La guerra en Ucrania ha obligado a Víctor Orbán a rediseñar sobre la marcha la campaña electoral para las elecciones generales en Hungría de este domingo, en un ejercicio de equilibrismo para evitar verse asociado con la invasión rusa sin renegar de los estrechos lazos construidos con mimo con el Kremlin en la última década.
“Nuestro interés es evitar ser un peón sacrificado en la guerra de otros. En esta guerra no tenemos nada que ganar y todo que perder. ¡Debemos quedarnos fuera de esta guerra! Ni un solo húngaro debe quedar atrapado entre el yunque ucraniano y el mazo ruso”, dijo el primer ministro húngaro el 15 de marzo arengando en Budapest a los miles de asistentes reunidos para las celebraciones de la fiesta nacional, en un largo discurso en el que la guerra copó muchos pasajes. El mensaje fue claro: ni con Ucrania ni con Rusia pero de alguna manera nunca en contra de Rusia. Una táctica que, ante las elecciones más reñidas desde su llegada al poder en 2010, ha permitido a uno de los mayores valedores de Vladímir Putin en Europa salir de una posición incómoda en un país donde la mayoría de la población simpatiza con los ucranianos.
“El escenario más probable sigue siendo que el Gobierno revalide la mayoría absoluta. El sistema electoral favorece a Fidesz”, explica a elDiario.es Andrius Tursa, analista de la consultora Teneo Intelligence. Tras un primer momento de desorientación al comienzo de la guerra al otro lado de la frontera, el partido de Orbán ha recuperado en los sondeos que le atribuyen entre dos y cinco puntos porcentuales más que a “Unidos por Hungría”, el cartel con el que se presenta la oposición, la inédita coalición de seis partidos que aglutina prácticamente a todo el arco ideológico –el Partido Socialista, las izquierdistas Coalición Democrática y Párbeszéd (Diálogo), el partido liberal Momentum, el ecologista LMP y el ultranacionalista Jobbik– y que está liderada por el independiente Péter Márki-Zay, un conservador católico que ganó en otoño las primarias. “En algunas circunscripciones uninominales la competición puede estar más reñida. No hay sondeos recientes sobre estas circunscripciones y es difícil predecir qué puede pasar. Es importante tener en cuenta que la oposición presenta un candidato único en todas ellas y es una estrategia que fue ganadora en las elecciones municipales de 2019 donde lograron evitar que Fidesz pudiera usar la táctica del divide y vencerás. Pero aún así creo que Fidesz repetirá mayoría absoluta”, dice Tursa.
En el giro narrativo que ha marcado una campaña electoral donde al principio la oposición había logrado centrar el debate sobre decidir en las urnas el futuro de Hungría y su pertenencia al “bloque occidental”, Orbán ha actuado equilibrando retórica y pragmatismo. “Por una parte ha defendido que Hungría tiene que quedarse fuera del conflicto, por otra ha exaltado su experiencia en gestionar las muchas crisis de la última década contra el candidato relativamente sin experiencia de la oposición”, dice el analista.
Es el mismo equilibrismo que el primer ministro ha mantenido en cuanto a la respuesta de la Unión Europea y la OTAN a la ofensiva rusa. Se ha abierto a reforzar la presencia de tropas de la OTAN en el oeste del país, pero se opone a que las armas que se envían a Ucrania pasen por su territorio. También ha aprobado un paquete de ayudas para las empresas que empleen a los refugiados ucranianos, que son ya más de medio millón en Hungría, aunque la oposición le reprocha haber actuado poco sobre el terreno, dejando la acogida en manos de las ONG, los gobiernos locales y los voluntarios. Ha apoyado las sanciones europeas, pero con la línea roja de que no se extiendan a las importaciones de energía (en una entrevista dijo que no es cuestión de coste, “que el gas llega o no llega” y que suspender las aportaciones de gas y petróleo de Rusia haría retroceder la economía a niveles de hace una década). Y no ha parado el acuerdo con la corporación estatal nuclear rusa Rosatom para la ampliación de la central de Paks, la única de Hungría, un proyecto valorado en 12.500 millones de euros.
Un sistema mediático a medida de Fidesz
Un papel importante para difundir el mensaje de “paz y bajo coste de la energía” de cara a unos comicios en los que, por primera vez en 12 años, la oposición tenía la esperanza de lograr abrir una brecha en el poder casi absoluto de Orbán, lo han tenido los medios de comunicación en un sistema mediático que el Gobierno ha ido moldeando a su medida.
“Hungría es un ejemplo de lo que llamamos la 'cáptura de los medios', un nivel de control muy alto del Gobierno. Un control que Orbán comenzó a construir en 2010 cuando el partido ganó por primera vez las elecciones. Hay cuatro elementos clave: primero el control de los reguladores de los medios, luego el de los medios públicos, el uso de fondos públicos para recompensar a los medios y finalmente la adquisición de medios de empresas privadas”, dice a elDiario.es Marius Dragomir, director del Centro de Medios, Datos y Sociedad de la Universidad Central Europea. El Gobierno de Orbán ha pasado por todas las fases. “En 2010 adoptaron una legislación para hacerse con el control del regulador de medios, luego designaron a sus afines en los medios estatales, y estos fueron pasos bastante fáciles... Luego comenzó el gasto de fondos publicitarios y el uso de empresas de oligarcas afines a Orbán para controlar medios privados”.
