28 de septiembre de 2021. Individuos no identificados a bordo de una bicicleta matan a tiros a Manuel González Reyes, director del portal en redes sociales Agencia PM Noticias, en el estado de Morelos, México. Un nuevo asesinato, otro más, en el país más violento del hemisferio occidental para ejercer el periodismo.
Apenas diez días después, el Nobel de la Paz ha ido a parar a dos periodistas, Maria Ressa y Dmitry Muratov, por su lucha “valiente” para salvaguardar la libertad de expresión, considerada una condición previa para la democracia y la paz duradera.
El Comité Noruego del Nobel ha dicho este viernes que Ressa y Muratov, de Filipinas y Rusia, representan a todos los periodistas que defienden este ideal en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa se enfrentan a condiciones “cada vez más adversas”.
Es la primera vez que un periodista recibe el Nobel de la Paz desde 1935. “El galardón llega en un momento de ataques sin precedentes contra los periodistas en forma de amplias medidas de represión, vigilancia digital y una erosión de la confianza pública en el periodismo”, ha celebrado el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, en inglés), que ha recordado que, en Filipinas y Rusia, los profesionales de la información “se han enfrentado a una avalancha de ataques en la última década” y ambos países tienen uno de los mayores índices de impunidad en los asesinatos de reporteros a nivel mundial.
Del asesinato al encarcelamiento
Muchos reporteros siguen jugándose la vida en el día a día por hacer su trabajo. En lo que va de 2021, al menos 18 periodistas han muerto por un motivo relacionado con su labor a nivel global, según el recuento de la organización. La enorme mayoría de ellos, 14, han sido asesinados. Dos de ellos son los españoles David Beriain y Roberto Fraile, que perdieron la vida en abril durante una emboscada en Burkina Faso mientras trabajaban en un documental sobre la caza furtiva.
En 2020, la cifra recopilada por el CPJ de reporteros asesinados en represalia por su labor informativa aumentó en más del doble respecto al año anterior.
Entre ambos años, el CPJ ha registrado las muertes de 50 periodistas relacionadas con su labor. Se trata solo de los casos “confirmados”, es decir, aquellos en los que existe certeza de que la persona fue asesinada en represalia directa por su trabajo informativo; en combate o en fuego cruzado; o mientras desempeñaba un encargo peligroso, por ejemplo mientras cubría disturbios o enfrentamientos. Por tanto, el número total puede ser mayor, ya que la organización sigue investigando más casos para saber si murieron en el ejercicio de su trabajo.
El país más mortífero para ejercer el periodismo en 2020 y lo que va de 2021, según las cifras del CPJ, sigue siendo México. Allí, la organización Artículo 19 ha documentado que 142 comunicadores han sido asesinados desde el año 2000 en posible relación con su labor.
A México le sigue Afganistán, un país especialmente peligroso donde este año falleció, por ejemplo, el fotoperiodista Danish Siddiqui, que trabajaba para la agencia Reuters. Siete periodistas han muerto allí en este periodo, cinco en 2020 y dos en lo que va de 2021. A continuación, según los datos del CPJ, están India, Siria y Filipinas.
Paralelamente, la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha confirmado la muerte de 24 periodistas en lo que va de año, con México e India a la cabeza, seguidos por Afganistán, Azerbaiyán, Bangladesh, Burkina Faso y Palestina.
Si se echa la vista atrás, el CPJ dispone de registros detallados sobre los asesinatos de periodistas desde 1992. Son más de 1.400 muertes confirmadas en estos casi 30 años. Entre ellas está, por ejemplo, la de Anna Politkóvskaya, del periódico ruso Novaya Gazeta, dirigido y fundado por Muratov, uno de los dos galardonados con el Nobel. Esta semana se han cumplido 15 años del asesinato de la periodista, reconocida por su cobertura de Chechenia.
