ENTREVISTA

Mauricio Cárdenas, experto de la comisión internacional sobre la COVID: “Las pandemias se mueven en horas, hay que reaccionar rápido”

El trabajo aún no ha concluido, pero ya hay una opinión unánime: es posible tomar “de inmediato” medidas “más decisivas y eficaces” para salvar vidas y reducir globalmente los daños causados por la pandemia. Son algunas de las primeras conclusiones recogidas en el informe que ha entregado esta semana el grupo independiente encargado de analizar la gestión internacional de la crisis de la COVID-19 al Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El informe, aún provisional –el definitivo se publicará en mayo–, dice que China y otros países pudieron haber tomado medidas antes para frenar el brote de coronavirus. Describe una OMS sin poderes suficientes para hacer el trabajo que se espera de ella e insiste en que hay que corregir la desigualdad global en el reparto de vacunas. Lo firman las dos copresidentas, la expresidenta de Liberia Ellen Johnson Sirleaf y la ex primera ministra de Nueva Zelanda Helen Clark, y 11 voces expertas. Una de ellas es la del economista Mauricio Cárdenas, exministro de Hacienda de Colombia (2012 a 2018) y, actualmente, investigador del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia.

Cárdenas atiende a elDiario.es desde Nueva York para explicar algunas de las primeras enseñanzas que ya son obvias para el grupo, que trata de determinar qué salió mal y cómo evitar que vuelva a pasar. “Preparándonos mejor habríamos podido evitar dos millones de personas fallecidas”, dice. Los expertos, sin embargo, no solo hablan en pasado y piden a todos los países que tomen ahora las medidas de salud pública decisivas que se sabe que disminuyen la transmisión del virus. “Lo que muestran las pandemias es que se mueven en horas, máximo días. No es un fenómeno de meses o años. Entonces, la reacción tiene que ser muy rápida”, dice Cárdenas.

¿Cómo está siendo el trabajo del grupo?

Llevamos apenas unos meses. Empezamos el 17 de septiembre y desde ese momento hemos tenido muchísima interacción. Obviamente, todo es de manera virtual, juntando a personas de todos los continentes, con muchos horarios. Hay gente que está en Nueva Zelanda, a 17 horas de diferencia de Nueva York y Bogotá, donde estoy mucha parte del tiempo.

Hemos escuchado a muchísimas personas que tienen cosas que decir y aportar: científicos, gente más de la parte de administración de la OMS, expertos en pandemias anteriores... Ha habido un trabajo muy diligente de consultas con cientos de expertos. El trabajo apenas está a mitad de camino. El informe final lo entregaremos en mayo. Pero ya tenemos, como se ve en este informe preliminar, una estructura, unas ideas de lo que nos falta y lo que tenemos que terminar.

Somos 11 panelistas y las dos copresidentas, con un buen secretariado que está contribuyendo muchísimo. Son un grupo personas dedicadas a tiempo completo a este trabajo. Los panelistas nos reunimos con cierta frecuencia y tenemos subcomités. No todos estamos todo el tiempo. El grupo completo se reúne cada mes y medio, pero entretanto tenemos muchas reuniones sobre temas puntuales y específicos, en las que estamos dos o tres miembros del panel con los invitados para esa sesión.

Les toca evaluar la respuesta a una pandemia que sigue su transcurso, desbocada en varias partes del mundo.

Sí, eso hace todo más desafiante y más difícil, pero al mismo tiempo más relevante, porque sabemos que el mundo sigue en medio de esta pandemia. En algunos países, como por ejemplo el mío, Colombia, la situación está en su peor momento en términos de número de casos y número de personas que fallecen. No estamos hablando de una evaluación para analizar algo que ocurrió en el pasado, sino algo que realmente está desenvolviéndose en el presente.

¿Cuál diría que es, hasta ahora, la principal lección que han extraído de qué es lo que ha fallado y qué no puede volver a repetirse?

Nuestro trabajo muestra que el mundo espera más de la OMS de lo que la propia organización puede hacer en este momento. La OMS tiene que fortalecerse, tiene que haber compromisos de los países, tiene que tener un mandato mucho más claro y más categórico, con mayor autoridad para intervenir en casos en los que se presenten situaciones como esta. Porque lo que muestran las pandemias es que se mueven en horas, máximo días. No es un fenómeno de meses o años. Es algo muy rápido. Entonces, la reacción tiene que ser muy rápida. Lo primero es el fortalecimiento, no solo de la capacidad de la OMS (recursos, etcétera), sino también de su mandato, para que pueda intervenir oportunamente.

