“En Sudáfrica no hay pánico porque la comunidad científica local esperaba una nueva variante”
Sudáfrica recibe elogios por la rapidez y transparencia con la que notificó y compartió la información sobre ómicron, permitiendo a otros países responder rápidamente. A la vez, es foco de una nueva suspensión en cascada de viajes y restricciones junto a varios vecinos del sur de África. En medio, una nueva variante sobre la que aún hay muchos interrogantes que los científicos se apresuran a despejar entre llamadas a la cautela.
Aisha Abdool Karim, periodista especializada, atiende a elDiario.es desde Sudáfrica para profundizar en los detalles que emergen sobre la nueva variante. Trabaja en el Centro Bhekisisa de Periodismo Sanitario, un medio de comunicación independiente centrado en temas de salud y justicia social en toda África.
¿Cuál es la sensación general allí, particularmente en la comunidad científica, tras descubrir la nueva variante ómicron?
No sé si esta sensación es global, pero, al menos localmente, toda la comunidad científica esperaba una nueva variante. Gran parte de los modelos, las proyecciones y los preparativos para la cuarta oleada –que se esperaba en diciembre– se han basado en que habría una nueva variante. Así que no ha sido una sorpresa detectarla. Lo que ha sido sorprendente es la rapidez con la que se está haciendo dominante. La sensación es que hay mucho que averiguar y se está intentando hacer lo más rápido posible. Pero tampoco es una sensación de pánico, porque no era inesperado y también, quizás, porque lo hemos hecho antes. El año pasado, cuando se detectó la variante beta, todos los equipos estuvieron trabajando prácticamente las 24 horas del día. Cuando se anunció esta variante, fue más o menos el mismo patrón, los científicos se lanzaron inmediatamente a tratar de entenderla. Esperan tener algunas respuestas para la próxima semana.
¿Qué es lo que sabemos de ómicron y qué no sabemos todavía?
Los científicos han descubierto con carácter retroactivo que la primera muestra de la variante ómicron es del 12 de noviembre. Había un pico de infecciones en la provincia de Gauteng. En la última semana se ha identificado que era una variante y que la variante ha empezado a extenderse. Se considera dominante en Gauteng, pero también se ha detectado en las nueve provincias de Sudáfrica, por lo que se está extendiendo a un ritmo bastante rápido, pero también es pronto en términos para saber mucho sobre ella. Cuando se detecta una variante, se tarda entre uno y dos meses en comprender realmente cuáles son sus implicaciones. Sudáfrica anunció otra variante en diciembre del año pasado y solo a mediados de enero tuvimos pruebas más concretas sobre su comportamiento.
Ómicron tiene ocho mutaciones en común con las variantes existentes, con alfa, delta, beta y gamma. Es decir, tiene propiedades similares a esas cuatro variantes, las principales son la capacidad de propagación muy rápida y la capacidad de evadir los anticuerpos. Pero hay más de 20 mutaciones en esta variante que no hemos visto antes. Así que con ese nivel de incertidumbre, no podemos saber con seguridad cuáles son las implicaciones y por eso se necesita mucho más tiempo para estudiar lo que van a provocar las diferentes mutaciones.
¿Cuáles son los mayores interrogantes?
En este momento hay un montón de signos de interrogación. No sabemos cómo de transmisible es, no sabemos lo que significa para la eficacia de la vacuna, no sabemos la gravedad de la enfermedad causada por la variante. Son preguntas en las que la comunidad científica está trabajando. A medida que más personas se contagien, habrá una gran cantidad de información que vendrá a través de ellas.
