El polémico expresidente, candidato y doblemente imputado Donald Trump es el epicentro sobre el que gira el debate de las primarias del Partido Republicano. Ya lo era antes de presentar su candidatura en noviembre y de su acusación en abril –la primera a un presidente en activo o retirado–, y lo seguirá siendo tras su aparición el martes ante el Tribunal Federal de Miami por un caso de mayor gravedad: retener documentos gubernamentales clasificados en su residencia privada y negarse a entregarlos cuando así lo pidieron las autoridades. La segunda imputación de Trump, la primera vez que un expresidente recibe una acusación federal, está directamente relacionada con su gestión de gobierno, y ha llegado para revolucionar la campaña de las primarias, que se celebrarán en poco más de un año.
Como ya ocurrió hace dos meses en Nueva York, cuando el magnate fue acusado de 34 delitos de falsedad por ocultar el soborno a la actriz Stormy Daniels, todos los candidatos presidenciales tendrán que elegir entre tres opciones: defender al exmandatario ante lo que él llama una “caza de brujas”, criticarlo y pedirle que abandone la carrera por la gran cantidad de causas judiciales que arrastra, o mantener un perfil bajo y callar para no alejar a la base de votantes trumpistas. Sin sorpresas, al igual que en abril, la mayoría han optado por la primera.
“La instrumentalización de la justicia federal representa una amenaza mortal para una sociedad libre”, ha tuiteado el principal adversario político de Trump, el gobernador de Florida Ron DeSantis. Si es elegido, ha prometido que su administración “traerá la rendición de cuentas al Departamento de Justicia, extirpará el sesgo político y pondrá fin a la instrumentalización de una vez por todas”.
Más moderado se ha mostrado Mike Pence, quien fue vicepresidente durante el mandato de Trump y esta semana ha desvelado sus planes de competir por la nominación republicana. “Todo estadounidense es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad. Y nadie está por encima de la ley. El manejo de materiales clasificados es un asunto muy serio”, ha dicho en una entrevista. Horas más tarde, ha pedido al fiscal general, Merrick Garland, que haga pública la acusación a Trump: “Debe dejar de esconderse detrás del fiscal especial y explicarnos por qué esta imputación ha sido necesaria”, ya que, opina, será “terriblemente polarizadora”.
También el senador Tim Scott, el empresario Vivek Ramaswamy y el gobernador de Nuevo Hampshire Chris Sununu, tres de los contendientes en las primarias se han pronunciado en defensa del expresidente: “Me comprometo a indultar a Trump cuando sea presidente, el 20 de enero de 2025”, ha dicho Ramaswamy. “No tienes que ser republicano para identificar la injusticia”, ha asegurado Scott en Fox News, donde ha hablado de “instrumentalización del Departamento de Justicia”.
La excepción más notable ha sido la de Asa Hutchinson, exgobernador de Arkansas, que también se presenta a las elecciones con un rechazo frontal a Trump, y le ha pedido que abandone la carrera electoral. Chris Christie, otro de los candidatos más críticos, ha sido moderado en sus palabras, asegurando que “nadie está por encima de la ley” y hablará “cuando los hechos sean revelados”. Otros candidatos, como la exembajadora de la ONU Nikki Haley, han optado por no comentar el asunto.
Resiliente ante las causas judiciales
El expresidente de EEUU salió reforzado tras la imputación en Nueva York por el caso de falsificación documental y tras la condena por el caso de violación a la periodista E. Jean Carroll. Amasó dinero de más donantes para la campaña y se vio catapultado en intención de voto. Ahora domina en solitario las encuestas republicanas, con el 53,8% del apoyo, según la proyección de FiveThirtyEight. Mientras, su principal rival, DeSantis, ha perdido casi diez puntos en diez meses y se sitúa en el 21,3%. A mucha distancia, se encuentra en tercera posición Mike Pence, con el 5,4% de los apoyos.
Las primarias republicanas recuerdan cada vez más a las del 2016. En su primera nominación presidencial, Trump fue elegido por delante de 16 candidatos, cinco de los cuales se retiraron antes de la elección. Después de los tres anuncios de esta semana (Pence, Christie y el actual gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum) ya son nueve (ocho hombres y una mujer) los republicanos que pretenden disputarle el liderazgo del partido. Y los dos mejor posicionados, DeSantis y Pence, no muestran ningún atisbo de crítica a Trump por sus causas judiciales. Más bien se han unido en las críticas al Departamento de Justicia.
Todavía falta un año para la Convención Nacional Republicana, que decidirá quién es el nominado del partido a la presidencia de EEUU, pero en el momento actual parece muy probable una repetición del cara a cara electoral que se dio en las últimas elecciones: Joe Biden contra Donald Trump, dos hombres de edad avanzada y de baja popularidad.
