Foto: Sato do Brasil
En un rincón del Conjunto Habitacional Itaquera 1 de São Paulo, una señal de tráfico desconcierta a los viandantes. En lo alto de un poste, una señal de prohibido airea dos palabras: Territorio FIFA. Debajo, un campo de fútbol de arena. El estadio de fútbol Arena Corinthians (el Itaquerão) de São Paulo, que no existía hasta la celebración del Mundial de Fútbol, se encuentra a menos de dos quilómetros. La señal de Territorio FIFA está dentro del perímetro en el que Ley General de la Copa prohibe manifestaciones políticas y delimita la acción de marcas que no sean patrocinadores oficiales de la FIFA. “Es increíble, en este territorio dejas de ser un ciudadano brasileño y pasas a ser un ciudadano fifense, regido otras normas, muchas comerciales”, asegura Sato do Brasil, una de las personas de la Casa da Lapa responsables por la intervención simbólica de la señal de tráfico. “Los vecinos se indignan con el Territorio FIFA y afirman con orgullo que no, que es territorio Brasil. Pero ellos saben que las inversiones millonarias del Itaquerão no son para ellos. Casi nada se queda en la región”, asegura Sato.
El caso de Itaquera, que comenzó a aparecer en los mapas turísticos de São Paulo en los meses previos al Mundial, es la metáfora perfecta del proceso urbanístico que reina en las ciudades brasileñas. Y ni siquiera es el caso más visible de resistencia a un modelo urbano basado en las restricciones ciudadanas y en la mercantilización del espacio público. En São Paulo, el Movimiento Parque Augusta intenta frenar la construcción de torres de edificios en una de las pocas áreas verdes del centro de la ciudad y sueñan con la gestión colectiva de dicho espacio. En Río de Janeiro, muchos colectivos luchan contra los desahucios, contra el plan urbanístico que ha desdibujado el popular barrio del Maracanã y contra el Porto Maravilha que transformará la orla marítima en un gran parque comercial. En Belo Horizonte, los movimientos están intentando frenar el mega proyecto Nova BH y su rodillo de centros comerciales, rascacielos y parkings. En Recife, el movimiento #OcupeEstelita, violentamente desalojado en los últimos días, es el contrapunto al proyecto Novo Recife que pretende llenar de rascacielos una región histórica de la ciudad.
El Territorio FIFA sirve como metáfora de la ciudad neoliberal. Y el Mundial, como escaparate de las brechas del sistema. ¿La realización de grandes eventos como el Mundial de fútbol o las Olimpiadas (planeadas para 2016 en Río de Janeiro) han acelerado este modelo de urbanismo? “La Copa ha reforzado el modelo de ciudad segregada, neoliberal, vigente en Brasil”, asegura Danilo Mandioca, del Comité Popular de la COPA de São Paulo. Por su parte, el escenario global del Mundial ha visibilizado aún más las tensiones urbanas del gigante sudamericano. Las diferentes ocupaciones del Movimento dos Trabalhadores Sem Teto (MTST) en São Paulo en las últimas semanas - la llamada Copa do Povo, una ocupación en el barrio rico de Morumbi y en las afueras del Pleno Municipal- han escenificado en los medios extranjeros el conflicto urbano. Pero el Mundial es apenas un punto de llegada de un proceso histórico. “Los grandes eventos pueden haber servido de excusa para a burla de las legislaciones. Sin embargo, la cuestión viene de muy lejos. La demanda por una cuestión democrática de las ciudades se remonta a las últimas tres décadas”, asegura a eldiario.es la abogadaIvanilda Figueiredo.
Desalojo de Ocupe Estelita, en Recife.
