Suecia y Finlandia entierran una neutralidad histórica y afrontan una semana clave para su ingreso en la OTAN
Antes de lanzar su invasión, Putin concentró miles de soldados cerca de la frontera con Ucrania como un elemento de presión para intentar renegociar la arquitectura de seguridad del continente e impedir la ampliación de la OTAN hacia el este. No funcionó y, casi tres meses después del asalto ruso, su guerra ha conseguido todo lo contrario: ha terminado de enterrar la neutralidad histórica que hasta ahora habían intentado mantener Suecia y Finlandia, haciendo muy posible su ingreso en la organización defensiva y ampliándola directamente hasta su frontera.
El domingo, el presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, anunció que el país solicitará formalmente el ingreso en la OTAN. Horas después, el Partido Socialdemócrata sueco, que gobierna en minoría en el país, cambió su política desde hace décadas e informó que apoyará la candidatura a la alianza atlántica. Ambas decisiones pasarán este lunes por sus respectivos Parlamentos –donde el ingreso a la OTAN goza de una cómoda mayoría– en una semana clave para la historia de la organización. Además, ambos países intentarán sincronizar sus solicitudes para enviarlas juntos. El presidente de Finlandia visitará este martes Suecia, en cuyo Parlamento pronunciará un discurso bajo el título “una región nórdica estable, responsable y fuerte”.
Aunque para la OTAN los dos Estados aún son neutrales, desde su ingreso en la UE en 1995 están bajo el artículo 42.7 de la UE sobre defensa: “Si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás Estados miembros le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance. Ello se entiende sin perjuicio del carácter específico de la política de seguridad y defensa de determinados Estados miembros”. Sin embargo, la ambigüedad en la formulación y la fortaleza del artículo de defensa colectiva de la OTAN, bajo el que está gran parte del continente, han limitado el alcance de esta cláusula comunitaria. Además, en los últimos años, tanto Finlandia como Suecia han fortalecido los mecanismos de cooperación con la alianza atlántica.
“La OTAN está más fuerte que nunca y creo que ha pospuesto en el tiempo la posibilidad de una autonomía estratégica europea porque nos hemos dado cuenta de que cuando llega el momento de la verdad, si no están los americanos, el sistema no funciona. Lo están viendo los suecos y finlandeses ahora, que tienen el artículo 42.7 del Tratado de la UE que habla de una defensa automática entre los Estados miembros, pero si no están los americanos dentro, pues se nota la diferencia”, decía Jorge Dezcallar, exdirector del CNI, en una entrevista reciente con elDiario.es.
El origen de la neutralidad
La política de neutralidad de Finlandia se deriva del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. En 1948 firmó con la Unión Soviética el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, que prohibía a Finlandia ingresar en la OTAN y ceder su territorio para atacar a la URSS y reconocía su deseo de permanecer al margen de los conflictos entre las grandes potencias. La neutralidad del país responde a la doctrina Paasikivi–Kekkonen (presidentes del país en el periodo 1946-1982). Dicha doctrina pretendía lograr la supervivencia del país como un Estado soberano, democrático y capitalista en la frontera con la URSS. Para entender esta política, hay que recordar que Finlandia declaró su independencia de Rusia en 1917 después de más de un siglo bajo el dominio de Moscú; que sus tropas lucharon dos veces contra las soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial; y que ambos comparten 1.300 kilómetros de frontera.
Tras la disolución de la URSS, Finlandia y Rusia reemplazaron el tratado por un nuevo acuerdo de amistad en el que simplemente se comprometían a resolver pacíficamente posibles disputas. Este paso abrió el camino al ingreso de Finlandia en la UE, que se materializó en 1995.
Por su parte, la política de neutralidad de Suecia se remonta a hace casi 200 años, cuando la proclamó el rey Gustavo XIV en 1834. Suecia permaneció neutral en las dos guerras mundiales. En 1941 permitió a las fuerzas alemanas pasar por su territorio para llegar al frente en Finlandia y al mismo tiempo protegía a los refugiados del nazismo.
