Mohammed El Kurd, un palestino de Jerusalén Este de 22 años, escritor y poeta, se ha convertido en un símbolo de la resistencia palestina en las últimas semanas, a raíz de su aparición en la CNN estadounidense, y en concreto a través de una frase. En un momento dado de la entrevista la periodista le pregunta:
-¿Apoya usted las protestas violentas surgidas en solidaridad con usted y con familias como la suya?
Mohammed El Kurd, con voz suave y decir delicado, contesta:
-¿Apoya usted mi desposesión violenta y la de mi familia?
Esa frase se ha hecho viral no solo en las redes sociales. También ha corrido como la pólvora, exhibida en carteles, en las manifestaciones celebradas estos días en cientos de ciudades europeas, estadounidenses y del mundo árabe: Roma, Madrid, Londres, Manchester, Ottawa, Toronto, Chicago, Nueva York, Berlín, Amsterdam o la propia Jerusalén, entre otras.
¿Quiénes son esas familias como la suya y qué desposesión está sufriendo Mohammed? Su historia es la de una ocupación en tiempo real. La mitad de su casa, situada en el barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, fue tomada en 2009 por colonos judíos que reclaman su propiedad. Él tenía entonces 11 años.
Desde entonces fue creciendo con esos hombres a su lado, sabiendo que querían echarle a él y a su familia. A veces, cuando Mohammed regresaba de la escuela, los colonos coreaban consignas como estas: “Pronto estaréis durmiendo en un basurero en Ramala” o “a sangre y a fuego expulsaremos a los árabes”. Aquel niño se hizo adulto antes de tiempo.
Lo mismo ocurrió con otras viviendas de la zona. Hasta 27 familias palestinas en Sheikh Jarrah se exponen desde entonces a ser expulsadas y desposeídas de sus viviendas. La solidaridad con ellas ha sido una de las causas que han impulsado las protestas palestinas en Cisjordania y también dentro de las fronteras de Israel en las últimas semanas, algo nuevo. Pero su barrio no es el único en esa situación en Jerusalén Este. En el área de Silwan, por ejemplo, 84 familias afrontan demandas de desalojo presentadas por colonos que reclaman su propiedad.
Mohammed El Kurd defiende en sus intervenciones en medios de comunicación que “desalojo” o “desahucio” no son las palabras precisas para definir lo que ocurre, ni tampoco “disputa inmobiliaria entre particulares”, como lo definió recientemente un ministro israelí: “Esto es un desplazamiento étnico forzado, una desposesión”, afirma El Kurd.
El proceso de judaización
Para provocar un cambio de tendencia y disminuir la mayoría palestina en Jerusalén Este, Israel impulsa desde hace décadas un proceso de expansión de los habitantes judíos en esta zona, donde se han levantado varios asentamientos judíos y un muro de separación que deja en el lado de Cisjordania barrios palestinos enteros pertenecientes a Jerusalén Este, lo que ha causado a sus residentes una carencia severa de infraestructuras y servicios básicos.
Pese a ser ilegales según la legislación internacional, Israel sigue ampliando esos asentamientos con la construcción de nuevas viviendas, permitiendo que los colonos porten armas y protegiéndolos con el Ejército estatal. El reclamo de la propiedad de algunas casas palestinas como la de Mohammed es otro método de apropiación.
Detrás de la acción de los colonos en Jerusalén Este no hay voluntades exclusivamente individuales, sino un proyecto de ocupación colectivo, que cuenta con el apoyo del Ejército israelí y que consiste en poblar más barrios de la parte oriental de la Ciudad Santa, para que de facto quede como un lugar con una mayoría judía. La cuestión demográfica -la persecución de una mayoría judía para mantener el carácter judío del Estado- marca toda la política israelí.
A costa de los palestinos
Yonatan Yosef, portavoz de los colonos israelíes en Sheikh Jarrah, ha explicado en más de una ocasión cómo operan: “Tomamos casa tras casa, toda esta zona será un barrio judío. No hemos terminado el trabajo, después iremos al siguiente barrio, y tras ello iremos a otro. Nuestro sueño es que todo Jerusalén Este sea como el Oeste, la capital judía de Israel”, explicaba en una entrevista con varios medios.