Además de los fallecimientos, al menos 66 reporteros han desaparecido mientras hacían su trabajo hasta la fecha, según la lista que mantiene el CPJ. Se teme que muchos de ellos hayan muerto. Aquí vuelve a sobresalir México sobre el resto, con 15 periodistas desaparecidos.
Sin embargo, los casos de desaparecidos son extremadamente difíciles de rastrear en zonas de conflicto o áreas bajo el control de grupos armados, como en Siria, Irak, Libia y Yemen, donde la información es escasa, la situación cambia constantemente y algunos casos no se denuncian.
La amenaza al ejercicio de la labor informativa va más allá de la muerte o la desaparición. En 2020, se registró una cifra récord de periodistas encarcelados a escala mundial. El Comité para la Protección de Periodistas constató que, como mínimo, 274 reporteros se encontraban presos por causa de su trabajo informativo en diciembre del año pasado.
China fue el país con la mayor cifra de periodistas encarcelados por segundo año consecutivo, 47, según el recuento del CPJ. Le siguieron Turquía, Egipto y Arabia Saudí. La cifra ascendió significativamente en Bielorrusia y Etiopía. Varios de ellos forman parte de la última lista de la organización sobre países más censurados, encabezada por Eritrea, Corea del Norte y Turkmenistán.
En Estados Unidos, no había periodistas presos en el momento en el que se difundieron los datos, pero una inédita cifra de 110 profesionales fueron arrestados o procesados penalmente en 2020.
Por su parte, el recuento de Reporteros Sin Fronteras eleva hasta 350 el número de periodistas encarcelados hasta la fecha, con China también a la cabeza.
En su último informe anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, publicado en abril, Amnistía Internacional denunció que muchos gobiernos atacaron en 2020, mediante la intimidación y la detención arbitraria, a periodistas. “En algunos países, especialmente de Asia y de Oriente Medio y el Norte de África, las autoridades persiguieron e incluso encarcelaron a periodistas”, rezaba el documento. También menciona actos de hostigamiento e intimidación, amenazas, violencia y detenciones arbitrarias.
La ONG ponía el foco, por ejemplo, en los ataques sufridos por los periodistas en Brasil o en Nicaragua, donde el Observatorio de Agresiones a la Prensa Independiente informó de decenas de casos que incluían procesamientos injustos, detenciones arbitrarias y el hostigamiento de profesionales de los medios de comunicación y sus familias. En El Salvador, los reporteros han sido víctimas de declaraciones públicas que los estigmatizaban. En India se interrogó a profesionales por supuestas actividades “antinacionales”, mientras las autoridades de Egipto e Irán detuvieron u hostigaron a periodistas, recoge el informe.
En varios países de Europa y Asia central, dice la ONG especializada, no se adoptaron medidas suficientes para proteger a periodistas y a denunciantes de irregularidades, a quienes en ocasiones se sometió a hostigamiento. Tal fue el caso de Albania, Bielorrusia, Hungría, Polonia, Rusia, Serbia, Turquía y Ucrania, entre otros.
“Nunca ha sido tan difícil ser periodista”
Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, ha calificado el Nobel de la Paz de Maria Ressa y Dmitry Muratov como una “victoria” para la libertad de prensa, la lucha por la justicia, la rendición de cuentas y la libertad de expresión en todo el mundo.
Por su parte, el secretario general de RSF, Christophe Deloire, considera que el premio es un “extraordinario homenaje al periodismo y un llamamiento a la movilización, porque esta década será absolutamente decisiva para el periodismo”. “Es un poderoso mensaje en un momento en el que las democracias están siendo socavadas por la difusión de desinformación y el discurso del odio”.
En una entrevista con Reuters en Manila, la ganadora del Nobel, Ressa, ha calificado el premio como “un reconocimiento global del papel del periodista en la reparación de nuestro mundo roto”.
“Nunca ha sido tan difícil ser periodista como lo es hoy”, ha dicho la veterana periodista. “No sabes realmente quién eres hasta que te ves obligado a luchar por ello”.