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El #MeToo destapa el acoso de estrellas de la televisión francesa tras décadas de impunidad

Amado Herrero

París —
21 de febrero de 2022 22:49 h

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Finales de los años 80. La privatización del primer canal de la televisión pública transforma el paisaje audiovisual francés para siempre. El constructor Francis Bouygues ha pagado al Estado 3.000 millones de francos por el canal TF1 y quiere blindar su inversión. Para ello necesita una apuesta segura, una cara conocida que atraiga al público y dé credibilidad al proyecto.

El elegido es Patrick Poivre d'Arvor, el periodista más influyente de Francia y antiguo presentador del informativo de la televisión pública. Poivre d'Arvor se convierte en el mascarón de proa del Grupo TF1 y cada noche atrae a una media de diez millones de espectadores delante de la pantalla. Es el encargado de anunciar a los franceses en directo el comienzo de la guerra del Golfo, el 11-S o los resultados de las elecciones presidenciales. Su alter ego de goma presenta la versión francesa de Las noticias del guiñol.

Cuando, en 1992, Bouygues construye una torre a orillas del Sena para su imperio mediático, Poivre d'Arvor es el único presentador con derecho a despacho, mientras toda la redacción trabaja en un espacio abierto. Juega al tenis con el presidente de la cadena y comparte palco en Roland Garros con el resto de directivos. El dinero que asegura al grupo le convierte en intocable. Hoy, 27 mujeres lo acusan de violación, agresión sexual y acoso –incluidas varias excompañeras de TF1–, hechos ocurridos entre 1985 y 2015. Once de sus presuntas víctimas han presentado denuncias ante los tribunales.

El de Poivre d'Arvor no es un caso aislado. Después de la primera oleada de testimonios ligados al #MeToo en 2017, el último año ha estado marcado por nuevos relatos de víctimas de abusos y otras formas de violencia sexual cometidos por algunas de las grandes figuras de la televisión francesa: seis mujeres acusan al expresentador y antiguo ministro de Ecología Nicolas Hulot de hechos similares. El mes pasado se abrió otra investigación por agresión sexual y acoso contra el periodista deportivo estrella de Canal+, Pierre Ménès, y recientemente el entrevistador político más conocido del país, Jean-Jacques Bourdin, ha sido denunciado ante la justicia por dos mujeres que lo acusan de agresión sexual. 

“Varios factores explican el fin de este silencio que ha durado décadas: por un lado, está la fuerza de los testimonios, que en el #Metoo ha sido extraordinaria en las redes sociales”, dice Johanna Dagorn, socióloga e investigadora en la Universidad de Burdeos. “Por otro lado, hasta ahora los agresores se beneficiaban de su posición de poder y de la banalización de la violación que ha existido en la esfera pública. Además, la cuestión del consentimiento no se ha planteado hasta hace poco. Muchas de las mujeres que ahora denuncian explican que en su momento sufrieron, que se sentían mal, pero que no eran conscientes de que se había producido una violación”.

La caída de una estrella

Hace justo un año, Le Parisien informaba de la apertura de una investigación judicial por violación contra Patrick Poivre d'Arvor. La escritora Florence Porcel había denunciado haber sido agredida por el periodista en dos ocasiones, en 2004 y 2009, “en un contexto de control psicológico y abuso de poder”, según precisa el diario galo. En los días posteriores le siguieron otras siete denuncias (tres por violación y cuatro por agresión sexual o acoso) y Poivre d'Arvor acudió a un programa del grupo TF1 a negar los hechos en directo. “Todo esto es anónimo, siempre es anónimo. Nunca ha habido una persona que se atreva a venir a decirme, cara a cara: 'No, eso no ha estado bien'”, dijo. 

Si bien esta investigación fue archivada por “prescripción de los hechos” y “falta de pruebas”, las primeras denuncias y la intervención televisiva de Poivre d'Arvor provocaron una cadena de nuevos testimonios. En noviembre, 11 mujeres –diez de ellas a cara descubierta, una bajo pseudónimo– relataron en el diario Libération hechos similares. Dos denuncias ante la justicia se añadieron en los días posteriores, que desembocaron en la apertura de una nueva investigación. 

De esos testimonios emergió un patrón de conducta, una estrategia de manipulación y presiones para conseguir aislar a las víctimas en el despacho del periodista o en la habitación de un hotel. El informe policial de la primera investigación, del que se hace eco Libération, hablaba de “un depredador sexual que abusa de su notoriedad y que utiliza un modus operandi similar en el acercamiento a sus víctimas y en la brutalidad de sus actos, cometidos sin el menor intento de seducción, ni la más mínima consideración hacia las mujeres que se atrevían a rechazar sus insinuaciones”.

En muchos de los casos, el presentador supuestamente se valía de la reunión de la redacción, al finalizar el informativo. Con alguna excusa conseguía que las chicas más jóvenes se quedaran después de que todos se hubieran ido. Uno o dos comentarios sobre el trabajo precedían a preguntas íntimas: “¿Sales con alguien? ¿Eres fiel? ¿Estás satisfecha con tu vida sexual? ¿Cuándo fue la última vez que tuviste relaciones?”. 

“Me costó años sacudirme ese manto de asco y vergüenza, años diciéndome a mí misma que podría haber gritado, peleado, golpeado, huido...”, dijo una de las periodistas agredidas al mismo diario. Otra de las denunciantes relata una violación ocurrida en 1985 en Cannes cuando era becaria en la oficina del Festival, encargada de las acreditaciones. Según su testimonio, Poivre d'Arvor le había invitado a tomar una copa en el bar del Hotel Martinez, después de una proyección, pero una vez allí la condujo a su habitación. “No entendía nada, la escena completa duró tres minutos, ni siquiera me había saludado. Tuve la sensación de que me había metido en la boca del lobo y que el lobo me había devorado, que todo era culpa mía”. 

