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ENTREVISTA | Trabajadora de Cruz Roja en Jerusalén

Sarah Davies, cooperante del CICR: “No hemos podido ver ni a los rehenes ni a los presos palestinos en seis meses”

Ana Garralda

13 de mayo de 2024 01:02 h

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Sarah Davies (Costa de Oro, Australia, 1992) lleva tres años trabajando para el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Jerusalén, donde afirma haber vivido su experiencia “más desafiante”. La joven australiana habla con elDiario.es desde la sede en la Ciudad Santa de esta organización, que se define como “neutral”.

Gracias a ese estatus, el CICR asiste a las víctimas de conflictos armados desde hace 160 años. El pasado mes de noviembre, volvió a saltar a la palestra porque supervisó la liberación, el traslado y el regreso a Israel de 109 de los alrededor de 250 secuestrados por Hamás durante su ataque del 7 de octubre contra comunidades judías; además de la puesta en libertad de 154 presos palestinos, como parte del intercambio entre el grupo islamista e Israel. Las dos partes acordaron además una tregua de una semana, durante la cual se produjo la salida de los rehenes de Gaza.

Ahora, coincidiendo con la peor crisis humanitaria que ha sufrido la Franja, el CICR tiene en el enclave palestino a unos 130 cooperantes entre cirujanos de guerra, enfermeros, fisioterapeutas, psicólogos, logistas o especialistas en agua y electricidad. En Israel, sus esfuerzos se centran en apoyar y acompañar a las familias de los 133 rehenes que aún siguen en poder de Hamás.

Se han cumplido siete meses desde el 7 de octubre. ¿El CICR tiene noticias de los secuestrados en Gaza?

Desgraciadamente no tenemos acceso a los rehenes, ni lo hemos tenido en los últimos seis meses. No sabemos su ubicación, pero nuestro diálogo con Hamás, así como con otros actores influyentes, ha continuado de manera constante. Les recordamos las obligaciones inherentes al derecho internacional humanitario, incluida la toma de rehenes, que está prohibida. Deben ser liberados inmediata e incondicionalmente y esta es una de nuestras prioridades.

Si se produjera un nuevo alto el fuego que permita liberar a más rehenes, ¿el CICR tiene alguna previsión sobre ellos? 

Especular estos días es muy delicado... Piense que algunos de los rehenes han tenido hijos que todavía no han conocido porque sus parejas estaban embarazadas cuando ocurrió el 7 de octubre.

Por otro lado, es especialmente difícil para las familias que han visto imágenes de sus parientes [secuestrados que Hamás distribuye en ocasiones]. Después se ven muy afectadas por ello. No puedo imaginarme lo que debe ser despertarse y enfrentarse a un aluvión de conspiraciones sobre lo que les puede estar sucediendo a tus seres queridos. Yo misma me he reunido con algunas de las familias y ver su dolor de primera mano es muy emotivo. Diría que es casi físico y tangible.

Yo misma me he reunido con algunas de las familias y ver su dolor de primera mano es muy emotivo. Diría que es casi físico y tangible

¿El CICR espera que la posible liberación de los rehenes se produzca en los mismos términos que la anterior?

Lo que puedo decir es que, como organización neutral, ni antes ni ahora ni en el futuro nos involucraremos a nivel político. Si se produce un acuerdo recibiremos la información sobre el lugar de encuentro con los rehenes y con Hamás. Nuestros equipos de logística se encargarán de esa coordinación dependiendo del número de rehenes. En la liberación de finales de noviembre, participaron ocho personas del CICR repartidos en dos vehículos y siempre con un médico a bordo. Tuvieron que conducir de noche en una zona en guerra y, aunque en ese momento había un cese de hostilidades, los equipos describen bastante ansiedad ante su encuentro con Hamás y con los rehenes. 

¿Qué es lo primero que hicieron nada más verles?

Lo primero es decirles que están a salvo y que nosotros les vamos a sacar de allí. En ese punto desconocemos lo que saben, su estado mental o psicológico por lo que la prioridad es asegurarse de que conocen lo que está sucediendo, que estén cómodos. Una vez liberados pasan a estar bajo nuestro cuidado, para después ser trasladados (en este caso, fuera de Gaza) y transferidos a otras autoridades, que luego les entregarán para su evaluación médica y psicológica. Por supuesto, la parte más importante es que ellos y sus familias puedan reunirse.

