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ANÁLISIS

No hay un día D: primeras impresiones de la contraofensiva de Ucrania contra Rusia

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Lo primero que conviene aclarar es que, en contra de algunas opiniones quizás demasiado influidas por el cine y los videojuegos, la ofensiva ucraniana ya está en marcha. Una gran ofensiva, como la que se está desarrollando ante nuestros ojos, consta de diferentes fases que se van sucediendo en el tiempo a lo largo de diferentes ejes de ataque, y solo excepcionalmente cabe esperar que se consiga el objetivo deseado con un único esfuerzo concentrado en una sola batalla.

No hay, por decirlo de ese modo, un día D y una hora H en la que todo se decide para siempre, sino más bien una concatenación de acciones que incluso pueden parecer inicialmente inconexas y de las que no tiene sentido extraer ninguna conclusión definitiva en términos de victoria o derrota de ninguno de los bandos enfrentados.

A lo que estamos asistiendo en Ucrania desde hace ya casi dos semanas es a la primera fase de una ofensiva, consistente en la realización de reconocimientos armados, llevados a cabo por pequeñas unidades, que principalmente buscan detectar los puntos débiles de la defensa rusa. Y aunque hay acciones armadas en la práctica totalidad de los 1.200 kilómetros de frente, la actividad es mucho más intensa en los sectores de Zaporiyia y Donetsk. Lo llamativo en este punto es que dichas acciones están siendo realizadas fundamentalmente por las unidades ucranianas que ya estaban desplegadas en las inmediaciones del frente, lo que significa que las brigadas de refresco (entre ellas una docena dotadas de material occidental tecnológicamente más avanzado que el empleado por las unidades rusas) todavía no están siendo empleadas.

No menos relevante es el hecho de que dichas acciones ya han permitido recuperar una decena de localidades, lo que mostraría que –si la intención de Moscú fuera establecer una defensa a toda costa, sin cesión alguna de terreno–, la primera línea de defensa rusa no es suficientemente sólida, salvo que Rusia vaya a plantear una defensa en profundidad, cediendo terreno a lo largo de las tres líneas defensivas que ha establecido en estos últimos meses, con idea de ir desgastando el avance enemigo para pasar posteriormente al ataque y volver, como mínimo, a las posiciones actuales.

El añadido de que Moscú ya ha tenido que movilizar prematuramente a algunas unidades de reserva, que en principio cabría suponer que no estarían destinadas a ser empleadas en esta fase sino cuando los combates se desarrollen en esa tercera línea, hace pensar que las cosas no están yendo muy bien para las tropas rusas.

El tiempo dirá

En todo caso, ni la recuperación de un puñado de localidades por parte ucraniana –un total de unos 100 kilómetros cuadrados, según Kiev– ni la destrucción de una docena de blindados por parte de Rusia permite extraer ningún juicio concluyente sobre el devenir de la guerra para los próximos meses. Kiev todavía no ha dejado ver cuál es su objetivo principal, aunque cabe imaginar que entre ellos está cortar el corredor terrestre que le permite a Moscú alimentar a Crimea a través del territorio que aún controla en el sur y este de Ucrania. En esa línea, Melitópol, Berdiansk y Mariúpol son los tres puntos de referencia a considerar, en la medida en que, si las tropas ucranianas llegan a controlarlos, la suerte de la península de Crimea quedará en el aire.

Pero tampoco está claro de momento si lo que busca Volodímir Zelenski y los suyos es, sobre todo, recuperar cuanto antes todo el territorio que puedan o si optan preferentemente por concentrarse en la destrucción de las unidades enemigas, con idea de impedir que se puedan rehacer para una contraofensiva posterior. Y dependiendo de cuál sea la opción elegida, podremos esperar, en una fase posterior, que se materialice uno o varios ejes principales de ataque, donde ya sí se emplearán en masa las unidades más potentes y con el mejor material.

Por su parte, también cabe imaginar que Rusia va a intentar prolongar el conflicto todo lo posible, buscando el cansancio entre los países que suministran ayuda y armas a Kiev y el agotamiento del empuje ofensivo de los atacantes. Cuenta a su favor con la dificultad de Ucrania para lograr una superioridad de fuerzas en los puntos por los que pretenda romper el frente (al menos de tres a uno), con su mayor peso demográfico y con su mayor capacidad industrial.

Cuenta asimismo con que, si es capaz de absorber esta embestida sin perder el corredor terrestre hacia Crimea, difícilmente se van a volver a dar las condiciones para que Ucrania pueda lanzar otra ofensiva general en el futuro, dadas sus propias limitaciones demográficas e industriales y el previsible desánimo que quienes la apoyan desde el exterior. Y a partir de ahí, convertido ya en uno más de los conflictos enquistados que salpican el planeta, Moscú calcula que podría garantizar que ni Ucrania llegue a recobrar su integridad territorial ni, mucho menos, que se llegue a materializar su aspiración de pasar a formar parte de la OTAN. El tiempo nos dirá.

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Jesús A. Núñez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)