El comportamiento del presentador era un secreto a voces dentro de la cadena. Al menos dos de las mujeres que ahora han tomado la palabra afirman haber avisado a miembros de la dirección de la cadena en su momento. Pero no son sus acciones las que marcan el final de la etapa de Poivre d'Arvor en TF1 en 2008, sino las bajas audiencias. “Yo no dije nada, ni siquiera a mi compañera de mesa”, dice otra de las víctimas a Le Monde. “Si lo hubiera hecho, habría sabido que a ella también la había agredido”.

“Doble pena” para las víctimas

Al mismo tiempo que aparecían los testimonios contra Poivre d'Arvor, otra antigua figura de TF1 se enfrentaba a acusaciones similares. Tras un largo reportaje emitido por el programa de la televisión pública Envoyé spécial, la Fiscalía de París abrió una investigación preliminar por violación y agresión sexual contra Nicolas Hulot, exministro de Ecología (2017-2018) y antiguo presentador de Ushuaïa, un popular programa de aventura y naturaleza de los años 90 (al estilo Al filo de lo Imposible). Ushuaïa contribuyó a hacer de Hulot uno de los referentes ecologistas y una de las personalidades favoritas de los franceses. 

La víspera de la emisión del reportaje, Hulot se había adelantado concediendo una entrevista a un canal de noticias en la que anunciaba “abandonar definitivamente” la vida pública, aunque no reconocía los hechos de los que se lo acusaba.

“Cuando el agresor es conocido hay una doble pena para las víctimas”, dice Johanna Dagorn. “Porque saben que a menudo no se las cree y en muchos casos hay más empatía con el autor que con la víctima. Es lo que ha pasado con Hulot y lo que pasó durante tanto tiempo con Roman Polanski”.

El primero de los testimonios contra Hulot se remonta a finales de los años 90, cuando Pascale Mitterrand (nieta del expresidente de la República) estaba de prácticas en la Agencia Sipa. Hulot pidió supuestamente al dueño de la agencia –un amigo personal–que encargase a la fotógrafa de 19 años un fotorreportaje en el domicilio del presentador en Córcega. Aunque en un primer momento le aseguraron que alguien la acompañaría en el viaje, a última hora le anunciaron que iría sola al domicilio de Hulot, donde se habría producido la agresión. 

“El #MeToo en los medios comparte muchas de las características de otros sectores, pero las empresas de comunicación tienen rasgos que aumentan la posibilidad de sufrir sexismo o acoso y que, al mismo tiempo, explican el silencio”, dice Sandy Montañola, profesora de la Universidad de Rennes-1 y especialista en cuestiones de género en el periodismo. “Un ejemplo son las condiciones de trabajo, como los encuentros con las fuentes o los desplazamientos continuos”.

A las revelaciones emitidas por la televisión pública se añadieron después nuevos testimonios aparecidos en la revista Paris Match. Los hechos descritos por las presuntas víctimas de Hulot son semejantes a los de Poivre d'Arvor: un presentador que se vale de su posición y notoriedad para aislar y presionar a mujeres, en general mucho más jóvenes. Una de las que acusan al presentador tenía 16 años en el momento de los hechos descritos, otra asegura que Hulot se ofreció a “conseguirle un puesto en TF1” mientras le ponía la mano en la rodilla. 

En el periodismo deportivo

No todos los hechos ocurren a puerta cerrada. Pierre Ménès, uno de los periodistas deportivos más conocidos de la televisión francesa, famoso por sus críticas a los jugadores y por sus broncas en plató, tuvo que abandonar Canal+ el pasado verano después de la emisión del documental Je ne suis pas une salope, je suis une journaliste (‘No soy una guarra, soy una periodista’). Dirigido por la presentadora Marie Portolano, el programa cuenta las dificultades de las profesionales de la información deportiva en un sector dominado por los hombres, entre alusiones constantes a su físico, bromas pesadas y acoso.

En el reportaje varias profesionales nombran específicamente a Ménès, entre ellas la propia directora, que trabajó en mismo el canal y relata una agresión sexual por parte del periodista: en 2016, en el plató de Canal Football Club, durante una pausa publicitaria, Pierre Ménès le levantó la falda y le tocó el culo. La Fiscalía de París ha abierto una investigación sobre este y otros hechos que se recogen en el documental.

“En los medios de comunicación hay una distribución desigual de las trabajadoras: más mujeres en los ámbitos llamados ‘femeninos’ y muy pocas en deporte o en economía, eso crea relaciones desiguales (salarios, estatus, reconocimiento, etc.)”, dice Sandy Montañola. “Además, la gestión de la carrera sigue realizándose en gran medida sin procedimientos formalizados, lo que favorece la promoción de los hombres a los puestos de responsabilidad y eso no anima a denunciar en caso de sexismo o acoso”.

Aunque varios pasajes implican directamente a Pierre Ménès, dos en particular han sido eliminados de la versión final que emite Canal+, incluyendo una entrevista de Portolano a Ménès. El fragmento salió a la luz en otra cadena unos días después. “Si no puedes decirle nada a una mujer porque es mujer, lo siento pero eso es sexista, es intolerable”, se defiende el periodista. “Decir que una chica está guapa con su escote me parece muy bonito. Desde la aparición del movimiento #MeToo ya no se puede decir nada, ya no se puede hacer nada”.