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OPINIÓN | Snowden sabe exactamente por qué nadie quiere ser 'whistleblower'

“Tengo mucho respeto por los denunciantes… pero solo cuando son reales”, afirmó Trump poco después de que un oficial de inteligencia denunciase su comportamiento respecto a Ucrania. No queda claro qué quiso decir con “reales” el primer presidente de Estados Unidos que proviene del mundo de los realities. Lo que está claro es que la investigación para avanzar con el impeachment ha provocado una gran irritación en el presidente. Dicha investigación se basa en gran medida en la acusación de un solo denunciante o whistleblower.

Este reveló, a través de vías legales, detalles de las acciones de Trump para presionar al nuevo presidente electo de Ucrania, Volodymyr Zelensky, a que investigara a uno de los candidatos presidenciales rivales que tendrá Trump en 2020, el exvicepresidente Joe Biden, y su hijo, Hunter Biden. Que la acción de un solo whistleblower pueda desencadenar la posible destitución de Trump nos recuerda lo importante que es esta figura para el funcionamiento de la democracia. También nos lleva a reconocer que, a lo largo de los años, varios de ellos han sido denigrados, perseguidos y enjuiciados por sus valientes actos.

Preet Bharara, exfiscal del Distrito Sur de Nueva York, preguntó en un tuit: “¿Cómo es que ha habido solo un denunciante?”. Edward Snowden, uno de los whistleblowers más famosos del mundo, respondió: “Vaya, por qué será”. Snowden vive en el exilio en Moscú, Rusia, desde 2013, tras entregar a la prensa millones de páginas de documentos que había sacado de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense, donde había trabajado en los programas de vigilancia más protegidos de la nación.

La sarcástica réplica de Snowden a Bharara se basa en sus propias vivencias, que han sido bastante duras. Snowden fue testigo de lo que él pensaba que era una amplia red de actividades de vigilancia ilegal e inconstitucional que se realizaban en la Agencia de Seguridad Nacional. Dejó su hogar en Hawái con un conjunto de expedientes electrónicos ultrasecretos y voló a Hong Kong, donde se reunió con los periodistas Glenn Greenwald, Laura Poitras y Ewen MacAskill.

Durante varios días, en una habitación de hotel, Snowden mostró al trío de periodistas un sinfín de programas de espionaje que consideraba ilegales, incluida la recolección de todos los registros de llamadas de teléfonos móviles en Estados Unidos, la posible recopilación de la actividad de navegación en Internet de todo el planeta y el espionaje sobre las llamadas telefónicas de los líderes mundiales, solo para empezar.

Días después del lanzamiento de Vigilancia permanente, su autobiografía, Snowden dijo en una entrevista para Democracy Now!: “La pregunta que tenemos que hacernos es '¿por qué?'. ¿No necesitamos, como población, entender lo que está haciendo el Gobierno… a puertas cerradas?”. La autobiografía de Snowden detalla su trayectoria como un joven experto en informática que se unió al Ejército por los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y más adelante, tras un accidente, pasó a trabajar en el servicio de inteligencia.

Snowden se alarmaba cada vez más por el amplio estado de vigilancia que estaba ayudando a construir, pero sabía que no terminaría bien si seguía los canales formales para plantear sus inquietudes. En la entrevista mantenida desde Moscú con Democracy Now! afirmó: “Los denunciantes de la Agencia de Seguridad Nacional que pasaron por ese proceso terminaron con sus vidas destruidas. Perdieron sus carreras, perdieron sus hogares, en algunos casos perdieron a sus familias, debido al estrés, las represalias y las consecuencias que enfrentan”.

La lista de denunciantes que han sufrido consecuencias por su acto de denuncia se hace cada vez más larga. Podemos nombrar, entre otros, a los denunciantes de la Agencia de Seguridad Nacional Thomas Drake, Bill Binney y a la contratista Reality Winner, a Jeffrey Sterling de la CIA y a la whistleblower del ejército de los Estados Unidos, Chelsea Manning. Algunos utilizaron las vías oficiales; otros fueron directamente a la prensa. Sus revelaciones fueron un servicio a la población y, a cambio, recibieron represalias por parte de los suspicaces fiscales del Gobierno.

“Algunos de ellos perdieron su libertad. Chelsea Manning está encarcelada ahora mismo. Hemos vivido mucho maltrato hacia los denunciantes”, sostiene Snowden desde su exilio en Moscú.

Los abogados del denunciante que desencadenó la investigación para el juicio político a Trump han escrito que su cliente actualmente se encuentra bajo protección federal y que temen por su seguridad personal. Edward Snowden entiende la preocupación de este whistleblower: “El Gobierno me convirtió en el enemigo público número uno. Era el hombre más buscado del mundo”.

Finalmente, Ed Snowden optó por acudir directamente a la prensa en lugar de arriesgarse a utilizar los canales oficiales, que a menudo resultan fallidos para el denunciante. Está dispuesto a regresar a Estados Unidos para enfrentar un juicio, siempre que sea justo y abierto al público, pero no si va a ser juzgado en secreto, sin tener la posibilidad de presentar las razones que lo llevaron a hacer su denuncia. “No creo que participar en ese tipo de sistema promueva los intereses de la justicia; más bien, creo que perpetúa un sistema de injusticia”, sentencia.

Traducido por Inés Coira