sus coches o torturadas y abandonadas.

El nivel de destrucción se veía en coches acribillados, casas destrozadas, puestos de control rusos abandonados, ventanas atravesadas por disparos. Fue terrible reconstruir lo que había sucedido. Los rusos habían entrado al comienzo de la invasión, confiados en que podrían tomar Kiev, pero fueron aplastados por la artillería ucraniana. Como estos soldados no pudieron con el ejército ucraniano, simplemente se desquitaron con los civiles. Violaron mujeres, secuestraron hombres. Los ejecutaron en condiciones miserables.

Escribo en el libro sobre Volodymyr Cherednychenko, que fue capturado porque tenía imágenes de un tanque ruso en llamas en su teléfono. Lo interrogaron y lo mantuvieron en el sótano y luego lo mataron mientras su madre y su tía pensaban que aún estaba vivo. Es material de pesadilla y no puedo dejar de pensar en ello. Bajé al sótano donde lo habían retenido y apestaba. Había sangre. Había un patético juguete de niño pequeño. Estuvo retenido allí durante días. Estaba encerrado. Y puedes imaginarlo esperando, rezando, suplicando que de alguna manera pueda salir de esa situación. Entonces, oye que se abre la puerta, son los rusos que bajan, lo golpean, le disparan en la cabeza. 

Cuando se encontró su cuerpo, su tía lo enterró. Vi la tumba en el huerto de su jardín. No era una tumba grande. Básicamente asesinaron a un niño.

Y había tantas historias como esa. Alrededor de 1.600 en la región de Kiev. Sentí la necesidad de contar esto porque una cosa es ver las imágenes y otra escuchar las historias. Bucha fue un desfile de la muerte. 

¿Le preocupa que se pierda lo que pueda estar pasando o que lo que pasó en Mariupol?

Sí. En el caso de Mariupol, no hemos visto nada igual desde Gernika. Una ciudad europea floreciente de casi medio millón de personas con familias, niños, guarderías, parques infantiles, con un puerto, una maravillosa vista al mar, con vida, risas y amor. Menos de dos meses después de la última vez que estuve ahí, todo desapareció y miles de personas murieron. Nunca sabremos la historia completa. 

Podías intentar salir de Mariupol pero había una alta probabilidad de que te mataran. La mayoría de la gente no tenía coche y las carreteras estaban llenas de escombros. Podías esconderte en el sótano. Pero pasado un tiempo no había medicinas, no había agua, no había comida, no había electricidad. Así que tenías que ir a un patio y cocinar algo. Y entonces te podía matar un proyectil. La gente moría de hambre, moría de deshidratación. Familias enteras fueron asesinadas en sus cocinas cuando los misiles lanzados desde el aire caían sobre sus casas. Ese tipo de extinción donde una ciudad entera existe y deja de existir no tiene precedentes en el siglo XXI. Es peor que cualquier cosa que vimos en la antigua Yugoslavia. Y claro, muchas de esas historias nunca las conoceremos. Así que creo que moralmente estamos obligados a informar de lo que sabemos. Algunas personas sobrevivieron, algunas personas escaparon, algunas personas publicaron en Facebook. Traté de reconstruir exactamente lo que sucedió en Mariupol casi día a día para preservar eso del olvido y de las mentiras y la propaganda rusa.

¿Ha sufrido mucho la propaganda rusa y el acoso online en este año?

En mi caso ha sido un drama largo. Entraron en el apartamento donde vivía en Moscú con mi esposa y nuestros dos hijos pequeños. Nos pusieron escuchas, incluido en nuestro dormitorio, según nos dijo la embajada británica. Los servicios secretos rusos nos observaban a mi esposa y a mí teniendo sexo. Este nivel de locura.

He tenido tenido trols rusos durante mucho tiempo que me pintan como una especie de neoconservador o espía británico. Un parlamentario ruso en la Duma me describió como un oficial del MI6 con una gran capacidad literaria. No sabía si sentirme extrañamente halagado. Todo lo que hago es público, incluidas algunas investigaciones con excelentes periodistas españoles

Mi primer libro sobre Rusia se tituló Mafia State, y en ese momento parecía un poco escandaloso. El régimen ruso, que se ha vuelto totalitario con el paso de los años, es una mezcla de cleptocracia privada en la que Putin y la gente que lo rodea dirigen un sistema neofeudal y una obsesión ultranacionalista con la gran Rusia, con el imperio, con la reconstitución de una esfera de influencia como en la época soviética en Europa del Este y Central. Estas dos cosas van de la mano. 

¿Ha recibido quejas de lectores o políticos de izquierda?

Hay una operación masiva de propaganda rusa para impulsar ciertos mensajes de que Ucrania no puede ganar y que por tanto tiene que firmar un acuerdo de paz con Rusia. Ese es el mensaje de ahora. Igual que el mensaje de los ucranianos y los nazis, que se empujó mucho al principio y ahora no tanto porque no funciona. Los rusos también difunden el mensaje de que Occidente es el agresor y eso resuena en Occidente, la idea de que en realidad Rusia es una víctima del imperialismo estadounidense. Algunos en la extrema izquierda lo compran. Debemos tener claro lo que está sucediendo aquí. Estados Unidos puede hacer cosas malas. El Reino Unido puede hacer cosas malas. Por supuesto, están Irak, Afganistán. Pero eso no cancela lo que otros estados pueden o no hacer. Y lo que tenemos en Rusia es esencialmente un régimen fascista. Las pistas están todas ahí. La Z, el intento de utilizar a los hablantes de ruso y reclamar territorio en el estado vecino, el proyecto de un imperialismo descarado decimonónico. Y vemos de nuevo el fascismo marchando por Europa, como en el siglo XX.

