Es otra manera de mirar a las tensiones territoriales y nacionalistas en Europa. Una encuesta de Pew Research Center ayuda a dibujar el mapa de los ciudadanos de un país que piensan que el territorio de otro Estado debería pertenecer al suyo. Es el mapa de los “Gibraltar, español” más cercanos, aunque los contextos históricos y políticos son diferentes en cada caso.
Por ejempo, un 67% de los húngaros considera que hay territorios de países vecinos que deberían ser (o son) parte de su soberanía. Tres de cada cinco griegos y la mitad de los polacos coinciden en que otros territorios cercanos realmente les pertenecen. Por el contrario, en Europa occidental los resultados siguen la dirección opuesta. En Países Bajos no existen estas reivindicaciones en tres de cada cuatro ciudadanos, un dato parecido se registra en Reino Unido (72%).
En España, un 37% respectivamente afirman que hay zonas de otros países que deberían estar bajo su control. En el caso español, como en otros, hay una importante brecha generacional. Un 59% de los votantes de Vox españoles apoyan estos discursos, según la encuesta, con el ejemplo de Gibraltar encima de la mesa, frente al 32% del resto de la población española.
Entre Rusia y Ucrania, donde la anexión de la península de Crimea en 2014 provocó un conflicto en la región y la condena internacional, la afirmación de que otros territorios vecinos forman parte de su soberanía ronda el 50%.
Suecia es el país donde la sociedad está más conforme con sus fronteras; solo un 13% tiene este tipo de inquietudes.
Julio Guinea Bonillo, profesor de Historia de Relaciones Internacionales de la Universidad Rey Juan Carlos, afirma que es un resultado de la propia historia de los países. “Los procesos de expansión, conquista y colonización han dejado, no solo una huella generacional, también literaria, económica, política y de relaciones internacionales”, explica.
Respecto a Rusia, apunta que la “absorción” de Crimea por parte de Rusia tiene que ver con una política por parte de Vladimir Putin en la que “se está volcando en líderes históricos, no tan lejanos que han tratado de engrandecer Rusia y que los estados cercanos les pertenecen”. Además los países del entorno son los que mayores porcentajes de afinidad muestran respecto a la OTAN porque consideran que podría defenderlos de posibles invasiones, “es un seguro de vida”, pero que no tienen aspiraciones mucho mayores, “con el mero hecho de estar en el mapa se dan por satisfechos.
En el caso de Turquía, donde según la encuesta un 58% de los ciudadanos afirma compartir este tipo de reivindicaciones, la partición del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial ha provocado que territorios que ahora son países independientes tengan voz propia –como Siria o Líbano–, lo que ha provocado, explica Guinea Bonillo, que sectores ultraconservadores quieran volver a esa época, lo han trasmitido entre generaciones.
Por el contrario, en Estados Unidos el apoyo no supera el 20%. Esto se debe, según Guinea Bonillo, a que ya no pretende adquirir territorios. EEUU es imperialista pero de manera indirecta, a través del apoyo a ciertos gobiernos o intervenciones militares para obtener un beneficio del país. Europa sí que vive bajo la “ensoñación” de que puede volver a ser un imperio, argumenta.
La extrema derecha, más favorable
Como ocurre en España, también en el resto de Europa son los partidos de extrema derecha los que tienen una visión más favorable a afirmar que territorios vecinos son parte de su soberanía. Mientras que un 76% de los votantes del húngaro Fidesz se muestran favorables, la mayor diferencia (27 puntos porcentuales) entre los que apoyan integrar territorios vecinos a su país.
Patrick Utz, investigador en Ciencias Políticas de la Universidad de Edimburgo, explica que “los simpatizantes de extrema derecha se muestran más receptivos a discursos irrendentistas” –de reivindicación de territorios vecinos como propios– se debe al “hincapié que estos partidos hacen respecto a las identidades unidimensionales y en una idea de soberanía absoluta”.
En el caso de Hungría, apunta a que el partido Viktor Orbán, Fidezs, aunque no tenga un discurso oficial de reivindicación en zonas con población mayoritaria húngara, como Transilvania en Rumania o Vojvodina en Serbia, sí que ofrece pasaportes a población húngaro-parlante en países vecinos. Por lo que Utz considera que la pregunta de la encuesta estaría simplificada y no mostraría el valor real del problema.
El profesor de la Rey Juan Carlos explica que Fidezs sitúa su discurso en la retórica de la “grandeza de Hungría” del Imperio austrohúngaro “porque no siente que pertenece a la Unión Europea, se ve insignificante”. Pero detalla que un país se hace grande cuando pertenece a un bloque fuerte, que defiende libertades individuales o de movimiento“, pero los 'perdedores' en los repartos se ven insatisfechos ”y recurren a este tipo de reivindicaciones“.