Siria, destrozada tras 13 años de conflicto: “La reconstrucción tiene que ser no sólo material, sino espiritual”

Francesca Cicardi

Damasco —
8 de enero de 2025 22:09 h

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A media hora en coche del centro de Damasco se encuentra Tadamon, una barriada que aún muestra las heridas de la guerra civil que ha destrozado buena parte de los suburbios de la capital siria. En la parte de Tadamon en la que se encontraban los opositores armados, quedan pocos edificios en pie: montañas de escombros y esqueletos de los apartamentos en los que algunas familias malviven como pueden. No hay servicios, ni electricidad ni agua corriente, y hasta la caída del régimen de Bashar Al Asad hace un mes, nadie podía reconstruir su casa.

“Esperamos que las nuevas autoridades mejoren los servicios”, dice Mahmud Darra, mientras fuma una pipa de agua en uno de los callejones sin asfaltar de Tadamon, donde él y otros hombres más jóvenes se calientan quemando en una pequeña estufa basura y restos de madera y plásticos. “Esta calle era la línea de fuego, por una lado estaba el Ejército sirio [de Al Asad] y, por otro, el Ejército Libre Sirio”, rememora el hombre, quien muestra su simpatía por el segundo de los grupos que se disputaron el barrio.

El denominado Ejército Libre Sirio estaba integrado por militares desertores y a él se fueron sumando jóvenes que rechazaban hacer el servicio militar y que se oponían al régimen. “Sólo en este callejón han muerto entre 2.000 y 3.000 personas, ¡no exagero!”, asegura Darra. A su hijo Ammar lo mataron las fuerzas gubernamentales cuando rechazó que sus dos hijos se unieran a los ‘shabbiha’, bandas de matones a sueldo del régimen sirio. “El régimen nos daba un sueldo porque mi hijo era considerado un ‘mártir’, pero lo habían matado las mismas bandas del régimen” (los mártires era aquellos que habían muerto por proteger la patria, esto es, luchando en el bando gubernamental).

La de Darra es una de las muchas historias que esconden los callejones de Tadamon, debajo de los cuales todavía se cree que hay cuerpos enterrados. En el pasado mes, los vecinos han localizado algunos lugares donde aseguran que hay fosas comunes en las que fueron arrojados opositores y otros residentes del barrio que eran arrestados y fusilados, según relatan.

Darra afirma que se llevaban incluso a los que no tenían nada que ver: “Los traían aquí y les disparaban”, dice, señalando un callejón cercano en el que los vecinos han trazado el perímetro de una supuesta fosa común. A partir de un vídeo que se hizo viral hace unos años, han reconocido el lugar donde tuvo lugar la llamada ‘masacre de Tadamon’, en 2013. Pero esa fue sólo una de las tantas.

“Queremos que se haga justicia y que se descubra la verdad”, dice el hombre. “Nuestros hijos son los verdaderos mártires, tienen que recibir una compensación”, agrega. Los jóvenes a su alrededor afirman con la cabeza mientras sorben té oscuro y azucarado a la espera de que esa anhelada justicia llegue algún día.

En medio de la destrucción y la miseria, Mahmud Al Mohamad está sentado frente a su pequeña oficina vacía que parece un espejismo en el desierto: una agencia inmobiliaria. Hace unos ocho meses decidió volver a abrir para probar suerte, aunque hasta la caída del régimen hace un mes el sector de la construcción estaba prácticamente paralizado. Explica a elDiario.es que tenía que pagar sobornos a las autoridades para introducir bloques, cemento u otros materiales, porque la Gobernación de Damasco había prohibido construir o reconstruir debido a la peligrosidad, después de que un edificio dañado por los combates se derrumbara. A día de hoy, algunas familias habitan en esos edificiones medio derruidos y poco seguros.

“Parece que las cosas van a mejor, la gente ha vuelto para ver cómo están sus viviendas y quieren regresar” a vivir a Tadamon. “El nuevo Gobierno ha prometido que va a restablecer los servicios”, agrega Al Mohamed, en referencia al Ejecutivo interino establecido en Damasco a mediados de diciembre y liderado por el grupo islamista Hayat Tahrir Al Sham (brazo de Al Qaeda en Siria hasta 2016).

