La peor pesadilla se repitió en Haití. En el país de los temblores políticos, un terremoto de magnitud 7,2 escala de Richter se registró en la mañana del sábado y dejó al menos 5.700 heridos y 1.297 muertos, según el último informe oficial.
Los haitianos revivieron el temor que dejó el seísmo de 2010, cuando más de 316.000 personas murieron y una cantidad similar quedaron heridos. El temblor del sábado ya forma parte de los diez más letales de los últimos 25 años en Latinoamérica, una lista que lamentablemente encabeza el anterior terremoto en ese país.
Pero esta vez no fue en la ciudad de Puerto Príncipe sino al noreste, a 12 kilómetros de la ciudad de Saint-Louis du Sud, en el sur de Haití, con un epicentro de 10 kilómetros de profundidad, según el Servicio de Protección Civil, lo que podría llevar a un menor número de víctimas fatales.
Administrar el caos en medio de una crisis política
El desafío ahora es administrar el impacto social de la tragedia en medio de un vacío de poder sin precedentes. La situación encuentra a Haití en uno de los momentos políticos más dramáticos de su historia.
A menos de dos meses del asesinato del presidente Jovenel Moise, la falta de Parlamento y Presidente complica aún más el panorama en un país acorralado por la violencia que, recién en las elecciones de noviembre, tendrá la oportunidad de comenzar a delinear algún proyecto de futuro.
El primer ministro de Haití, Ariel Henry, declaró en la mañana de ayer el estado de emergencia. Henry lleva poco tiempo en el cargo. Asumió el 20 de julio pasado, 13 días después del asesinato del presidente del país, Jovenel Moise, cuando un comando de 26 mercenarios ingresaron en su casa de Puerto Príncipe.
Henry calificó de “dramática” la situación. “El Gobierno ha decidido esta mañana declarar el estado de emergencia durante un mes tras esta catástrofe”, dijo en conferencia de prensa. También recomendó a la población “no entrar en pánico” y aseguró que “toda la estructura gubernamental y de protección civil se moviliza.
La respuesta de los países vecinos
República Dominicana, que comparte el territorio de isla con Haití, ofreció ayuda a través de un mensaje de su presidente, Luis Abinader. “Expreso en mi nombre y del Gobierno dominicano, nuestra consternación por el terremoto que azotó a Haití esta mañana”, escribió Abinader en Twitter.
El Gobierno de Estados Unidos anunció una “respuesta inmediata”. “El presidente autorizó una respuesta inmediata de Estados Unidos y nombró a la administradora de USAID (la agencia estadounidense para el desarrollo), Samantha Power, como la alta funcionaria estadounidense encargada de coordinar este esfuerzo”, señaló la Casa Blanca en una nota de prensa.
El ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, se solidarizó con las víctimas del terremoto y destacó que médicos de su país están trabajando en el país vecino para atender a heridos. Unos 300 especialistas de Cuba trabajan en 18 hospitales comunitarios del sistema público sanitario, según la agencia estatal Prensa Latina.
Venezuela también se mostró dispuesta para ayudar a Haití. “Estamos atentos a facilitar apoyos logísticos e insumos necesarios. Nuestras condolencias y deseos de recuperación a los heridos”, escribió en Twitter el canciller venezolano, Jorge Arreaza.
Desde Perú, Pedro Castillo expresó que “estaremos atentos para brindar el apoyo necesario a la nación hermana con el fin de avanzar en unidad e integración fraterna”, escribió en redes sociales el presidente.
Chile también se pronunció. “Para ofrecer toda la ayuda a dicho país, el presidente Sebastián Piñera me ha instruido para poner a disposición de Haití medios materiales y humanos, como la patrulla de rescate de Bomberos de Chile”, afirmó el canciller Andrés Allamand a través de Twitter.
Además de las respuesta de los Gobiernos de Argentina, México, Ecuador, Paraguay, Panamá, entre otros.
La pregunta es si los Gobiernos de estos países, sobre todo los de América Latina, podrán pasar del acompañamiento simbólico a coordinar acciones eficientes e inmediatas de cooperación financiera y técnica en un país golpeado por una de las peores tragedias políticas de su historia.