La cobertura de la guerra en Ucrania coincidiendo con el periodo electoral explica cómo funciona la maquinaria de propaganda del Gobierno que deja poco margen de visibilidad a la oposición. “Desde los primeros días de la guerra en Ucrania los medios han difundido sin descanso propaganda prorrusa muy similar a la rusa, tratando de legitimar la invasión y criticando a la OTAN y Estados Unidos; hubo programas de entrevistas en televisiones cercanas al Gobierno donde presuntos expertos cuestionaron la idea de Ucrania como nación; periodistas de medios estatales publicaron mensajes que sugerían que el presidente ucraniano tenía que capitular. ¿Por qué lo hacen? Hay pruebas de que el Gobierno da ordenes directas sobre cómo hacer coberturas”, dice Dragomir, citando una reciente investigación de Direkt36, un medio de investigación que el experto menciona entre los pocos ejemplos de periodismo independiente que quedan en el país. “Orbán sabe que muchos húngaros están en contra de la guerra y hace equilibrismos: por un lado los medios estatales difunden propaganda prorrusa mientras él habla en contra de la guerra en general, no contra Putin”.
Referéndum sobre la “ley anti-LGTBI”
También al control de los medios iba dirigida la llamada ley anti-LGTBI aprobada el año pasado por el Parlamento húngaro para vetar la difusión de contenidos que hagan referencia a la homosexualidad o al género en los colegios y en programas de televisión en horario infantil. Una norma –en la que los críticos ven la sombra de la que aprobó Rusia en 2013– que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, tachó de “vergonzosa” y por la que Bruselas abrió en julio de 2021 un procedimiento de infracción por vulnerar derechos fundamentales. Orbán respondió redoblando el desafío y anunció un referéndum para, dijo, “la protección de los niños”. El voto coincide ahora con las elecciones generales.
Los votantes encontrarán también la papeleta en la que tendrán que contestar si apoyan que haya talleres de orientación sexual en las escuelas sin el consentimiento de los padres o si creen que la reasignación de género tiene que ser promocionada entre los niños o también si contenidos relacionados con la orientación sexual tienen que ser difundidos a los niños sin restricciones. “La ley está en vigor desde el verano pasado así que técnicamente no habría razón para celebrar un referéndum, pero el Gobierno la usa para movilizar a sus partidarios”, dice Anikó Gregor, socióloga y profesora ayudante de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest.
“La idea con la que se lanzó el referéndum era centrar la campaña electoral sobre esto, extendiendo la batalla con Bruselas sobre los valores y distrayendo de otros temas como la corrupción”, dice Tursa. Luego la guerra en Ucrania cambió el escenario y no está claro que el referéndum prospere. Los grupos para la defensa de los derechos humanos en Hungría piden a los electores que invaliden la papeleta ya que el referéndum fracasa si no hay al menos el 50% del electorado que emita un voto válido.
Un cuarto mandato lleno de problemas
Si, como auguran los sondeos, Orbán logrará a sus 58 años su cuarta victoria consecutiva, será su mandato más difícil. El Gobierno tendrá que lidiar con una ralentización del crecimiento económico como consecuencia también de la guerra en Ucrania, el aumento de la inflación y un déficit que ha marcado récord en febrero después de que Orbán haya repartido de cara a las elecciones 1,8 billones de florines (unos 4.800 millones de euros) en recortes de impuestos, pensiones y aumentos salariales. Y los fondos del Plan de recuperación europeo post-pandemia, que la Comisión europea congeló para Hungría y Polonia vinculando el desembolso a las garantías de respeto del estado de derecho, siguen bloqueados. “Es un riesgo significativo pero Fidesz señalando la crisis económica y humanitaria causada por la guerra en Ucrania está presionando a Bruselas... Y en este contexto se puede abrir un espacio para un compromiso entre Hungría y la UE”, comenta Tursa. En la presión sobre Bruselas podría encontrarse también recomponerse el eje entre Budapest y Varsovia, tras el distanciamiento por las distintas posturas sobre la ofensiva rusa en Ucrania que ha llegado tan lejos que se ha cancelado la cumbre del llamado grupo de Visegrado -la alianza entre Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría- prevista para el 30 y 31 marzo.
Donde no se esperan cambios es en la actitud del gobierno en el tema de los derechos civiles y del control de la sociedad civil. “Orbán ha creado un sistema afín de instituciones, organizaciones del sector civil y de la academia que reciben muchos más fondos y apoyo financiero por parte del Estado”, explica la socióloga Gregor. “Así que las organizaciones independientes y las ONG no alineadas tendrán que depender más de los fondos procedentes de las instituciones de la UE o de otros donantes internacionales, y luego serán vistas y enmarcadas aún más por el Gobierno como 'agentes extranjeros' que difunden ideas que están poniendo en peligro los intereses de Hungría. La colonización de la sociedad civil aumentará porque ser leal al Gobierno equivale a sobrevivir”.
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