Un hombre carga con un barreño lleno de agua. A su lado, otro joven aguanta unas ramas recién arrancadas. Vierte el agua en la arena rojiza y forma pequeñas montañas de barro. Con fuerza, las empuja y esparce encima de una montaña de telas y restos que arropan uno de los cuatro cadáveres que han sacado hoy entre los escombros. En Tafeghaghte, una de las aldeas más azotadas por el terremoto del pasado 8 de septiembre, los familiares y amigos se amontonan alrededor de una morgue improvisada. Aquí, la catástrofe ha dejado más de 150 muertos y más de 200 heridos, según cuentan fuentes locales.
En este horizonte de escombros, a menos de 50 kilómetros de epicentro del seísmo, solo queda un edificio en pie. Amid recoge con las manos las piedras que entorpecen la entrada y salida de los coches que intentan llegar hasta esta localidad del Gran Atlas marroquí. “Venga, venga”, grita. Al rato, se sube a una de las grúas que, con suerte, están aquí y arrastra sofás, sillas y otras pertenencias. A pesar de la falta de asistencia nacional, mermada por la inaccesibilidad de las carreteras hasta aquí, al joven no le queda otra opción. “Estamos incomunicados desde hace varios días, solo pueden llegar vehículos pequeños porque las carreteras están rodeadas de escombros”, apunta mientras señala a uno de esos puntos críticos.
Un grupo de mujeres avanza por los techos de lo que antes, eran sus casas. Varios perros ladran alrededor de las montañas de deshechos, junto a un grupo de ovejas y vacas. En Tafeghaghte hay un silencio incómodo. Los locales duermen a cielo abierto, a falta de un hogar y por miedo a otras réplicas. El crujido de los restos resuena a altas horas de la madrugada y pone patas arriba a todo el vecindario. “Si escuchamos un ruido por la noche solo puede significar dos cosas: o que alguna estructura (de los pocas que quedan) pueda caer o que alguien sigue con vida”, cuenta también Amid.
El mayor número de muertes, en el Gran Atlas
Tafeghaghte, junto a otras localidades de esta región del Atlas, registra el mayor número de muertos en lo que ya se conoce como el peor terremoto de la historia del norte de África. La cifra, que ha ido subiendo drásticamente en las últimas horas, bate los récords con alrededor de 2.500 fallecidos y el mismo número de heridos.
En la carretera principal entra esta localidad y Marrakech, una de las ciudades más grandes de la zona y también afectada por el seísmo, no paran de circular a toda velocidad ambulancias, furgones militares y otros vehículos de asistencia humanitaria. Las sirenas rompen el silencio de algunas de las localidades más accesibles como Amizmiz.
Allí, un grupo de personas se lanza en tromba sobre un camión cubierto hasta arriba por colchones, agua y otros alimentos básicos. El conductor, que discute con uno de los vecinos de esta localidad, señala que todavía no pueden distribuir la asistencia. “Están coordinando a varios locales para ayudar con la distribución y entrega de todo lo que llegue hasta aquí”, asegura uno de los viandantes. Un poco más adelante, un militar grita subido sobre una montaña de escombros de un edificio que, sobre lo poco que queda en pie, dibuja varias grietas. Una vez termina con las indicaciones, los locales se dispersan por varias partes de la ciudad. Mohamed Aziz es uno de ellos.
Sin casa ni familia
Aziz, de 28 años, avanza con agilidad entre las calles estrechas de Amizmiz. En el camino, el joven esquiva cables que todavía cuelgan desde lo más alto de uno de los edificios supervivientes. Quiere enseñar la fachada de su casa, porque el interior, ya ha quedado hecho añicos. De repente, un grupo de sanitarios, cubiertos con mascarillas y cascos empolvados, salen de un agujero. Gritan y levantan una camilla. Han encontrado otro cuerpo más. En esta ciudad de la provincia de Al Houz ya han registrado alrededor de 150 muertos y más de dos centenares de heridos, muchos en estado de gravedad.
Aziz posa delante de la puerta de su casa. Dentro no se distingue nada más que la mesa del comedor y un par de sillas. “He perdido mi casa y también a mis dos hermanos. Los dos llegaron al hospital, pero murieron horas después”, sentencia Aziz. El joven revela que otros amigos y conocidos también han fallecido como consecuencia del seísmo de 6,8 en la escala de Richter.
Llega la ayuda, pero con problemas
Según las autoridades gubernamentales, 14 carreteras regionales continúan inaccesibles. Los cortes, provocados por los desprendimientos y las calzadas de tierra, además de por el aumento del tráfico de coches militares y humanitario, está entorpeciendo la asistencia humanitaria.
Además del despliegue nacional, anunciado por el propio Mohamed VI a su llegada a Marruecos el pasado 9 de septiembre, otras fuerzas de apoyo internacionales están llegado al reino alaui. Marruecos ha anunciado que España, Reino Unido, Catar y Emiratos Árabes Unidos asistirán a las víctimas del terremoto y entregarán las provisiones necesarias para la reconstrucción de las zonas más dañadas. En el caso de España, este domingo ha despegado y aterrizado el equipo de Búsqueda y Rescate Urbano de la Unidad Militar de Emergencias.
Por otra parte, otros socios y vecinos internacionales ya han ofrecido o facilitado su apoyo tras el seísmo. Desde Argel, y a pesar del enfriamiento de las relaciones desde 2021, han anunciado la reapertura del espacio aéreo con Marruecos. Así, el país vecino prevé facilitar la llegada de vuelos humanitarios procedentes de otros lugares del continente y del mundo.