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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La Policía desaloja el campamento bolsonarista tras tomar el control de Brasilia

elDiario.es

9 de enero de 2023 13:28 h

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Al menos 1.200 bolsonaristas han sido detenidos este lunes en el desalojo del campamento que habían montado frente al cuartel general del Ejército en Brasilia, lugar desde el que se lanzaron los ataques del domingo contra las sedes de los tres poderes en Brasil y desde el que defendían un golpe de Estado contra Luiz Inácio Lula da Silva.

A primera hora de este lunes, reforzados por tropas del Ejército, agentes de la Policía Militarizada de Brasilia han ordenado el desalojo y han bloqueado los accesos al campamento, instalado desde las elecciones de octubre.

Según el Ministerio de Justicia, los bolsonaristas detenidos han sido conducidos en al menos 40 autobuses hasta la sede de la Policía Federal, donde serán identificados para intentar establecer si participaron en los ataques violentos del domingo y fichados por si en un futuro surgen pruebas en su contra.

Permanecerán arrestados los que sean señalados como participantes en los actos vandálicos y los que tengan algún indicio en su contra, y se sumarán a las cerca de 300 personas que fueron detenidas el domingo por su responsabilidad en los ataques.

Unas horas antes, este domingo por la noche, Lula da Silva inspeccionó los graves destrozos en las sedes de los tres poderes del país, en un intento frustrado por derrocarlo del poder. El dirigente progresista vio en primera persona el reguero de destrucción dejado por simpatizantes del exgobernante Jair Bolsonaro en el Palacio de Planalto, sede del Gobierno, según imágenes de las televisiones.

“Acabo de estar esta tarde en el Palacio de Planalto y en el Tribunal Supremo Federal. Los golpistas que promovieron la destrucción del patrimonio público en Brasilia están siendo identificados y serán castigados”, dijo el mandatario en Twitter. “Democracia siempre”.

El ejército también ha desmantelado campamentos bolsonaristas en otras ciudades. Según las autoridades, en al menos nueve estados se han desactivado estos asentamientos o se preparan acciones para su desmantelamiento. En la mayoría de casos no se han registrado incidentes, salvo en Belén, capital del estado amazónico de Pará, donde cinco personas fueron arrestadas por poner resistencia.

Siete días después de la investidura del presidente, los extremistas irrumpieron en los palacios violentamente, destruyendo todo lo que se encontraron a su paso, mientras que el jefe de Estado se encontraba de viaje en la ciudad de Araraquara, en el estado de Sao Paulo.

Desde allí, el mandatario de 77 años decretó la intervención federal del área de seguridad del Distrito Federal Brasilia hasta el próximo 31 de enero, ante el caos que vivió la capital brasileña.

Los agentes antidisturbios, utilizando gases lacrimógenos y bombas de estruendo, se hicieron con el control de las sedes del Ejecutivo, Legislativo y Judicial unas cuatro horas y media después del inicio del ataque, ocurrido dos años y dos días después del violento asalto al Capitolio de Estado Unidos, por parte de ultraderechistas con los que el bolsonarismo está alineado.

Lula calificó de “barbarie” el intento de golpe de Estado promovido por “vándalos fascistas” y acusó a Bolsonaro de “estimular” esos actos antidemocráticos con su actitud.

El exmandatario brasileño, admirador de Trump, se encuentra actualmente en Orlando, Estados Unidos, adonde viajó dos días antes de la investidura de Lula sin billete de vuelta.

En las redes sociales, Bolsonaro ha rechazado de forma tibia los sucesos ocurridos en Brasilia, al afirmar que las manifestaciones pacíficas “son parte de la democracia”, pero “el vandalismo y las invasiones de edificios públicos”, en cambio, “escapan a la norma”.

Condena internacional

Los hechos ocurridos en Brasilia han sido condenados de forma unánime por la comunidad internacional y ocurrieron exactamente una semana después de que Lula asumiera la Presidencia de Brasil.

El mobiliario de los palacios fue destrozado y arrojado por las ventanas a la calle, aunque las autoridades todavía no han podido realizar un balance de los cuantiosos daños causados por la turba.

Tras el violento ataque, los funcionarios encontraron tirados por el suelo de los despachos pinturas al lienzo rasgadas, ordenadores, impresoras y televisores dañados, según vídeos grabados por el ministro de Comunicación Social, Paulo Pimenta.

Según informaron fuentes oficiales a EFE, la turba no llegó a entrar en el despacho de Lula en el palacio de Planalto porque la Policía llegó en ese momento.

Los radicales no reconocen el resultado de las elecciones del pasado 30 de octubre, en las que Lula derrotó al ahora expresidente por un estrecho margen de menos de dos puntos porcentuales.

Este domingo, encaramados en la rampa del Congreso Nacional, los extremistas corearon consignas pidiendo la intervención de las Fuerzas Armadas, pero los militares no acudieron al llamado y sus comandantes se mantuvieron en estricto silencio.

El ataque

El campamento de los radicales en Brasilia, montado hace más de 70 días, desde que Lula se impuso en la segunda vuelta de las presidenciales, sirvió de base para los manifestantes que invadieron el domingo las sedes de los tres poderes de Brasil y fue el lugar al que regresaron tras su fracasado intento de forzar un golpe de Estado.

El número de radicales en el campamento frente al cuartel del Ejército venía cayendo desde la investidura de Lula, el 1 de enero pasado, y el jueves las autoridades contabilizaban unas 200 personas, pero el sábado saltó hasta unas 3.000 después de que los bolsonaristas convocaran la manifestación del domingo.

En más de dos meses de concentraciones, los radicales han protagonizado varios hechos violentos, entre ellos un ataque a una sede policial y un intento frustrado de colocación de un explosivo cerca del aeropuerto de Brasilia, hace dos semanas.

Este domingo, miles de radicales viajaron en autobús desde otros puntos del país para sumarse a las concentraciones que alentaban un golpe de Estado.

Los manifestantes, vestidos con banderas de Brasil y camisetas con los colores verde y amarillo, se dirigieron al centro de Brasilia a media tarde y pasaron sin inconvenientes por un pequeño cerco policial montado en la Explanada de los Ministerios.

Se dirigieron al Congreso Nacional y a continuación, al Tribunal Supremo y al palacio presidencial de Planalto, todos ellos ubicados en torno a la plaza de los Tres Poderes.

Ante la inacción de la Policía capitalina, rompieron los vidrios de los edificios de palacios, considerados patrimonio de la Humanidad, y los invadieron causando destrozos en su interior.

Lula reaccionó ordenando la intervención de los organismos de seguridad del Distrito Federal, región donde se encuentra Brasilia, y desplegando fuerzas federales para ayudar a expulsar a los golpistas de las instituciones.

Lula afirmó que hubo “incompetencia” y “mala fe” por parte de los responsables de seguridad de Brasilia, que dependen de la administración del gobernador Ibaneis Rocha, aliado de Bolsonaro, apartado de su cargo por 90 días por el juez de la Corte Suprema Alexandre de Moraes.

El Partido de los Trabajadores (PT), que lidera el presidente brasileño, denunció también este domingo bloqueos de bolsonaristas radicales a la distribución de combustibles en el estado de Paraná, en el sur del país.

Con información de EFE