Otro colono lo relata así: “Lo veo como la continuación del proyecto sionista. El regreso a Sión. ¿A costa de los árabes? Sí. Pero nuestras instituciones también fueron construidas a costa de los árabes que vivían aquí. Y el propio Estado israelí.”
Un pañuelo con jazmín
La abuela de Mohammed, que murió en 2020 con 103 años, resistió varios intentos de desalojo y se convirtió en un icono. “Ella me esperaba todos los días en casa, a la salida del colegio, con un pañuelo lleno de flores de jazmín, para que lo oliera”. En el patio de su vivienda Mohammed exploró la poesía, impulsado por su abuela, como arma para defenderse y herramienta para soñar. Después, se fue a Estados Unidos a estudiar y se convirtió en un poeta.
Allí se encontraba actualmente cuando hace unas semanas se confirmó que el Tribunal Supremo israelí iba a pronunciarse sobre la propiedad de sus viviendas. Entonces decidió volver, para defender su casa. Desde ella atiende diariamente, a través de Internet, a grandes medios de habla inglesa que, en algunos casos, prestan por primera vez atención a una voz de la población civil palestina. El hecho de que Mohammed hable muy bien inglés y que escape de algunos estereotipos -es un joven de habla suave que frecuenta entornos de activismo LGTBI en Estados Unidos- ha llamado la atención en el mundo anglosajón.
Estas movilizaciones no están organizadas por partidos políticos, sino por jóvenes activistas palestinos, comités vecinales y colectivos de base
Frente a su vivienda y frente a otras que se arriesgan también al desalojo se concentran cada día decenas o cientos de personas en solidaridad con las familias palestinas que habitan en ella, y en contra de la ocupación que pretenden culminar los colonos judíos. Su presión dio resultados recientemente, cuando el Supremo decidió aplazar su veredicto.
En Estados Unidos Mohammed El Kurd no ha sido entrevistado solo en la CNN, sino en otros canales de televisión como la NBC, introduciendo así un punto de vista al que no está muy acostumbrada la audiencia estadounidense. En el Congreso de EE.UU. se han oído también discursos poco habituales, procedentes del ala progresista del partido demócrata, en defensa de los derechos de los palestinos.
“Hay una movilización civil palestina casi sin precedentes”, ha escrito el escritor y poeta en sus redes sociales. A las protestas en los territorios ocupados se han sumado las manifestaciones palestinas dentro de las fronteras de Israel, algo poco habitual. Estas movilizaciones no están organizadas por partidos políticos, sino por jóvenes activistas palestinos, comités vecinales y colectivos de base.
Derecho a recuperar una propiedad solo si eres judío
Las 27 familias palestinas que se arriesgan a perder sus casas ya fueron expulsadas de sus viviendas en 1948, cuando Israel provocó el desalojo o la huida de cientos de miles de palestinos que se convirtieron en refugiados. En 1957, a través de Jordania -que pasó a gestionar el área durante algún tiempo- dichas familias fueron reubicadas en el barrio de Sheikh Jarrah. Cuando en 1967 Jerusalén Este fue ocupada ilegalmente por Israel, el Gobierno de Tel Aviv aprobó la Ley de Asuntos Legales y Administrativos, que determina que los terrenos de Jerusalén Este que hubieran pertenecido a judíos antes del 48, serían devueltos a sus dueños si los reclamaban. Esta ley otorga ese derecho solo a los judíos.
La doble vara de medir es evidente. Más de 700.000 palestinos fueron expulsados de su tierra y la mayoría no pudo ser realojada dentro de las fronteras de Israel, quedando para siempre vetados en su lugar de nacimiento, en las tierras donde habían vivido sus padres, sus abuelos, sus antepasados. No tienen derecho ni a visitarlas, salvo excepciones. La Ley de Bienes Ausentes prohíbe a los palestinos demandar sus viviendas. Sin embargo, la legislación israelí sí permite reclamar sus viviendas a los judíos que huyeron en 1948 de Jerusalén Este. Esto entra en contradicción con la ley internacional, que prohíbe a la potencia ocupante -Israel- la incautación de propiedades y el traslado de poblaciones, acciones contempladas como crimen de guerra por el Estatuto de Roma.
“Desde la ocupación en 1967 Israel ha transferido a miles de sus ciudadanos judíos a Jerusalén Este, un crimen de guerra bajo la ley internacional”, ha denunciado Human Rights Watch.