¿Qué destacaría de sus operaciones en Gaza en comparación con experiencias similares en otras zonas del mundo?

Para mí, personalmente, lo más complicado ha sido toda la atención mediática que hay sobre lo que está ocurriendo, la distribución de informaciones falsas, que no se pueden aclarar o confirmar, y que generan malentendidos que ponen en enorme riesgo nuestro trabajo. 

¿Puede poner un ejemplo?

Por ejemplo, durante la primera operación en Gaza, nos acusaron de negarnos a visitar a los rehenes, lo cual no es cierto. No es que nos negáramos, es que no teníamos acceso, ni tenemos, pero ese tipo de narrativa crea una idea equivocada sobre quiénes somos y lo que hacemos. Ha supuesto un desafío enorme para nosotros en términos operativos y de seguridad. También hemos visto acusaciones parecidas contra otras organizaciones en este conflicto y la impresión es que hemos tenido que apagar fuegos todos los días cuando nuestro mandato es apoyar y ayudar a las personas afectadas por él.

Otro ejemplo. En Gaza nos acusaron de espionaje a favor de Israel. No tenía fundamento alguno, pero debido a las redes sociales la noticia se propagó muy rápido y esto es preocupante en un conflicto que polariza tanto como este. Al final, afecta muchísimo a nuestra capacidad operativa aquí y en otras partes del mundo.

¿Cuál es la situación de los presos palestinos tras el 7 de octubre?  

Desde ese día las autoridades israelíes decidieron suspender todas nuestras visitas regulares a los presos palestinos, lo cual es una parte fundamental de nuestro trabajo. Debemos garantizar que los detenidos, donde quiera que estén, sean tratados humanamente y con dignidad según el derecho internacional. Estamos listos para reanudar las visitas. 

Debemos garantizar que los detenidos, donde quiera que estén, sean tratados humanamente y con dignidad según el derecho internacional

La Autoridad Palestina ha denunciado que, desde el 7 de octubre, 13 presos palestinos han muerto, en su mayoría como resultado de palizas o por falta de medicamentos. ¿Qué puede decir de ello? 

Somos conscientes de las imágenes que han circulado en los medios de comunicación, pero cualquier consideración que tengamos la abordamos directamente con las autoridades pertinentes. No lo hacemos público. Eso nos permite mantener discusiones y, con suerte, ver resultados a través de un compromiso bilateral y confidencial.

Las familias que ya tenían parientes encarcelados antes de octubre denuncian que ahora tampoco pueden visitarles. ¿Qué medidas se están tomando desde el CICR?

Esto ha sido una gran parte de nuestro trabajo desde 1967. No es solo lo que tenga que ver con los detenidos, sino con los programas de visitas familiares que organizamos, el contacto con los seres queridos que de otro modo no podrían producirse. Por ejemplo, niños que no pueden ver a sus padres. A ellos realmente les da la vida y también a sus padres presos. El hecho de que lleven seis meses sin poder visitarles es realmente devastador y revertirlo es una prioridad para nosotros. Igualmente muchas familias no saben ni donde están detenidos sus seres queridos. Por eso es tan importante mantener el diálogo bilateral y confidencial con las autoridades israelíes para obtener los resultados deseados.

Según algunas organizaciones de derechos humanos, Israel casi ha duplicado el número detenidos palestinos desde el ataque de Hamás…

Es una preocupación constante. Para las familias afectadas es un tipo diferente de estrés porque no tienen respuestas. Por otro lado, escuchan las mismas noticias que el resto en los medios de comunicación y les genera un miedo y una ansiedad enormes. En cualquier conflicto del mundo, el mayor dolor para quienes tienen a un familiar retenido o preso es no saber qué le ha pasado, cómo está o dónde está. El coste emocional y psicológico es enorme. 

Vayamos a Gaza. ¿Cuál es el mayor desafío al que hace frente el CICR en la Franja? 