Al actual mandatario le beneficia la inexistencia de alternativas dentro del Partido Demócrata, mientras que a Trump le puede beneficiar justamente lo contrario: a pesar de que tiene muchas voces críticas en el interior del partido, la división de los votos de los delegados entre los candidatos alternativos podría darle por tercera vez la victoria en las primarias republicanas. Solo dos nombres parecen alternativas medianamente sólidas a Trump: DeSantis y Pence.
DeSantis quiere adelantar a Trump por la derecha
Después de tres ciclos electorales decepcionantes de Trump, y de la contundente victoria de DeSantis en las elecciones de mitad de mandato de noviembre, el reelegido gobernador de Florida parecía el caballo ganador de un partido que estaba pidiendo cada vez más abiertamente pasar la página trumpista. Hace tan solo dos meses, DeSantis había conseguido situarse a 15 puntos de Trump en las encuestas. Pero esta dinámica ha cambiado, especialmente a raíz de la imputación del expresidente en Nueva York. En estos momentos, la distancia entre los dos se ha doblado y ya los separan más de 30 puntos.
El gobernador se está vendiendo como el candidato idóneo para derrotar a la izquierda que denomina woke, o progresista, y utiliza sus políticas radicales en Florida como garantía del discurso ultraconservador. En los cuatro años y medio que lleva en el poder, ha legislado en contra de la educación sexual y racial en las escuelas, ha restringido que se hable de identidad de género y orientación sexual, ha limitado el aborto a tan solo seis semanas de gestación, ha criminalizado la protesta pacífica, ha iniciado una guerra ideológica y política contra el autogobierno de Disney y ha deportado inmigrantes hacia estados demócratas.
La ideología de DeSantis no dista mucho de la de Trump, y está intentando disputarle el espacio más a la derecha del partido. Esta apuesta podría darle la nominación, pero también puede acabar por alejar a los votantes moderados. Aun así, a diferencia de su adversario, él puede decir que no ha perdido ninguna elección contra el probable candidato demócrata, Joe Biden.
A pesar de la distancia que todavía separa a los dos contrincantes, las encuestas muestran una batalla más ajustada en Iowa, un estado clave, donde DeSantis se encuentra a dos puntos de distancia (43%-45%). Este es el primer estado donde los republicanos decidirán su candidato preferido, y su resultado suele influir en las votaciones posteriores.
Pence, un reproche moderado a su antiguo jefe
Es allí, en Iowa, donde, precisamente, presentó Mike Pence su campaña el pasado miércoles para intentar desbancar su antiguo jefe. En el tramo final del mandato de Trump, el exvicepresidente se apartó de sus teorías de fraude electoral, que llevaron al asalto al Capitolio. Aquel 6 de enero del 2021, Pence se negó a seguir la orden del mandatario de anular las elecciones y ratificó la victoria de Biden.
“El pueblo estadounidense merece saber que aquel fatídico día, el presidente Trump me exigió que escogiera entre él y nuestra Constitución. Ahora los votantes se enfrentarán a la misma elección”, dijo Pence, desafiante, durante el acto de lanzamiento. “Aquel día las imprudentes palabras de Trump pusieron en peligro a mi familia y a todo el mundo en el Capitolio”.
Es la primera vez que un exvicepresidente decide competir contra su antiguo jefe por la nominación de su partido. A diferencia de Trump, él no tiene causas pendientes con los tribunales, después de que el Departamento de Justicia cerrara la investigación sobre la decena de documentos clasificados que encontraron en su domicilio.
Trump se beneficia de la avalancha de candidatos
La proliferación de candidaturas contrarias al expresidente le puede beneficiar. No solo porque dividirá el voto contrario, sino porque también lo sitúa –todavía más– en el centro del debate de las primarias: los votantes tendrán que decidir si votarlo u optar por un candidato alternativo. Está previsto que todavía se presenten más candidatos, en un escenario parecido al del 2016, hecho que ha llevado al Comité Nacional Republicano a establecer unos umbrales mínimos de intención de voto (1%) y de número de donantes (40.000) para poder participar en los debates electorales.
El primer debate se celebrará el 23 de agosto en Milwaukee (Wisconsin), y si el número de candidatos es demasiado grande, está previsto que se haga en dos tandas. Trump, que se ve ganador, ya ha dicho que no tiene pensado participar en ningún debate de primarias. Pero esta decisión, tomada por su liderazgo en las encuestas, podría cambiar si DeSantis, Pence o alguno otro candidato le pisa los talones los próximos meses.
Habrá que esperar para ver cómo avanzan los casos judiciales de Trump, que también está siendo investigado en Washington y Atlanta por su implicación en el asalto al Capitolio y por intentar amañar las elecciones presidenciales del 2020 en Georgia. Por ambos casos, también podría llegar a enfrentarse a cargos penales. Como acostumbra a hacer, tratará de seguir sacando rédito político a su papel de víctima de una “caza de brujas”, mientras intenta dilatar los procesos judiciales hasta después de las elecciones.