“La seguridad de Suecia dependía mucho del estatus de Finlandia e indirectamente de la política de la URSS hacia Finlandia”, señala la OTAN en su página web sobre Estados neutrales. La primera ministra sueca confirma este análisis: “Si Suecia se convierte en el único Estado del Mar Báltico que no es miembro de la OTAN, acabaríamos en una situación muy vulnerable y no se podría descartar que Rusia incrementase la presión sobre Suecia”.
“Creemos que lo mejor para Suecia y la seguridad del pueblo sueco es que nos unamos a la OTAN”, afirmó el domingo la primera ministra, Magdalena Andersson, tras anunciar la decisión del partido. “Está claro que el 24 de febrero marcó un antes y un después. El sistema de seguridad sobre el que Suecia ha construido su seguridad está bajo ataque. La libertad frente a las alianzas militares nos ha funcionado bien, pero no lo hará en el futuro”, añadió.
La decisión tomada el domingo por el Partido Socialdemócrata representa un cambio radical en su política, ya que hace dos meses rechazaba las peticiones de la oposición en este sentido. “Si Suecia optase por solicitar el acceso a la OTAN en la situación actual, desestabilizaría más esta región de Europa y aumentaría las tensiones”, declaró la primera ministra en marzo.
De hecho, en noviembre del año pasado, el ministro de Defensa, Peter Hultqvist, dijo: “Suecia nunca será miembro de la OTAN mientras yo sea ministro”. En marzo ratificó sus palabras: “Tengo la misma opinión y digo lo mismo, pero sin utilizar la palabra nunca”. El domingo, sin embargo, Hultqvist estaba junto a la primera ministra anunciando el cambio de posición. “Cuando las condiciones de lo que hemos construido desaparecen –con la guerra de Rusia y Finlandia acercándose a la entrada en la OTAN– entonces tenemos que ser capaces de evaluar la situación y ver cómo seguimos”, ha declarado en una entrevista con un medio local.
El Partido Socialdemócrata sueco ha aclarado que si su candidatura es aprobada por la OTAN, expresará sus “reservas unilarerales contra el despliegue de armas nucleares y bases permanentes en territorio sueco”.
Explicando el cambio de política, el presidente de Finlandia ha afirmado que la invasión de Ucrania “muestra que [Rusia] está preparada para atacar a un país vecino independiente”. Niinistö anunció su decisión a Putin en una llamada telefónica el sábado. “Somos conocidos por no escabullirnos ni desaparecer. Es mejor decírselo directamente a la parte interesada y eso es lo que quería hacer”. “La sorpresa fue que se lo tomara con tanta calma, pero en la política de seguridad, especialmente cuando hablamos de Rusia, hay que tener en cuenta que lo que dijo no significa que no haya que estar bien atentos todo el rato. Pero de momento parece que no hay problemas inmediatos a la vista”.
Por su parte, la primera ministra sueca ha dicho que durante el proceso de solicitud, Suecia quedará en una “posición vulnerable” ante Rusia. “Esperamos campañas de desinformación. Ya ha empezado de alguna manera llamándonos nazis. Puede que haya ciberataques y violaciones de nuestra frontera”, ha afirmado la ministra de Exteriores, Ann Linde, que ha señalado que “varios de los grandes países” han garantizado a Suecia apoyo a nivel de seguridad para este próximo periodo.
La guerra de Ucrania no solo ha cambiado la opinión de los políticos sobre la OTAN, sino también la de sus ciudadanos. Según las encuestas publicadas por la radiotelevisión pública finlandesa, antes de la invasión de Ucrania, tradicionalmente la mayoría de finlandeses rechazaba la entrada en la OTAN. Sin embargo, eso cambió en febrero, donde el sí a la OTAN alcanzó el 53%. Desde entonces, el porcentaje se ha disparado hasta el 76% de la semana pasada. Por su parte, una encuesta encargada a Demoskop por el periódico sueco Aftonbladet mostró en marzo por primera vez a una mayoría de suecos a favor de la entrada en la alianza atlántica (51%). En abril, el porcentaje creció hasta el 57%.
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