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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Militantes atrincherados en un monasterio y movimiento de tropas en frontera: claves de la última crisis entre Serbia y Kosovo

Los picos de tensión y violencia entre Kosovo y Serbia son recurrentes, pero en los últimos días se ha vivido uno de los episodios más tensos desde la declaración de independencia de Kosovo de Serbia en 2008. Varias personas han muerto y el movimientos de tropas cerca de la frontera ha desatado temores de un conflicto mayor. Pese a que este mismo año ambos habían acordado una hoja de ruta para la paz, ninguna de las partes parece dispuesta a implementarla.

Qué ha pasado

El pasado 24 de septiembre, un comando armado compuesto por una treintena de militantes serbios bloqueó una carretera en un municipio del norte de Kosovo, de mayoría serbia, y atacó una patrulla de policía. Los atacantes, que utilizaron vehículos blindados en la operación, huyeron a un monasterio local desde donde iniciaron un nuevo enfrentamiento contra los agentes kosovares que duró varias horas. 

Finalmente, el comando huyó, un policía kosovar y tres asaltantes de nacionalidad serbia murieron en los enfrentamientos y varios fueron detenidos. El líder del grupo era Milan Radoičić, vicepresidente del partido político Lista Serbia, que representa a la minoría serbia de Kosovo y que tiene vínculos con Belgrado. Radoičić, sancionado por EEUU por supuestos vínculos con el crimen organizado e imputado por el asesinato de otro político serbokosovar, se encuentra actualmente en Serbia, según ha confirmado el presidente del país, Aleksandar Vučić. Las autoridades serbias han anunciado este martes la detención de Radoičić.

Entre los participantes en el ataque también había una persona que estuvo en el equipo de seguridad de Aleksandar Vulin, director de la agencia de inteligencia de Serbia.

Quién está detrás del ataque

“El crimen organizado con apoyo político, financiero y logístico de oficiales en Belgrado está atacando nuestro país”, denunció el primer ministro de Kosovo, Albin Kurti. Vučić, por su parte, condenó la muerte del policía albanokosovar y negó la participación de Belgrado en la operación, pero culpó al primer ministro del incidente afirmando que la población serbia de Kosovo “no quería sufrir más el terror de Kurti”. Además, el presidente Vučić declaró día de luto nacional en Serbia por los muertos, una maniobra interpretada por muchos como una provocación. “Se ha declarado un día de luto por la muerte de todos. Todos ellos son ciudadanos de Serbia desde el punto de vista de la Constitución”, señaló el presidente.

“Radoičić nunca se escondió ni se avergüenza de su papel”, declaró Vučić en una entrevista con la televisión nacional. “Para mí, como presidente de Serbia, no se puede llamar terrorista a esta gente. Son hombres de familia”, dijo. El ministro de Defensa serbio, Milos Vučević, incluso culpó a la misión internacional de la OTAN en Kosovo, KFOR: “Aparecieron, pero se echaron a un lado y permitieron a la bien organizada policía de Albania continuar cazando serbios en Banjska”.

Por su parte, el embajador de EEUU en Kosovo, Jeffrey M. Hovenier, ha señalado que el ataque fue “coordinado y sofisticado”. “La cantidad de armas sugiere que fue serio, con un plan de desestabilizar la seguridad en la región [...] [El armamento] tenía un grado militar que no está disponible para el ciudadano medio”, sostuvo.

Movimiento de tropas e intervención de EEUU

“Estamos siguiendo un amplio despliegue militar serbio sin precedentes a lo largo de la frontera que incluye artillería serbia avanzada, tanques y unidades de infantería mecanizada. Creemos que se trata de un acontecimiento muy desestabilizador”, declaró John Kirby, portavoz del Pentágono, el viernes pasado. “Pedimos a Serbia que retire esas fuerzas”, añadió.

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, afirmó que había hablado con Vučić por teléfono, al que pidió una “desescalada inmediata” y anunció un refuerzo de la misión de la OTAN en Kosovo. Según el presidente serbio, Blinken amenazó con sanciones. “Yo le dije que era una superpotencia y que podía hacer lo que quisiera, pero que estoy totalmente en contra y que sería muy malo”, declaró Vučić. En un vídeo publicado en redes sociales, el presidente afirmó: “Solo podéis soñar con la independencia de Kosovo”.

“Que Serbia esté enviando tropas a la línea administrativa es una pura mentira… Serbia no se beneficiaría de ello y pondría en peligro su posición en las conversaciones promovidas por la UE con Pristina (Kosovo)”, declaró el presidente serbio al Financial Times, quien además afirmó que las advertencias de EEUU son desproporcionadas porque el número de fuerzas, según él, estaba descendiendo respecto al año anterior: “Serbia no quiere guerra”. El jefe del Ejército serbio ha anunciado este lunes la retirada de algunas tropas de la frontera y The New York Times vio el domingo cómo al menos una decena de vehículos de combate volvían de la zona fronteriza.