El violento desalojo de la ocupación Estelita, en la ciudad de Recife, sede del Mundial, resume a la perfección la situación urbana de Brasil. Durante el partido entre las selecciones de Brasil y México, la Tropa de Choque de la Policía Militar (PM) desalojó a la fuerza y de forma ilegal #OcupeEstelita, un espacio común gestionado por diferentes movimientos entre las redes sociales y métodos horizontales. “Ocupe Estelita nació con el objetivo de exigir un planeamiento urbano democrático y orientado a la vida colectiva”, asegura Érico Andrade, del colectivo Direitos Urbanos, uno de los más activos de la ciudad. El objetivo específico de Ocupe Estelita y Direitos Urbanos es cancelar el proyecto inmobiliário Novo Recife, que consiste, en palabras de Érico Andrade, en la “construcción de doce torres gigantes, que se desdoblan en la práctica en quince”. Hormigón, concreto, asfalto. Y edificios de hasta cuarenta pistos. Novo Recife no se diferencia mucho del proyecto Nova BH de Belo Horizonte, otra ciudad sede del Mundial de fútbol. La misma fórmula: acuerdo público-privados. Y algunas multinacionales comunes, como Odebrecht, que participa en ambas y financia las campañas de casi todo partidos políticos. “Luchamos contra el poder unilateral de los financiadores que roban del Estado la función de planear la ciudad”, matiza Érico.
“Con esta lógica de los acuerdos público-privados como Nova Luz (São Paulo) y Novo Recife, la operación urbana Nova BH ha sido investigada por una serie de sospechas de irregularidades administrativas. Es la mayor operación urbana de Brasil y será un golpe a la democracia que propone consolidación de los espacios públicos”, asegura Natacha Renná, urbanista e investigadora de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). En Belo Horizonte, donde se registraron algunas de las mayores manifestaciones populares durante las jornadas de junio de 2013, la cuestión urbana es central. Movimientos como Fica Ficus, Praia da Estação o Cartografias do Comum luchan por la gestión colectiva del espacio público. El pasado fin de semana, aprovechando el escenario del Mundial, A Ocupação incentivó el acto callejero Futebol é do Povo.
Si el Territorio FIFA es la metáfora del modelo de ciudad neoliberal, ¿el Mundial de fútbol es la excusa o el acelerador del proceso? Mariana Ribeiro, participante del Movimiento Parque Augusta de São Paulo, asegura que la ciudad neoliberal está oficialmente legitimada por el poder público, que dirige gran parte de los recursos a estadios y obras alrededor de los eventos. “La Copa ha desenmascarado lo que llamaban progreso, modernización o revitalización de las ciudades. Se puede ver que se trata apenas de ciudad mercancía”. Felipe Brait, del colectivo Frente 3 de Fevereiro, destaca algunos puntos alrededor de la cuestión urbana y la llegada de grandes eventos: “1. El golpe a la dignidad del pueblo brasileño. 2. La terciarización de la hegemonía. 3. Leyes de excepción. 4. Un retorno al ideal modernista de que a partir de la arquitectura se forma un nuevo hombre”. La intervención del Coletivo Projetação sobre una señal del estadio Maracanã de Río de Janeiro resume bien el último país en recibir el Territorio FIFA: “Brasil, estadio de excepción”.
Si el Territorio FIFA de Itaquera funciona como metáfora del urbanismo de excepción (neoliberal) de los grandes eventos, el Largo de Batata, en São Paulo, podría servir de ejemplo de la ciudad participativa que surge como resistencia. Desde el pasado mes de enero, cualquier cosa puede pasar en el Largo da Batata: de karaoke a una rueda de samba, de un taller de hacer cometas a construcción colectiva de bancos de madera, pasando por intervenciones artísticas, fútbol o lectura de poesía. El proceso ciudadano A Batata Precisa de Você, totalmente independiente de las instituciones, ha cambiado la fisonomía de un espacio abierto entre rascacielos, sin árboles ni mobiliario urbano. Hace unos días, mientras unos adolescentes jugaban al fútbol y un grupo de mujeres vendía libros de segunda mano entre bancos y mesas hechos por los propios vecinos, la arquitecta Laura Sobral, una de las impulsoras, meditaba sobre procesos de gentrificación y el Mundial. “La ciudad neoliberal también activa procesos ciudadanos como este. Cuanto más complicada está la situación, como en Belo Horizonte, más vitalidad ciudadana”.