Desde que el expresidente Bashar Al Asad se marchara a Rusia el 8 de diciembre pasado, la situación ha mejorado ligeramente gracias a la entrada de más combustible a Siria, pero el suministro eléctrico sigue siendo de pocas horas al día y el de agua tampoco es constante. En Tadamon, la basura se apila en las calles y en las aceras porque nadie la recoge, desde que la empresa estatal que lo hacía cesó su trabajo. Las nuevas autoridades tienen otras prioridades y la mejora y reconstrucción de los suburbios de la capital parece una tarea titánica sin ayuda internacional y sin fondos.

Abu Bashir ha vuelto esta semana a Tadamon para ver en qué estado están los edificios de su propiedad. Este agente inmobiliario de Deir Al Zor (noreste) se fue a su provincia natal cuando estalló el conflicto hace más de 13 años. “El barrio ha cambiado radicalmente”, dice a elDiario.es observando con estupor los esqueletos de los edificios de varias plantas de los que sola queda la estructura principal. “Hay una gran destrucción, pero, si dios quiere, será mejor en el futuro. Toda la sociedad y sus integrantes vamos a solidarizarnos y cooperar para reconstruir el país”, asegura en referencia a los distintos grupos religiosos y étnicos que componen Siria. Y agrega: “Tiene que ser una reconstrucción no sólo material, sino espiritual”.

Uno de los hijos de Abu Bashir se encuentra en Reino Unido, donde ha estudiado ingeniería civil, y su padre afirma que ahora va a regresar para reconstruir su país.

Eissa Abu Maher no ha querido esperar más: desde que cayó el régimen hace un mes, está trabajando en la pequeña tienda de ultramarinos que pretende abrir junto a la que era su vivienda, ahora completamente destruida. Nació en Tadamon hace 50 años, dice orgulloso a este periódico, pero después de que estallara el conflicto huyó con su familia a Turquía. Estuvo 11 años refugiado en el país vecino y regresó hace un año y medio aproximadamente, dejando atrás a sus seres queridos.

“Había visto la destrucción en imágenes, pero cuando vine me di cuenta de que era de verdad”, explica Abu Maher. “Es muy triste, después de 12 o 13 años, mi vida está destrozada y yo no tenía nada que ver ni con un bando ni con el otro”, lamenta. Ahora duerme en una cama improvisada dentro de la única estancia que queda en pie, en la que quiere reabrir su tienda de ultramarinos, a pesar de que apenas hay servicios en la zona y, por ello, cuenta con un generador eléctrico que ocupa gran parte del cuarto donde el hombre trabaja y vive. “No tengo esperanzas, pero quién sabe, a largo plazo…”.

Los residentes de Tadamon hacen referencia a las promesas de las nuevas autoridades que, aunque no se han concretado aún, ofrecen unas perspectivas más alentadoras de las que existían bajo el anterior régimen, ahogado por las sanciones internacionales. Estados Unidos aprobó en 2019 la denominada Ley César, que castigaban a empresas y ciudadanos estadounidenses, y también a las compañías extranjeras que participaran de alguna forma en la reconstrucción de Siria.

En la calle principal de Tadamon –en la zona que estaba controlada por las fuerzas del expresidente y que, por tanto, no sufrió una gran devastación–, los comercios están abiertos y las mujeres hacen sus compras, el barrio tiene una semblanza de normalidad. Una joven ama de casa con la cabeza cubierta y gafas de sol, muestra una gran sonrisa y afirma que la situación es mejor desde la caída del régimen de Al Asad. “Hay más seguridad, más transporte público; la electricidad ha mejorado un poco, pero todavía se corta”, explica Sidra Kresha a elDiario.es.

Lo que le hace más feliz es la vuelta a casa de sus hermanos: uno de ellos estuvo nueve años refugiado en Turquía y acaba de regresar; el otro había tenido que hacer el servicio militar obligatorio y la familia no había sabido nada de él hasta que el Ejército sirio colapsó y todos los soldados abandonaron sus puestos ante el avance de los insurgentes entre finales de noviembre y principios de diciembre pasados.

Otra mujer de 32 años se muestra menos confiada. Pertenece a la minoría drusa, no lleva el hiyab y no habla tan abiertamente. “Hay preocupación, claro, pero no ha habido incidentes sectarios hasta ahora”, afirma Abiir. Ha vivido en el barrio de Tadamon durante toda la guerra, incluso en los momentos más violentos, hasta que las fuerzas gubernamentales se hicieron con el control total de la zona en 2018. “Todavía la situación no es estable, los servicios no funcionan bien, pero espero que con el tiempo vaya a mejor”.