Es demasiado pronto para afirmar con seguridad si la variante no causa una enfermedad más grave, sobre todo porque en Sudáfrica, en los casos que estamos estudiando, se han infectado muchos jóvenes. Y cuando los jóvenes se infectan, tienden a desarrollar una enfermedad más leve de todos modos. Para entender el impacto de la variante en la gravedad de la enfermedad hay que esperar a reunir más datos y también hay que ver, a medida que se infectan más personas, si hay un aumento en el número de hospitalizaciones y también en la gravedad de la enfermedad. Con la variante delta, por ejemplo, los hospitales se vieron desbordados, pero no porque la variante estuviera causando una enfermedad más grave, sino simplemente porque se estaba contagiando más gente. Hacer esa distinción es algo que requiere mucho análisis. Es demasiado pronto para decir que ómicron no está causando una enfermedad grave, porque no podemos saberlo en esta fase.
Ómicron se ha identificado aquí, pero todavía no está claro dónde se originó. Los primeros casos se detectaron en otros países del sur de África, hubo en Botsuana, y luego en Sudáfrica, pero también ha habido casos en países europeos y en Hong Kong. Es difícil saber si la variante ha pasado desapercibida en otros países, que no estén secuenciando tanto como nosotros. Sudáfrica ha sido el primero en anunciarla, secuenciarla y en informar de ella, pero definitivamente no somos el único país que la tiene. Así que también es un poco borroso hasta dónde se ha extendido a nivel mundial porque muchos países no están informando de las variantes y no secuencian tanto como nosotros, por lo que es posible que haya pasado desapercibido en otros países antes de ahora.
¿Cómo se perciben las restricciones de viaje que se extienden en Europa desde Sudáfrica (y otros países del sur del continente)?
Es difícil de explicar. Sin duda, hay mucha rabia y la gente está muy molesta con las prohibiciones a los viajes. Principalmente porque sabemos que las restricciones de viaje no funcionan, por lo que no hay ninguna base científica y tampoco tiene sentido cuando la variante ya se ha detectado en otros países. Y de los países en los que se ha detectado, los únicos a los que se les han impuesto restricciones de viaje son los países del sur de África, así que se considera muy injusto y la motivación que hay detrás no parece estar basada en la ciencia.
Nos encontramos en un momento en el que nuestro país está sometido a una presión económica extrema, por lo que imponer este tipo de restricciones de viaje nos coloca en una posición económica muy difícil. Diciembre es el momento del turismo y en el que la economía recibe un impulso. Es una temporada importante, más con la COVID. Así que también es muy perjudicial desde el punto de vista económico. Nos crea, además, un problema de acceso a los suministros, algo que hemos visto anteriormente cuando se nos han impuesto prohibiciones de viaje, que tenemos dificultades para acceder a los medicamentos y otros bienes que necesitamos como población. Así que tiene muchos inconvenientes.
¿Se está castigando a Sudáfrica por su labor de vigilancia genómica?
Sin duda parece que se nos restringe por informar sobre algo. El anuncio de la detección de una nueva variante tiene que ver con la transparencia y es una buena práctica científica: si se encuentra algo que puede tener un impacto en la salud, hay que anunciarlo para que otros países puedan estar al tanto y prepararse.
Muchas voces han alabado el sistema de vigilancia y secuenciación del país. ¿Cómo funciona?
Sudáfrica cuenta con un sistema de vigilancia genómica muy sólido. Tenemos lo que se conoce como la Red de Vigilancia Genómica de Sudáfrica (NGS-SA), un conjunto de varios laboratorios en todo el país. Cada laboratorio toma una cierta cantidad de muestras de personas que han ido a hacerse la prueba de COVID. Estas van a un laboratorio centralizado, el Instituto Nacional de Enfermedades Transmisibles (NICD). Ellos vigilan y asignan una cierta cantidad de pruebas positivas a los diferentes laboratorios de la red, que las pasan a través de la máquina secuenciadora, que básicamente desentraña como es el material genético del virus y luego decodifica los genes dentro de esa muestra y los comparan con las muestras anteriores, y luego detectan si hay alguna mutación significativa y si hay una variante o no.
¿Por qué es tan sólido este sistema?