Hace un par de años, esa analogía podía haber parecido extravagante. Pero creo que ahora, después de decenas de miles de ucranianos muertos, después de Bucha y Mariupol, después de las ejecuciones, torturas, violaciones, del bombardeo de áreas civiles, creo que claramente ahí es donde estamos. Entonces, si estás en la extrema izquierda, ¿realmente te identificas con esto? ¿Estás realmente apoyando al fascismo? Porque ese es un lugar muy extraño para estar.

Otra cuestión es que se niega la voluntad ucraniana. Los ucranianos deben poder tomar sus propias decisiones. Ya sea que se unan o no a la UE o a la OTAN, eso tiene que ser una decisión suya. Están pagando un precio muy alto. Reducir todo a una especie de conflicto dirigido de Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia es incorrecto, reduccionista y absurdo. Y esa es una de las razones por las que escribo estas historias humanas. ¿Quién podría no conmoverse por lo que está sucediendo ahora y por el sufrimiento de los civiles ucranianos? 

Reducir todo a una especie de conflicto dirigido de Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia es incorrecto, reduccionista y absurdo. Y esa es una de las razones por las que escribo estas historias humanas

Al final de su libro hay un poco de esperanza para Ucrania...

No es ingenuidad. Si retrocedes al 24 de febrero, cuando yo estaba en Kiev y caían las primeras bombas, la expectativa, no solo entre las potencias occidentales, incluida España, sino también en la propia Kiev, es que la ciudad caería. Ahí estaba el segundo ejército más grande del mundo. Había tanques que avanzaban desde Bielorrusia y se dirigían hacia Kiev. Había aviones, explosiones, tenías la sensación de que este país caería. Y no fue así. En Invasión escribo sobre la asombrosa lucha de los ucranianos, a menudo contra viento y marea, utilizando el ingenio, tácticas inteligentes en el campo de batalla, drones, quads, y con el apoyo de la población civil, que quería empujar al monstruo hacia atrás. Ahora, el monstruo todavía está acampado en gran parte de Ucrania. Pero en comparación con donde estábamos parece que Ucrania está en muy buena forma. Hay que ver qué trae este año. No creo que este año traiga el triunfo para Ucrania. Pero al mismo tiempo, tampoco veo a Putin ganando en 2023. Por mucho que arroje a este conflicto, no creo que pueda doblegar a los ucranianos. A partir de eso, se puede ver una reconquista territorial por parte de Ucrania.

¿Cuál cree que será el efecto de los nuevos tanques que Occidente le va a dar a Ucrania? 

Creo que no deberíamos dejarnos llevar. Si llega este material, probablemente hará que sea muy difícil para los rusos abrirse paso. Quiero decir, pueden lograr avances tácticos como lo han hecho en Bajmut y Soledar en el este, pero para que puedan atravesar y tomar Kiev o recuperar grandes extensiones de territorio, creo que será difícil si llegan estas armas. 

España tiene un papel importante que desempeñar en esto. He pasado mucho tiempo en Kiev y es interesante ver qué países son populares y qué países no lo son. España definitivamente está ahí arriba entre los populares… En cambio, los pobres alemanes… En realidad, Alemania ha hecho mucho por Ucrania, pero las relaciones públicas de Olaf Scholz han sido absolutamente desastrosas. Todo ha sido lento. Todo que no y luego que sí. Los alemanes son bastante impopulares como resultado, quizás injustamente. 

¿Esto terminará con negociaciones de paz?

No pronto, desafortunadamente. El problema es que los ucranianos no confían en los rusos, comprensiblemente. Creen que Putin usaría cualquier tipo de acuerdo de paz para consolidarse militarmente y luego atacar de nuevo porque está en un espacio de fantasía extraño e ilógico donde se trata de la grandeza rusa. No le importa cuántos soldados rusos mueran. Él piensa que los ucranianos tienen que elegir entre convertirse en buenos rusos o ser asesinados. Creo que la máquina rusa no se detendrá hasta que se detenga.

Así que no hay perspectiva de paz en ninguno de los dos lados. Y los ucranianos han perdido mucho. Ahora quieren todo, incluida Crimea, porque ha habido tanto sacrificio, tanta pérdida, tanto horror, 500 niños asesinados, decenas de miles de civiles asesinados, ciudades enteras arrasadas… que cualquier Gobierno en Kiev que cediera con Moscú sería expulsado inmediatamente por una revolución popular. Así que tienen que seguir adelante y tienen que ganar. 

Algunas personas que entrevista son un poco optimistas sobre el futuro de Rusia. ¿Lo es usted?

No mucho. Desearía serlo. No he estado allí en mucho tiempo. Me echaron en 2011. Y el verano pasado me pusieron en una lista del Ministerio de Exteriores de personas que no pueden entrar en el país. Tengo un capítulo sobre lo que está pasando en Moscú, pero se basa en conversaciones con personas como Vladimir Kara-Murza. Hablé con él justo antes de que regresara a Rusia y lo arrestaran. 

Mucha gente que se opone a la guerra ha huido. La población que queda es en gran parte pasiva y gran parte de ella, no diría que con mucho entusiasmo, respalda a Putin, apoya la guerra, cree en la propaganda de que Rusia es una víctima, que Occidente es el agresor y que esto es una especie de lucha patriótica. Incluso si Putin muriera, el sistema probablemente sobreviviría y produciría otra figura como Putin. También creo que el régimen es más frágil de lo que parece. Parece invencible, pero si algo lo empujara, podría derrumbarse. Pero eso no significa que cualquier Estado sucesor sería más democrático o amaría más a España, Reino Unido o Ucrania.

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