Un segundo elemento que ya salta a la vista es que cualquier inversión que se haga en la preparación para una pandemia es una inversión que va a pagarse con creces.

De hecho, algo que destacan mucho en el informe es que “el mundo no estaba preparado” para la pandemia. Si pudiéramos rebobinar, ¿qué deberíamos haber hecho bien en preparación?

El mundo no invirtió en estar preparado para pandemias y el costo ha sido enorme. Han muerto dos millones de personas. El costo económico es, más o menos, de seis billones de dólares, en actividad económica perdida, que se dejó de hacer. Es una cifra muy considerable. Se podría haber invertido una cifra que es una milésima parte de eso para prepararnos mejor y evitar escenarios tan lamentables como los que estamos viendo.

Son unos recursos que tendrían un retorno inmenso. Y tiene mucho sentido porque si uno se protege y se blinda con una inversión frente a un riesgo tan devastador como este, obviamente son buenas decisiones. Preparándonos mejor habríamos podido evitar dos millones de personas fallecidas.

Dicen que “está claro” que las autoridades chinas “podrían haber aplicado medidas de salud pública más contundentes” en enero de 2020. ¿A qué medidas se refieren?

Nuestra función no es emitir un juicio de responsabilidades, sino más bien decir: pasó mucho tiempo entre que surgieron los primeros casos hasta que se tomaron medidas en muchos países. Ese es el tiempo que hay que recortar.

En el informe también dicen que todos los países que detectaron casos probables deberían haber aplicado medidas de contención inmediatas y no lo hicieron. ¿La lentitud sigue siendo un problema actualmente?

Se necesitan más medidas y se necesita más equidad, porque lo que vemos ahora es que hay mucha inequidad en el acceso a la vacuna. Hay muchos sectores de la humanidad que van a tener dificultades en acceder a la vacuna. Conclusión: hay que hacer un esfuerzo adicional por asegurarse de que las personas, independientemente de su país de origen y de su condición económica, puedan tener vacuna.

No ganamos nada si se vacunan solo los ciudadanos de los países ricos del mundo. Porque el riesgo va a seguir ahí. Por lo tanto, el esfuerzo que toca ahora es llevar la vacuna a toda la población mundial, no solo a los países que tienen más influencia y más poder, a las sociedades que tienen más capacidad económica. Hay que hacerlo de manera generalizada para todos.

La OMS ha recibido críticas por su gestión, más allá de los ataques furibundos del ya expresidente de EEUU, Donald Trump. ¿Están justificadas?

No son críticas por cómo opera o por la respuesta de los funcionarios de la OMS. Es una crítica al sistema, porque el sistema es el que ha generado una Organización Mundial de la Salud que no tiene los recursos, ni la capacidad, ni tiene claramente las facultades para hacer muchas de las cosas que son necesarias para frenar una pandemia. Es más una crítica a la estructura y a lo que han querido los Estados miembros, más que a la propia organización o a su liderazgo. Esto va más allá, es algo más de fondo y tiene más que ver con lo que el mundo quiere de la OMS, con lo que está dispuesto a pagar por tener una OMS.

Hay una oportunidad de replantear esa conversación y dar un relanzamiento a la OMS con nuevos mandatos, con más recursos. Por tanto, la OMS tendría que responder a esos nuevos desafíos. Es un problema compartido con los Estados miembros y con lo que el propio sistema le exigió a la OMS.

El 30 de enero se cumple un año de la declaración de 'emergencia de salud pública de importancia internacional', el máximo nivel de alerta de la organización. En su informe, dicen que “no está claro por qué el Comité [de expertos que asesoran a la OMS] no se reunió hasta la tercera semana de enero”.

Hay que dar más poderes a la Organización Mundial de la Salud, porque en la declaración de una emergencia sanitaria global no puede intervenir la política, la diplomacia... Tiene que ser una realidad científica. Hay una emergencia y se debe declarar rápidamente para que todos los países puedan reaccionar y tomar medidas. El primer aniversario es una buena forma de recordar que, quizás, esa declaración de emergencia global se debió haber hecho unas semanas antes.