Donika Gervalla-Schwarz, ministra de Exteriores de Kosovo, ha señalado que los métodos de Serbia se parecen a los de Rusia antes de la invasión de Ucrania, afirmando que “nunca ha habido este tipo de concentración de tropas en los últimos años”.

Reivindicaciones históricas

La República Federativa Socialista de Yugoslavia estaba compuesta por seis repúblicas: Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia. Esta última, a su vez, tenía la provincia autónoma de Kosovo, considerado un territorio clave por el nacionalismo serbio.

Tras la muerte del líder yugoslavo Josip Broz Tito, Kosovo empezó a solicitar su separación de Serbia. Según el último censo –boicoteado por los serbokosovares–, el 90% de la población de Kosovo es albanesa, con una minoría serbia de alrededor del 5%. Las tensiones interétnicas explotaron en 1998, cuando las fuerzas del Gobierno serbio de Slobodan Milosevic –fallecido en 2006 en una celda mientras era juzgado por crímenes de guerra y genocidio en La Haya– ocuparon Kosovo e iniciaron una dura represión.

Con las tragedias de Ruanda y Srebrenica todavía recientes, parte de la comunidad internacional estaba decidida a intervenir militarmente en la región. La OTAN creó una operación militar de bombardeos aéreos para “frenar la violencia y acabar con la catástrofe humanitaria”, según explicó el entonces secretario general de la organización, Javier Solana. La organización, sin embargo, no tenía el permiso del Consejo de Seguridad, único organismo que podía dar legalidad a dicha intervención. 78 días de bombardeos que obligaron a la retirada de Milosevic y que dejaron alrededor de 500 víctimas civiles, según informó Human Rights Watch. De acuerdo con los yugoslavos, la cifra fue mucho más elevada (entre 1.200 y 5.700).

Una administración de la ONU tomó el control de la región con autorización del Consejo de Seguridad. Finalmente, en 2008 el Parlamento kosovar declaró unilateralmente la independencia, que Serbia rechaza. Desde entonces, los picos de tensión han sido recurrentes, pero el último ha sido uno de los más violentos que se recuerdan.

Según Kosovo, 107 países han reconocido la región como país independiente, entre ellos EEUU y la mayoría de los miembros de la UE (22 de 27). España está entre los que no reconoce a Kosovo junto con Chipre, Rumanía, Grecia y Eslovaquia.

Intento fracasado de paz

En marzo de este año, Kosovo y Serbia acordaron verbalmente una hoja de ruta para la normalización de las relaciones tras 12 meses de negociaciones. La propuesta fue diseñada por la UE, de la que tanto Serbia como Kosovo aspiran a ser miembros, y se inspira, en parte, en el Grundlagenvertrag o el modelo de las dos Alemanias, el acuerdo firmado en 1972 entre Alemania Oriental y Occidental que establecía relaciones normales entre Estados sin abordar los asuntos de la identidad alemana ni la unificación. 

El acuerdo establece que las dos partes mantendrán relaciones normales; reconocerán los símbolos, pasaportes, matrículas, diplomas y sellos de aduanas del otro; respetarán la independencia, autonomía integridad territorial y derecho de autodeterminación del otro; que ninguno puede representar al otro en la esfera internacional y que no bloquearán el progreso del otro a la UE; que Serbia no se opondrá a la membresía de Kosovo en ninguna organización internacional (no es parte de la ONU); y que Kosovo se compromete a asegurar un nivel apropiado de autogobierno para la comunidad étnica serbia de Kosovo, entre otras medidas.

El acuerdo, sin embargo, nunca ha llegado a implementarse y no se ha firmado formalmente. “No quiero firmar ningún documento internacional vinculante con Kosovo porque Serbia no reconoce su independencia”, dijo el presidente serbio un día después de acordar verbalmente la hoja de ruta con la UE y Kosovo. El alto representante de la UE, Josep Borrell, dijo también que a Kosovo le había faltado flexibilidad en las propuestas. En abril, tan solo un mes después del acuerdo verbal, Serbia votó en contra (junto a España, Rumanía y Chipre) de la entrada de Kosovo en el Consejo de Europa.

En la última ronda de negociaciones sobre la implementación del acuerdo, celebrada el 14 de septiembre en Bruselas, Borrell culpó a Kurti, primer ministro kosovar, de no querer avanzar con su parte del acuerdo –mayor autonomía para las regiones de mayoría étnica serbia– hasta que Serbia reconociese la independencia de Kosovo: “Desgraciadamente, tras una reunión bastante larga, el primer ministro Kurti no estaba dispuesto a avanzar en un proceso creíble”.

El pasado junio estalló otro incidente violento cuando una crisis por el reconocimiento de las matrículas serbias en las regiones serbokosovares desencadenó unas elecciones locales en esta zona que fueron boicoteadas por la mayoría serbia, lo que acabó con alcaldes albanokosovares electos con un 3% de los votos. La población trató de impedir su acceso a los ayuntamientos y los enfrentamientos acabaron en disturbios.