Un 'cinturón judío'
B’Tselem, la principal organización israelí de derechos humanos, señaló en 2019 que el Tribunal Supremo israelí es responsable de las demoliciones de viviendas y del despojo de los palestinos, y calificó sus procedimientos de una “justicia falsa” que otorga a los crímenes de Estado un barniz de legitimidad. Desde 1967, Israel ha revocado la residencia de más de 14.500 palestinos de Jerusalén Este, ha llevado a cabo demoliciones de viviendas -más de mil unidades desde 2004- y apenas asigna fondos municipales a las áreas palestinas.
Todo esto hace inviable la creación de un Estado palestino. Gaza está aislada de Cisjordania y totalmente bloqueada por las tropas israelíes. Cisjordania es un territorio desunido, con ciudades y pueblos rodeados por controles militares o por el muro de separación y con carreteras de uso exclusivo para israelíes. Todo ello impide la conexión de los territorios palestinos cisjordanos y dificulta el desplazamiento de sus habitantes. A su vez, Jerusalén Este está siendo desconectada de Cisjordania a través del muro y de la ocupación que ejercen los colonos construyendo nuevos asentamientos, protegidos por el Ejército.
En una visita a Jerusalén Este en 2002 el entonces ministro de Turismo Binyamin Elon señaló que el plan estratégico para la ciudad era asegurar “un cinturón de continuidad judía de este a oeste”.
Una ocupación ilegal
Naciones Unidas exige la retirada de Israel de todos los territorios ocupados en 1967, y eso incluye Jerusalén Este. Pero en la práctica la inacción o incluso el beneplácito de la comunidad internacional permiten que la ocupación siga avanzando. En julio de 1980 Israel aprobó la Ley fundamental: Jerusalén capital de Israel, proclamándola como “capital eterna e indivisible de Israel y el pueblo judío”.
Al mes siguiente el Consejo Seguridad de la ONU condenó dicha ley, con la única abstención de Estados Unidos, a través de la resolución 478, que afirma que dicha normativa constituye una “violación del derecho internacional” y “un serio obstáculo para el logro de una paz completa, justa y duradera en Oriente Medio”.
Pero Israel está regulada por leyes diseñadas para proteger la ocupación de los territorios palestinos y eso en la práctica significa que los colonos que pretenden hacerse con las viviendas de los palestinos de Sheikh Jarrah tienen muchas posibilidades de ganar en el Tribunal Supremo.
Rifqa
De forma cotidiana las fuerzas de seguridad israelíes disuelven a la gente que se congrega en el barrio para apoyar a los palestinos que van a ser desalojados, golpean a algunos, arrestan a otros. El Kurd fue detenido durante unas horas la pasada semana, pocos días después de haber participado en la CNN. Las familias palestinas afectadas lamentan la actitud de los colonos judíos que habitan a su lado: “Sueltan a sus perros cuando salimos de casa o colocan su basura en nuestro lado. No es fácil”, denuncian.
Mohammed El Kurd dice que empezó a escribir para “dotar de sentido a mi vida”. Lo hace en dos idiomas, inglés y árabe, indistintamente. Su próximo libro saldrá en octubre en Estados Unidos, bajo el título de Rifqa. Rifqa era su abuela, su heroína, la mujer que llegó a cumplir 103 años, que sobrevivió a la expulsión de 1948 y a la ocupación “sin detener nunca su lucha por la justicia”. Rifqa era la mujer del pañuelo con jazmín, la que le ayudó a crecer con poesía frente al desprecio que él recibía diariamente por parte de sus vecinos ocupantes:
“Crecí en su sabiduría, y mi poesía es reflejo de ello. Ella es el eje de mis acciones, la directora de mi cadencia. Vivió guerras y a través de ellas. Fue más vieja que el propio Israel. Por ello fue aclamada como un icono de la resistencia palestina por los jerosolimitanos”.
El alto el fuego en Gaza alcanzado este pasado viernes ha detenido por el momento los bombardeos y el lanzamiento de cohetes. Mientras tanto, la ocupación prosigue y avanza, día tras día, en Cisjordania y en Jerusalén Este. A ella se enfrentan, de forma diferente esta vez, con más organización civil, jóvenes como Mohammed.