El mayor desafío lo enfrenta nuestro personal local. Ellos mismos han sido desplazados, perdido a familiares o éstos han resultado heridos. Han perdido sus casas o a sus vecinos. A veces mantienen a familias extensas porque son los únicos que tienen trabajo. Para ellos ha sido psicológicamente y, a veces también físicamente, tremendo. Por otro lado está la cuestión de los desplazamientos en carreteras dañadas por los escombros o incluso la contaminación del terreno por armamento al estar en una zona en conflicto activo.

En Gaza han muerto unos 200 trabajadores humanitarios. ¿Han perdido ustedes a alguno de sus empleados?

Sí. Un miembro de nuestro personal fue asesinado mientras se encontraba en su casa. Emocionalmente fue devastador para el equipo porque llevaba 20 años trabajando con nosotros y era un [trabajador] humanitario súper dedicado a los demás. Siempre trabajó por su comunidad.

Además, en noviembre del año pasado un convoy nuestro fue tiroteado cuando se dirigía al norte. La seguridad de nuestros empleados es otro reto, ya que las hostilidades en estos últimos seis meses han sido bastante intensas. Durante meses no hemos podido acceder a muchas áreas de forma segura, por ejemplo, al norte. Igualmente está la cuestión de las comunicaciones. Cuando se ven afectadas y no podemos entablar contacto con nuestra gente es una preocupación constante para nosotros y eso convierte a este conflicto en enormemente desafiante. Evaluamos constantemente todas las situaciones de seguridad. La situación es bastante volátil.

Un miembro de nuestro personal fue asesinado mientras se encontraba en su casa

¿Cuál es su mayor preocupación en Gaza? 

Lo que más nos preocupa es que el sistema de salud ha colapsado. En este momento no hay ningún hospital en pleno funcionamiento. Algunos centros solo pueden brindar atención de maternidad, otros de primeros auxilios básicos para estabilizar a los heridos. No tienen el equipo, las herramientas, los medicamentos, ni tampoco servicios esenciales como sistemas de saneamiento o alcantarillado, lo que termina minando la resiliencia de la población, que es más susceptible a enfermedades o infecciones en zonas como Rafah [sur de Gaza].

La situación en Rafah es devastadora. La gente ya ha sido desplazada, no una, ni dos, sino varias veces. Ahora tienen que pasar por otra prueba más: ir a lo desconocido. Una vez más se ven desplazados, moviéndose por caminos destruidos, caminando entre municiones sin detonar, en busca de una sensación de seguridad: o se dirigen hacia el norte, donde las infraestructuras, las residencias y las viviendas están destruidas y los recursos son aún más escasos; o van a las áreas designadas con la esperanza, en el mejor de los casos, de tener una tienda de campaña que compartir con muchas otras personas.

Muchos niños y adultos sufren de quemaduras tremendas en el cuerpo pero no tienen la nutrición necesaria, la cantidad suficiente de proteínas y calorías, para recuperarse

¿Cuál es la situación actual de hambruna?

La gente está hambrienta. Nuestros equipos cuentan que los niños masticaban bandas de goma para matar el hambre o rebuscaban entre montones de basura tratando de encontrar restos de comida. Piense que muchos niños y adultos sufren de quemaduras tremendas en el cuerpo pero no tienen la nutrición necesaria, la cantidad suficiente de proteínas y calorías para recuperarse. Más que aumentar la ayuda que entra en Gaza tendría que haber un superávit viendo los niveles de desnutrición en niños, en personas inmunodeprimidas, en mayores, etc.

Desde el CICR, ayudamos con alimentos como las barras de BP5 que tienen un alto contenido de proteínas, pero es solo una respuesta de emergencia para garantizar que la gente pueda sobrevivir. Lo que se necesita es un flujo sostenido de alimentos, que los mercados puedan abrir y proporcionar asistencia en efectivo porque no hay trabajo en este momento.

¿Podrán los niños de Gaza volver a serlo algún día? 

Los niños llevan más de seis meses sin poder ir a la escuela, sin educación, creciendo con el sonido de las explosiones a su alrededor como si eso fuera lo normal. El impacto psicológico de lo que está pasando es otro gran problema y un enorme desafío. Lo veremos materializarse en los próximos meses y años. Afectará a las personas el resto de sus vidas.