Primero, porque muchos científicos se unieron a esta red. Segundo, porque funciona a través de un sistema centralizado y colaborativo, de modo que todos trabajan juntos y llevan toda su información a un solo lugar, lo que permite compartir los datos mucho más rápidamente y se monitorea constantemente cada provincia. La tercera razón por la que es exitoso es que se hace regularmente y desde hace año y medio. Comenzó en marzo de 2020 y desde entonces se hace cada dos semanas. Están muy familiarizados con este tipo de trabajo.
Gran parte de la respuesta sudafricana a la COVID-19 se basa en su trabajo sobre el VIH y muchos de los laboratorios que están trabajando en esto estaban centrados en él. La mayoría de los científicos que trabajan en COVID proceden del VIH porque conocen los virus y las enfermedades infecciosas, así que utilizan los conocimientos y los aplican. Es un virus diferente, pero las competencias y las capacidades tecnológicas ya existen.
Las autoridades están llamando a la gente a vacunarse, la “mejor defensa” contra ómicron. La cobertura es baja, solo cerca del 35% de la población adulta tiene la pauta completa. ¿Qué factores han influido?
Está muy por debajo de lo que el Gobierno planeaba para finales de año. Hay varias cuestiones que han contribuido a la baja cobertura. El primero es que hay muy poca comunicación en torno a las vacunas desde el Gobierno. Muchas veces no se le dice a la gente dónde están los centros de vacunación, a qué horas están abiertos. Hay muchos mensajes acerca de ir a vacunarse, pero la gente tiene preguntas mucho más básicas antes de ir como por qué la vacuna se desarrolló tan rápido o cuáles son los efectos secundarios. No es algo que se comunique muy claramente, así que esas personas pueden caen en el campo de las dudas.
Hay tres grupos diferentes: los que están a favor de las vacunas, los que dudan y los que están en contra. En Sudáfrica, la mayoría de la población duda sobre las vacunas, por lo que no se decide y necesita información para inclinarse ligeramente a inmunizarse. Una de las mayores lagunas es que no se está haciendo un gran esfuerzo para dirigirse a los grupos que dudan. Cuando la campaña comenzó, era para mayores de 60 años y luego se abrió a mayores de 50 años y así sucesivamente. La vacunación se ha abierto sistemáticamente a grupos demográficos cada vez más jóvenes antes de que se hayan alcanzado los objetivos para los grupos demográficos mayores. En lugar de intentar solucionar el problema de la aceptación, el enfoque ha sido bajar continuamente el umbral de edad: cada vez que se abre un nuevo tramo de edad, hay un pico de demanda y luego vuelve a caer.
¿A qué se debe la baja aceptación que menciona?
Algunos investigadores han hecho estudios independientes y muchos de los indicadores sobre por qué la gente no se vacuna son en parte por la falta de información, pero también por muchas razones logísticas, por lo que la gente es muy reacia en este aspecto. Aunque legalmente se supone que te dan tiempo para ir a vacunarte, la gente no quiere perder esos días de sueldo. También le preocupan los efectos secundarios, el hecho de tener que dejar de trabajar durante unos días. Así que la gente prefiere vacunarse el fin de semana porque así no falta al trabajo. Pero ha habido problemas con centros que no pueden abrir los fines de semana.
El otro problema es que es muy caro para la gente desplazarse para vacunarse, lo que afecta especialmente a las comunidades rurales. El coste es uno de los principales factores que impiden que la gente se vacune, porque no tienen dinero para gastar tanto en viajes para ir a vacunarse. En resumen, no se hace lo suficiente para que las vacunas sean más accesibles para la gente, para que estén disponibles los fines de semana ni para mejorar la comunicación.
Sudáfrica también arrastra un retraso porque empezó a vacunar mucho más tarde que los países occidentales. ¿Qué papel jugó el acceso a las dosis?