Aun así, creen que el nivel en que los países respondieron a esa declaración no fue el esperado. Las medidas más contundentes fuera de China empezaron a llegar más de un mes después. ¿No se tomó en serio el propio sistema de alerta mundial?

Este es otro elemento importante. Algunos países ignoraron las recomendaciones de medidas que se debían adoptar justo en ese momento. No solo fue la demora en declarar una emergencia global, sino también la demora y la incapacidad de muchos países de hacer algo, es decir, la falta de voluntad en algunos de tomar medidas para frenar la pandemia. Por ejemplo, el uso de mascarillas, las medidas de distanciamiento, recomendaciones sanitarias como lavarse las manos... Muchos países tardaron en introducir esa recomendaciones.

Las copresidentas han dicho que la pandemia puede ser el catalizador de la necesaria reforma de la OMS. ¿Cómo sería una OMS ideal para una crisis sanitaria como esta?

Tenemos que terminar de pulirlo. La recomendación definitiva sobre lo que debe ser la OMS debe tener un poco más de debate. Me quedaría por ahora con la idea de que tener más capacidad implica más recursos, pero también un mandato más claro, más contundente, a la hora de declarar este tipo de emergencias y poder actuar de manera acorde, con cierta autonomía. Pero falta elaborarlo con más detalle.

Pero ya hemos escuchado otras veces llamamientos para una reforma a fondo la OMS...

Sí, no es la primera vez que se hacen este tipo de recomendaciones. Eso es así.

En su informe subrayan el momento de “gran tensión geopolítica” en el que apareció este virus. ¿Cómo ha influido esto en la respuesta?

La geopolítica incide en muchas cosas, pero quiero hacer énfasis en la inequidad en el acceso a las vacunas. Evidentemente, la geopolítica ahí tiene influencia.

El director general de la OMS ha advertido de que el mundo está al borde de un “fracaso moral catastrófico”: mientras los países ricos avanzan y han administrado ya millones de dosis, solo se han puesto 25 en una nación de bajos ingresos, Guinea. ¿En qué estamos fallando?

Así es, y refleja algo bastante perverso: que la vacuna no se le da a quien más lo necesita, a quien tiene más riesgo o a quien está en una condición más vulnerable, sino al que tiene más recursos. Los países con capacidad económica son los que han podido acceder a la vacuna y los demás pueden quedarse los últimos en la cola. Es grave, porque, en una pandemia, los riesgos para la humanidad no dependen de que una persona esté en un país rico o en un país pobre. Los riesgos para la humanidad es que se transmite y se puede transmitir muy fácilmente de un país a otro. Entonces, hay algo disfuncional en esto de que la vacuna se le dé a los que tienen la capacidad económica.

¿Cuál es el riesgo si esta brecha continúa?

No vamos a poder resolver el problema, porque siempre va a haber el riesgo de que vengan un rebrote o nuevas variantes y cepas del virus. El riesgo es que la pandemia siempre esté un paso por delante de la solución del problema, porque se transforme y evolucione, y tenga sus mutaciones. Y la sociedad va detrás, porque no se ha logrado encontrar una fórmula satisfactoria.

Una fórmula satisfactoria es poder vacunar a todas las personas que lo necesitan, independientemente de su situación económica y de su lugar de nacimiento. Es decir, que la vacuna no dependa de dónde están viviendo las personas o dónde nacieron, sino de cuál es su riesgo y la exposición que tienen a la pandemia.

El reparto de la vacuna es solo la última de las formas en las que se ha materializado la desigualdad, que se ha exacerbado durante todos estos meses de pandemia.

La pandemia nos está mostrando que la desigualdad es muy perjudicial, por muchas razones. Una pandemia como esta es un amplificador de desigualdades. Es decir, la desigualdad tiene un riesgo enorme de agravarse, más que de resolverse. Si no estamos bien preparados, lo que hacen estas pandemias es acentuar, exacerbar esas desigualdades.

El mundo es hoy más desigual que hace un año, y lo es porque la pandemia se ha convertido en un factor de generación y amplificación de esas desigualdades. Esa es tal vez una de las conclusiones más preocupantes de todo esto.