La presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, ha presentado este lunes sus alegatos finales en el juicio político que le puede costar el cargo y ha afirmado que el Senado “está a un paso de concretar un verdadero golpe de Estado.
En su primera comparecencia del proceso ante los 81 senadores, constituidos en tribunal, Rousseff ha denunciado “el gusto amargo y áspero de la injusticia” y ha avisado de que debían esperar de ella el “obsequioso silencio frente a los cobardes que pretenden atentar con el estado de derecho”.
En un duro, denso y firme pero sereno discurso político, en el que también ha apelado a lo emocional y en el que sólo por momentos se le quebró la voz, Rousseff ha insistido en su inocencia y ha asegurado que, en el ejercicio de su mandato, cumplió con rigor con el “compromiso de defender la Constitución” y las leyes.
“No lucho por mi mandato, vanidad o apego al poder. Lucho por la democracia, la verdad y la justicia”, ha declarado desde la tribuna del Senado, en un discurso de unos 45 minutos, leído en pie en medio del completo silencio del pleno del Senado dirigido por el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lewandowski, garante constitucional del proceso.
Rousseff ha vuelto a descalificar los cargos que la señalan de haber incurrido en maniobras ilegales para “maquillar” los presupuestos y ha reiterado que ha sido “acusada injusta y arbitrariamente” para darle viabilidad a “un golpe” promovido por la élite política y económica.
Víctima de una “conspiración”
Rousseff ha insistido en que ha llegado al borde de perder su mandato sólo por una “conspiración” que empezó a cuajarse cuando, en octubre de 2014, fue reelegida para un segundo mandato.
Según la mandataria, las acusaciones son meros “pretextos” para que se impongan políticas que “atentarán contra los derechos sociales” que los brasileños “conquistaron” desde 2003, cuando llegó al poder su antecesor y padrino político Luiz Inácio Lula da Silva, presente hoy en las tribunas del Senado.
“La posibilidad del 'impeachment' se convirtió en un asunto central en la pauta política y de parte de la prensa apenas dos semanas después del inicio de mi segunda gestión”, que comenzó en un “clima de permanente riesgo político provocado por la oposición”, ha señalado Rousseff, quien afirmó que entonces comenzó a gestarse “el golpe”.
La mandataria, suspendida de sus funciones desde mayo pasado, también ha realizado un repaso de su vida política, que comenzó durante la dictadura, vinculada a grupos que se alzaron en armas contra el régimen y que la llevó a la cárcel, en la que confesó haber “temido” por su vida “las secuelas de la tortura”, aunque ha señalado que no cedió.
Rousseff ha criticado que ahora se pretende someterla a “la pena de muerte política” y que está por segunda vez frente a un tribunal. “La primera vez fui condenada por un tribunal de excepción y de ello quedó una foto en la que miro de frente a mis verdugos con la cabeza erguida, mientras ellos se escondían”, ha recordado.
“Hoy no hay prisión ilegal, no hay tortura, mis jueces llegaron aquí por el mismo voto popular que me llevó a la presidencia y les tengo el mayor respeto por eso, pero los sigo mirando con la cabeza erguida y sufro de nuevo con el sentimiento de injusticia y el recelo de la que democracia sea traicionada”, ha declarado.
“Todos seremos juzgados por la historia”, ha apuntado la mandataria, quien recordó que superó la tortura y un cáncer que le hicieron temer por su vida, pero que hoy sólo teme “por la muerte de la democracia”.
“El machismo guía este proceso”
También ha condenado el “machismo” que, en su opinión, “guía este proceso” y ha enviado un mensaje de agradecimiento por el apoyo que ha recibido de las brasileñas en su condición de “primera presidenta de este país”.
Asimismo ha criticado que, en el Gobierno interino de Michel Temer, que la sustituye por ahora en forma temporal pero seguirá en el poder en caso de su destitución, “no hay mujeres ni negros”, lo cual “refleja el profundo desprecio” de la élite económica y política de Brasil que “pretende hacerse con el Gobierno”.
Rousseff ha sostenido que un cambio de Gobierno, en un “régimen presidencialista” como el que rige en Brasil, sólo puede ser hecho “por el pueblo y mediante elecciones” y no “mediante una ruptura democrática” como la que, en su opinión, puede decretar el Senado con su destitución, que será decidida entre el martes y el miércoles.