Esto también contribuye a la indecisión. Al principio Sudáfrica aceptó formar parte de COVAX [mecanismo global que busca el reparto equitativo] y no compró vacunas, por lo que no participó en acuerdos bilaterales, comprando directamente a las compañías farmacéuticas, sino que puso toda su inversión en COVAX.
En enero, Reino Unido y Estados Unidos habían comenzado a desplegar millones de vacunas y en ese momento, nosotros estábamos en medio de una ola provocada por la variante beta. Fue increíblemente intenso porque mucha gente estaba perdiendo a sus seres queridos. Sudáfrica firmó entonces un acuerdo bilateral para comprar dosis de AstraZeneca a través del Serum Institute de India. Pero después se publicaron los resultados del ensayo sudafricano que mostraron que la vacuna solo tenía un 10% de eficacia contra la variante. Se tomó la decisión de vender esas dosis, porque ya no las usaríamos, a la Unión Africana para que las distribuyera en otros países africanos.
Entonces tuvimos acceso a un pequeño suministro de vacunas de Johnson and Johnson (J&J) para utilizarlas en un estudio para evaluar el rendimiento de la vacuna contra la variante beta y, al mismo tiempo, permitir la vacunación de nuestros trabajadores de mayor riesgo. Y finalmente, firmamos un acuerdo bilateral con Pfizer y con J&J, y fue entonces cuando comenzó nuestra campaña oficial, en mayo.
¿Por qué dice que esto contribuye a la indecisión?
Se creó una sensación de confusión porque no solo se detuvieron las vacunas de AstraZeneca. También hubo un periodo en el que las vacunas de J&J se pausaron debido a la preocupación por los coágulos de sangre, como en otros países, y luego también se descartaron algunas después de que las autoridades de Estados Unidos avisaran que hubo problemas de contaminación [en una fábrica de la farmacéutica].
Eso también fue un contratiempo porque nuestro suministro de J&J estaba más o menos escalonado, y Pfizer es más difícil de desplegar por los requisitos de la cadena de frío. Se intentó reservar la vacuna de J&J [monodosis] para las zonas rurales. También preocupaba que la gente no volviera a por su segunda dosis. Los problemas que sufrió J&J hicieron que mucha gente dudara en ponerse la vacuna porque no se comunicó claramente cuál era el riesgo ni lo que significaba la contaminación. Así que la campaña empezó muy tarde, pero también tuvimos un comienzo muy agitado con interrupciones y se creó un ambiente en el que había mucha confusión sobre lo que está sucediendo con las vacunas.
Aún no sabemos dónde surgió ómicron y hay mucha incertidumbre, pero numerosas voces dicen que es una llamada de atención sobre la importancia de asegurar que todo el planeta se vacune. ¿Es una de las lecciones?
Ómicron pone de relieve la importancia de la equidad vacunal. Cuando la pandemia empezó, todo el mundo estaba de acuerdo con que nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo. Luego, cuando se introdujeron las vacunas, los países ricos dijeron: “Vamos a comprar todas y vamos a cuidar de nuestra población”. Y luego, dijeron: “Tenemos excedentes, empezaremos a dar refuerzos en lugar de donarlas”. Así que los países han pasado a tratar de cuidar de sus propias poblaciones en lugar de lidiar con esto como una pandemia global, que es lo que es.
Cuando aparecen variantes, se pone de manifiesto la interconexión, porque no importa que la cobertura de vacunación sea del 90%, porque mientras el virus siga propagándose tiene la capacidad de mutar y de seguir propagándose. Tenemos que centrarnos en el acceso y la cobertura equitativos, porque si se sigue descuidando a los países más pobres y a África como continente y todos los recursos se destinan a proteger a las poblaciones de los países más ricos, se perjudica continuamente a todo el mundo porque se deja espacio para que estas variantes se propaguen y llegamos a un punto en el que la pandemia nunca termina, y nunca volvemos a la vida normal.
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